Ninguna encuesta aceptaba el segundo turno hasta 24 horas antes de los comicios del último domingo. Dilma Rousseff, la candidata de Lula para dar continuidad a su gobierno, a pesar de ella misma (no hizo ningún aporte personal, profesional o político a la campaña), ganaba con comodidad en las intenciones de voto. Sin embargo, habrá ballottage en Brasil. La petista Dilma dirimirá con el “tucano” (PSDB) José Serra. Dilma arañó el 47% de los votos y Serra superó el 32%. Como votaron poco más de cien millones de brasileros, cada punto porcentual equivale aproximadamente a un millón de votos.
Pero no fueron los electores de Dilma y Serra los que decidieron, a último momento, la necesidad de un pasaje para el ballottage a estos dos poco carismáticos protagonistas. El (casi) 20% obtenido por la tercera en discordia, Marina Silva, encumbrada por el creciente, aunque aún poco relevante Partido Verde, parece tener la culpa en una primera mirada. Parece… Algo debe tener que ver, sí, porque a Dilma le faltaron cuatro millones de votos cuando parecía que le sobraban ocho y Marina conquistó cinco millones más de lo que las más auspiciosas previsiones le endilgaban.
¿Fue sólo Marina? A Dilma la socavaron, también, los últimos escándalos oficialistas. Su sucesora en su último cargo gubernamental, jefa de la Casa Civil, Erenice Guerra se llevó parte de esos votos faltantes junto con su execración pública (tuvo que renunciar por un lobby inapropiado de su hijo y denunciado por el diario Folha de São Paulo diez días antes de la votación). No se podría decir que no hubo influencia de este caso. Como del penúltimo escándalo, de quiebra de sigilo bancario contra personajes de la oposición. Pero, a medida que pasan los días, esos hechos pierden fuerza negativa frente a otro descubrimiento más interesante que ayudó a Serra, sin mérito ninguno, a llegar al segundo turno. Y, a Marina, para ser vista como la estrella de estas elecciones (sus 20 millones de votos la hacen figurita deseada por todos a la hora de negociar apoyo para ese segundo turno).
El método Obama. Ese motivo es… religioso! Sí, leyó bien. Dilma en 2007, en un momento de modernismo, se declaró a favor de la despenalización del aborto y aunque en algún debate público, después, intentó desmentirse, nunca dejó totalmente claro que es anti aborto y tampoco convenció a nadie. Marina, especialmente, a los 45 del segundo tiempo usó eso y su gente, sin recursos para invadir la televisión invadió Internet (siguiendo la escuela de Obama), con emails al respecto y apuntando al sentimiento del… universo evangélico brasilero. Un mailing que alcanza a todas las clases sociales, es cierto, pero y principalmente a las menos favorecidas, precisamente donde Dilma, gracias a Lula, era más fuerte.
Frente a las primeras reacciones favorables a esa apelación, el Partido Verde, ágil, envió un segundo email, más discutible que el anterior, en el que le atribuyó a Dilma una frase que nadie –por lo menos hasta ahora– podría confirmar o desmentir categórica y documentadamente. En ese email, la candidata del PT, aparece diciendo que “ni mismo Cristo queriendo me arranca esta victoria”. Si la dijo o no nadie sabe, pero que fue el tiro de gracia frente a ese electorado religioso ya no hay dudas. Los evangélicos más activos prefirieron a Cristo. Los católicos más profesantes, en alguna medida también. Más aún cuando Lula desapareció, en las horas previas a la votación, del lado de su apadrinada. Justamente cuando más cerca tenía que estar.
Marina, a su vez, bien asesorada, en ese tema como en todos los otros asuntos polémico-religiosos, no se posicionó; siempre dijo que esas cuestiones debían resolverse en plebiscitos una vez electa. Marina es, con alma femenina, la figura que más se identifica con Lula, desde su origen pobre hasta esta intuición que no le deja quemar los dedos y mucho menos la lengua.
Serra, con toda su experiencia electoral, cuando vio que la religión tenía más importancia que las plataformas políticas, tampoco cayó en estas polémicas y en los últimos días prefirió antes que posicionarse él mismo, cuestionar a Dilma. Ahora, para el segundo turno -donde, a su favor, tendrá el mismo tiempo en TV que Dilma- empieza a dejar groseramente claro que él es contra el aborto. Ahora es fácil.
Menos de 20 horas antes de que se abrieran los comicios, el sábado a la tarde, le pregunté a tres mozos de un restaurante y a un entregador de pizza a quien iban a votar. Todos respondieron que no sabían, que no habían decidido, que resolverían sobre la hora. Como yo desconocía los emails del PV que estaban siendo enviados en ese momento, no cuestioné nada de esto, pero me llamó la atención que quienes más definidos por Dilma debían estar, aún no lo estuviesen...
