Falta casi total de debates.
Escasez de ideas.
Agresiones verbales por doquier.
Listas truchas.
Boletas truchas.
Candidatos que se postulan para cargos que no asumirán.
Candidatos que se postulan por un distrito y votan en otro.
Candidatos que polemizaron en “Gran Cuñado” con sus imitadores.
Candidatos que discutieron con sus asesores si ir o no a “Gran Cuñado”.
Sectores de la población que conocieron a los candidatos a través de “Gran Cuñado”.
La Presidenta de la Nación que se la pasó inaugurando obras en la última semana de campaña –violando así la ley que lo impide– sin que nadie de la Justicia diga absolutamente nada.
La Cámara Nacional Electoral que alerta sobre la falta de voluntad política por parte del Gobierno para proveer las modificaciones que garanticen la total transparencia de todo el proceso electoral.
El Gobierno que contesta que eso le corresponde a la Justicia.
La Justicia Electoral que convalida las disparatadas candidaturas testimoniales sin requerir ningún tipo de certificación por parte de los postulantes en cuanto a su compromiso de asumir el cargo para el cual compiten.
Utilización en forma directa e indirecta de los bienes del Estado para hacer campaña por parte del Gobierno nacional.
Escraches (todos repudiables).
Así ha sido la campaña electoral. Alguien podría decir, con aparente dosis de razón, que todo esto no hace más que justificar el grado de desinterés hacia la política con la consecuencia de indiferencia y desinformación que exhibe una parte de la población. Tal vez, habría que preguntarse si no será exactamente al revés. Es decir, que la indiferencia de un porcentaje significativo de la ciudadanía es una de las causas de todos estos males. Porque con una población más atenta y consciente del valor de una elección, muchos de los males arriba descriptos acabarían o, al menos, se reducirían.
En una población que estuviera preocupada tanto por el cumplimiento de la ley como por la existencia de nuevas ideas acerca de cómo encarar desde el poder las soluciones de los distintos problemas que la aquejan, seguramente muchos candidatos dejarían de pensar en lo frívolo y de exponerse al ridículo para abocarse al estudio de los diferentes asuntos que enmarcan la agenda social.
Lo que vendrá
En este contexto, la importancia de los comicios de hoy radica en sus consecuencias de cara a la elección presidencial de 2011. No es el así llamado “modelo” el que está en juego. El Gobierno va a perder una cuota significativa de poder. Dejará de tener el manejo del Congreso a voluntad. Pero eso no equivale a decir que los Kirchner se van a quedar sin poder. Lo que sí ocurrirá es que la nueva realidad política los obligará a un nivel de negociación y consensos al cual no están acostumbrados. Este es el desafío más fuerte para un gobierno en el que, hasta aquí, el consenso sólo ha existido con los que piensan igual. La consecuencia más resonante de esta pérdida de poder cuasi omnímodo habrá de ser, si se concreta, la decisión que adopte el nuevo Congreso –que recién se constituirá a partir del 1º de diciembre venidero– de anular los superpoderes, concesión claramente contraria a la idea republicana de la división de poderes que dispone la Constitución Nacional.
La otra consecuencia segura es que dentro del justicialismo comenzará a darse una gran discusión. Aun ganando en la provincia de Buenos Aires, como lo pronostica la mayoría de las encuestas, el poder de Néstor Kirchner no habrá de ser el mismo. Un número importante de voces del peronismo han llegado al límite en su apoyo al ex presidente en funciones. Muchos dirigentes justicialistas de provincias clave verían su futuro político fuertemente acotado si decidieran continuar con un apoyo incondicional al Dr. Kirchner. “Eso ya fue. De ahora en más, Kirchner tendrá que sentarse a hablar con nosotros y a escucharnos”, expresa con firmeza un dirigente justicialista de peso que representa a una de las provincias más afectadas por el conflicto entre el Gobierno y el campo.
El resto pertenece ya a las especulaciones atadas al resultado.
Si Reutemann gana, habrá de ser el presidenciable casi natural alrededor del cual se nucleará el justicialismo disidente y algunos otros que hasta aquí han dicho ser kirchneristas.
Si Reutemann pierde y Kirchner gana, la figura de Daniel Scioli crecerá.
Habrá que ver, también, la performance electoral de muchos intendentes de la provincia de Buenos Aires. Hay ahí un hecho al que se le ha prestado poca atención: Néstor Kirchner recorrió casi exclusivamente el segundo cordón del Conurbano bonaerense y dejó en soledad al resto de los distritos en los que su figura genera fuertes rechazos.
Varios de esos intendentes pasarán facturas no tanto por la soledad como por la presión que sufrieron para ser protagonistas de candidaturas testimoniales que no querían.
