COLUMNISTAS
el GOBIERNO y sus ex

Divorciado serial

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Duhalde, Clarín, Redrado, Cobos, Moyano, Massa y la ex SIDE, cada uno en su momento o en forma permanente se convirtieron en blanco del despecho kirchnerista después de haber transitado algún tramo del camino de la gestión. Claro que, como ocurre ahora con los demonizados agentes de Inteligencia, la declaración de guerra siempre invoca el bien común, distrae de vínculos previos e ignora favores recíprocos. Las más de las veces el encono tiene mayor vehemencia cuanto mayor haya sido el idilio, como en los matrimonios con final abrupto que pueden pasar del amor eterno y apasionado a la disputa feroz por centavos de males gananciales. Un ex reciente es blanco de un odio mayor que un rival añejo, y más temido, porque además conoce como nadie las zonas vulnerables.

Es una marca de nacimiento del oficialismo, pero también habla del resto, y deja evidencia de que por inocencia u oportunismo, sin descartar otras escalas intermedias, nadie cayó de un asteroide en la política argentina. Sobra gente que festeja goles besando más de una camiseta como si fuera la de toda la vida.

Los personajes fueron cambiando, pero la trama de las distintas “guerras de los Roses” que cíclicamente encara el kirchnerismo es casi idéntica. Subió de la mano de Duhalde, que al poco tiempo pasó a ser la “mano negra” conspiradora; desalojó del Banco Central al mismo Redrado al que había usado para desalojar a su antecesor Prat-Gay, se sorprendió de la “traición” de Cobos, a quien antes habían convencido de “traicionar” a la UCR para ser candidato a vicepresidente de “Cristina, Cobos y vos”. Clarín pasó de aliado estratégico a grupomonopólicodestituyente y Moyano, a cuyos camiones recurrieron, entre otras cosas, para desalentar por la fuerza los cortes de ruta de los productores durante la crisis del campo, a enemigo del campo popular. Luego, Massa migró de jefe de Gabinete bendecido por Néstor y Cristina a odiado electoral. Se puede agregar a Béliz, Fábrega, miembros de la Justicia, y siguen las firmas.

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Con el “villano invitado” del último capítulo, la Secretaría de Inteligencia, el kirchnerismo busca debitarle esa deuda a la cuenta de la democracia antes que afrontar sus 12 años de insolvencia y repite el cuadro clínico: la autocrítica se encuentra en estado de amnesia permanente. Cuando menos sería sensato admitir que hay fallas de reclutamiento: la fábrica de enemigos se abastece de demasiada materia prima oficial.

Como un Hollywood que no para de producir cientos de películas sobre Vietnam mientras cinco minutos después (o antes) aplaude a los marines que desembarcan en otro país en nombre de la Libertad, el Gobierno busca convertir su pequeña guerra en la de todos. Sus divorcios por conveniencia en batallas irrenunciables y masivas.

Apunta y señala y condena. Lo ha hecho tantas veces que el recurso pierde efecto. Queda expuesto. Ahora, cada vez que levanta su dedo acusador se hace más evidente en la piel la marca que deja una alianza recién quitada.