La Argentina que no votó. Los electores que se fueron de Dilma a último momento, fueron más que los que recuperó Serra o eligieron a Marina. El número de abstenciones fue muy grande (históricamente lo es). Veinticuatro millones seiscientos mil brasileros no votaron (un padrón electoral argentino completo). Hablando de la Argentina dígase que en el comicio de la embajada porteña ganó Dilma. A su vez una población equivalente a todo Uruguay votó en blanco (más de tres millones). Y se estima que Dilma hubiera contabilizado el 70% de los casi seis millones de votos nulos –la mayoría analfabetos que se desentendieron con las urnas electrónicas–. Por eso la ex guerrillera en tiempos de dictadura, todavía puede dormir relativamente tranquila imaginándose la 40ª presidente de Brasil. Y primera mujer en el cargo. El segundo turno la espera vencedora… aunque se estima que las abstenciones serán muchas más porque en 18 Estados habrá “elección soltera” (así la llaman los especialistas porque no va casada con votación para gobernador, senador o diputados) y porque el martes 2 de noviembre, dos días después del ballottage, es feriado nacional –día de los Muertos–.
Claro que esta victoria parcial de Dilma, fue la derrota más dura que Lula tuvo en la última década porque jamás, él como muchos de nosotros, pensó que podría haber ballottage. De todos modos, quien salió ganando con este castigo evangélico, fue Brasil, lo que hace suponer que, realmente y como el propio Lula dijo muchas veces, “Dios es brasilero”. Brasil ganó al no definir su presidenta en el primer turno porque después de este susto no habrá soberbia en Dilma y su gabinete. Ahora sabe que las fuerzas populares están dividas y que sólo Lula puede hacer (casi) lo que quiere. Que ella tendrá que negociar, consensuar, lo que es formidable para evitar el siempre inconveniente exceso de poder que los argentinos conocemos tan bien.
La victoria de la “blasfema” Dilma Rousseff en el segundo turno no será amplia como parecía. Y aunque ‘ahora comienza otra elección totalmente diferente de la de la primera vuelta’ como definen los encuestadores, no puede desconocerse que la mitad de los votantes de Marina Silva decían –antes del primer sufragio– que en un hipotético segundo turno votarían a Serra… Este fin de semana aparecerán los primeros sondeos para el ballottage. En paralelo, debe señalarse, que una elección no se define solo ganando el Ejecutivo; el poder Legislativo que por pulverización muchas veces ignoramos, pesa tanto o más que el presidencial a la hora de gobernar; y el domingo pasado hubo un pronunciamiento en las urnas muy importante al respecto. Tanto que el oficialismo con sus alianzas y eso ya está en un 99% definido, tendrá un congreso tan favorable acompañando a Dilma en los próximos cuatro años como nunca tuvo antes. El propio PT y más aún su aliado PMDB crecieron al igual que otros “socios” como el PCB, tanto en Senadores como en Diputados; siendo que el PSDB de Serra como su principal aliado, el DEM, perdieron muchos sillones. Ya hay quien diga que, si lo desea, Dilma con ese congreso podrá cambiar hasta la mismísima Constitución.
Podio olímpico. Serra, psicológicamente, es quien mejor llega al ballottage porque como explican los atletas olímpicos, es mejor el podio del tercer puesto que el del segundo. Quien sube al podio para recibir la medalla de plata está triste porque acaba de perder la final, está viviendo un momento de frustración; mientras que quien sube para recibir la medalla de bronce llega eufórico, acaba de vencer la disputa por el tercer lugar, termina de redimirse de la desazón de haberse quedado afuera de la final, llega recuperado. El segundo lugar de Serra, que era un potencial perdedor humillado, lo fortificó para la próxima batalla. Dilma, en cambio, que ganaba con los ojos cerrados, ahora no sabe si ganará con los ojos abiertos. Por otra parte, el partido de su candidato a vice, el PMBD de Michel Temer, está enojado con Dilma y con los petistas. Ya reclaman más espacio en la televisión para el segundo turno. Ahora que no arrasó todos ven en Dilma algún problema, hasta sus “amigos”. Hablando en conflictos internos, el Partido Verde y Marina Silva en vez de vivir este momento con la euforia pertinente, ya están agrietando su unión. La cúpula del partido quiere negociar sus votos, pide ministerios a los candidatos del segundo turno. Marina los critica. Los políticos no entienden de honestidad intelectual. Marina no entiende de política. Juntos, muy lejos, así, no van.
Los especialistas coinciden en que Lula, en la recta final y con la victoria de Dilma asegurada en el primer turno (como parecía estar) se dedicó ya no a consagrar otros candidatos del PT y si a eliminar sus principales adversarios en el Congreso. Hizo campaña específica contra siete líderes políticos del PSDB y el DEM que, en forma personal, lo incomodaron en sus ocho años de gobierno en el Senado (los que siempre le votaron todo en contra). Fue a sus regiones para destruirlos. Y destruyó a cinco que ya no estarán en la escena política brasilera por haber terminado sus mandatos sin conseguir reelegirse, como el ex intendente de Río de Janeiro César Maia, el líder nordestino Tasso Jereissati, el amazonense Artur Virgilio y el ex vicepresidente de Fernando Henrique Cardoso en sus dos períodos, Marco Maciel. Los dos enemigos que sobrevivieron y volverán a estar no son los más enconados ni los más importantes. Y no será de ellos que Lula deberá cuidarse. Cristo, ofendido por Dilma, parece ser su único y verdadero rival. Cristo fue “verde” en la primera vuelta; ¿será rojo PT en la segunda?
El 31 de octubre vuelve a votarse. Dios dirá si se hace o no la voluntad de Lula, su representante brasilero en la Tierra.
*Periodista.