El 2018 fue el año mágico en que sin pensarlo mucho, casi por casualidad, el entonces presidente Macri después de las marchas masivas por el Día Internacional de la Mujer dijo que el Congreso podía discutir el aborto. La movilización de mujeres de todas las edades que llenaron con los pañuelos verdes al grito de “Ni Una Muerte Más” todas las plazas del país fue algo que debe haber influido para pronunciar esas palabras, porque aclaró que él no estaba de acuerdo con la ley. Así nació la marea verde que movilizó a chicas y chicos, adolescentes y jóvenes, que se rebelaron ante la injusticia de las muertes de niñas, adolescentes y mujeres por abortos inseguros y la cantidad de niñas obligadas a ser madres y a quienes se les practicaron cesáreas o microcesáreas, entre otros sufrimientos psicosociales.
El grupo opositor eligió el celeste y se generaron bandos opuestos, que polarizan la discusión. Siempre recordaré a un adolescente que estaba parado con un grupo de niños celestes rodeando el Congreso, pasamos delante en una columna verde, yo iba al frente y unos jóvenes celestes nos interpelaron. Les contesté: “Porque creo que debemos hablar y explicarnos”, pero ellos no querían escuchar y empezaron a subir el tono, así que seguimos y uno vino corriendo y me dijo: “Señora, yo estoy allí, pero pienso como usted”. Me entristecí porque a ese adolescente se lo estaba obligando a defender algo que él no creía.
El Congreso por primera vez discutió el tema. No siempre esas discusiones estuvieron a la altura. Hubo muy buenas también, pero cayeron en saco roto porque el Senado no quiso legislar. El grupo que se oponía se quedó en el No y tampoco presentó argumentos y el grupo a favor planteó que debía aprobarse la de Diputados. Los pocos que quisieron mediar planteando cambios que hubieran permitido tener ley no encontraron quién los quisiera oír. Una oportunidad perdida. El viernes pasado se cumplieron los dos años de esa votación, que se celebró con marchas en redes por el aborto legal en todo el país. La nota del sábado lo informa. ¡Ahora las marchas son en red!
El presidente Fernández, al inaugurar el año parlamentario, anunció el envío del proyecto, pero ahora por la pandemia cree que no es el momento para esta discusión. Otras pensamos que el Covid facilita el debate, porque se vio la inequidad que vivimos las mujeres y los cambios para eliminar esas desigualdades son bien recibidos por la sociedad. La Legislatura porteña dio un ejemplo al sancionar el protocolo de la Interrupción Legal del Embarazo (ILE).
El domingo, en 50/50, la nota de Valli sobre el precio del misoprostol en Argentina informa sobre el acceso a la ILE. El misoprostol es la droga que se usa para la ILE, según indica la OMS y el protocolo de ILE del Ministerio de Salud de la Nación. Esta modalidad conocida como aborto medicamentoso es una forma incruenta, no invasiva y autoadministrada por la propia mujer. Si bien requiere, especialmente después del efecto, la consulta al médico para verificar la evacuación total del útero, se autoadministra en la casa de la propia mujer, sin internación, ni anestesia ni intervención, ni invasión del cuerpo.
La nota se basa en un estudio realizado sobre los costos del misoprostol, para la población que lo compre en la farmacia. Hasta el 2018 existía un solo tipo de misoprostol que era el combinado con un analgésico y cuyo costo era y es caro. En 2018 el Anmat autorizó el misoprostol solo, que produce un laboratorio y reduce algo el costo, pero como al igual que el combinado, sus productores son los únicos en el mercado, los precios no se reducen.
El laboratorio público productor de medicamentos del Ministerio de Salud de Santa Fe (LIF), produce misoprostol, en trámite de autorización en el Anmat. La demora en la autorización limita la disponibilidad del Programa Nacional de Salud Sexual y Reproductiva del Ministerio nacional para proveer a todo el país. El LIF puede vender a las provincias y a principios de año le vendió a la provincia de Buenos Aires, pero pos-Covid es necesario que lo compre el Programa Nacional. Aclaremos que el LIF solo puede comercializar a través de programas públicos que lo brinden gratis: alcanza para actuar como competencia frente a precios de venta comercial. Necesitamos que el Anmat apruebe ya el misoprostol del LIF.