Néstor Kirchner se ilusiona con ganar por 8 puntos o más. Sólo una encuesta le da ese guarismo. Sueña, en ese caso, con pasar facturas a diestra y siniestra. Le cuesta aceptar la idea de que, aun cuando ello ocurriera, nada será igual a partir de mañana. Es que hay otras voces dentro del justicialismo que ya han dicho que querrán tener arte y parte en los futuros pasos del partido y del Gobierno. Ahí estarán, entonces, el gobernador de Chubut, Mario Das Neves, el de San Juan, José Luis Gioja, y el hombre fuerte del PJ de Entre Ríos, Jorge Busti, entre otros.
“Si ganamos, cualquiera sea la diferencia, vamos a festejar con todo. El modelo no va a cambiar pero a partir de mañana se van a reconsiderar varias cosas”, reconoce alguien con despacho en Balcarce 50, quien agrega que “Graciela Ocaña está más afuera que adentro. Hay otros dos ministros que están en la misma situación”.
En el PJ disidente se vive una vigilia tensa.
Si gana, Francisco de Narváez habrá de transformarse en un hombre de peso dentro del PJ bonaerense. Esto significará un paso más hacia el ocaso de Eduardo Duhalde.
El proyecto de De Narváez será entonces ir por la gobernación de la provincia de Buenos Aires, proponer a Felipe Solá como presidente de la Cámara de Diputados y sostener la candidatura presidencial de Mauricio Macri.
Si Unión-PRO perdiera en la Provincia por no más de 5 puntos, habrá salvado la ropa. Una derrota por una diferencia mayor será casi letal. El nivel de reproches hacia De Narváez será fuerte. “De Narváez deberá cambiar mucho si es que quiere seguir progresando en política. El cree que teniendo plata se puede hacer cualquier cosa”, le reprochan desde las cercanías de Felipe Solá.
Dentro de Unión-PRO todo ha tenido el signo de la precariedad. La última voltereta de De Narváez, apareciendo con una pasión estatizante de los servicios públicos, dejó pagando a Macri, quien, astutamente, en los últimos días de campaña hizo mutis por el foro.
Gabriela Michetti va a ganar en la Capital Federal. Eso no es novedad. Lo que sí es novedad es que será difícil que logre los guarismos que en PRO soñaron. Michetti arrastra un pesar innegable por su decisión de haber abandonado la vicejefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para llevar adelante una candidatura que, según señalan muchos de quienes la conocen, nunca la convenció totalmente. Es que, en su fuero íntimo, ella sabe que al haber actuado así contradijo muchas de sus promesas referidas a una nueva forma de hacer política. Terminó siendo más de lo mismo.
Pino Solanas parece encaminarse a la obtención del segundo puesto en la Capital. Si se confirma, será para él un gran triunfo. En cambio, ello significará una derrota fuerte para Elisa Carrió. “Alfonso Prat-Gay es una buena incorporación a nuestro espacio político, pero de ahí a encabezar una lista hay un trecho; Lilita se equivocó y eso se lo van a facturar”, aseveran al interior del Acuerdo Cívico y Social.
En Mendoza, Julio Cobos también juega no sólo su futuro sino parte de su presente. Si gana, será presidenciable. Si pierde, deberá reconsiderar cómo será su participación en la UCR y, además, prepararse para sufrir algunos embates sobre su cargo. “En ningún caso piensa en renunciar a la vicepresidencia”, se apresuran a aclarar quienes conocen su pensamiento.
Hermes Binner aguardará la jornada de hoy en un expectante silencio. Un triunfo de Rubén Giustiniani será, en verdad, el triunfo del gobernador de Santa Fe. Esto le permitiría proyectar su imagen a nivel nacional. En el espacio del Acuerdo Cívico, los presidenciables estarán entre Binner, Carrió y Cobos. Habrá que ver si están dispuestos a construir un proyecto común por arriba de sus personalismos, que son muy fuertes.
Está claro que a partir del lunes se viene un país en donde nadie tendrá el poder casi absoluto. Esto es algo distinto de lo que quedó plasmado en la elección presidencial de 2007 con el aplastante triunfo de Cristina Fernández de Kirchner.
La que no será distinta es la agenda de la sociedad. Ahí estarán la pobreza, la pérdida de puestos de trabajo, la desigualdad social, los problemas de la educación, la inseguridad, la siempre difícil situación de la mayoría de los jubilados, la inflación, y un largo etcétera que hace a la vida diaria de millones de argentinos que sienten que, mañana, todo seguirá igual.
Producción periodística: Guido Baistrocchi