COLUMNISTAS

Dos miradas K

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Los Kirchner, más queridos. Es lo que muestran las mismas encuestas que dicen que pierden en ballottage. El Dr. Horacio Etchegoyen, crítico de ellos.

Las mismas encuestas que indican que Kirchner hoy perdería en segunda vuelta casi con cualquiera coinciden en reflejar una notable y sostenida mejoría en la popularidad de la Presidenta y su marido. ¿A qué se debe la resurrección K? ¿A la pelea con Clarín y el “Fútbol para todos”? ¿A la asignación universal por hijo? ¿A que –hasta ahora– la oposición no pudo casi nada? ¿A que la economía volvió a crecer vigorosamente después de un año de recesión?

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A una combinación de muchos factores, pero el menos percibido es el más relevante: los Kirchner cambiaron su estilo confrontativo. Ahora su estrategia es seducción, incluso con los sectores refractarios, y negociación, aunque sea solapada, con lo que antes denominaban “las corporaciones” (con Clarín se bajó el nivel de agresividad).

En una muy buena columna del diario Página/12, el experto en oficialismo y ex director de la agencia oficial Télam Martín Granovsky escribió: “Biolcati habló contra la ‘crispación’. Pero su frase sonó fuera de contexto. Por lo menos desde los festejos del Bicentenario, la táctica del Gobierno es evitarla. Enfrenta los conflictos sin ataques públicos que agudicen la situación de polarización. Y cuando alguien quiere acumular poder desde una posición beligerante –por ejemplo una ‘guerra de Dios’ contra el matrimonio igualitario–, la respuesta suele ser una construcción transversal sin tono épico pero con resultados más eficaces (N de R: lo mismo con Macri y su victimización). (...) ¿Por qué Biolcati busca polarizar hoy? Porque el Gobierno no polariza y procura no crispar (...) Si en 2008 la simpatía quedó reemplazada por el odio, con miras a 2011 al Gobierno le conviene sustituir odio por simpatía. Y si no, al menos cierta indiferencia. El estusiasmo escaso podría convertirse en votos si la situación económica continuara mejorando y se mantuviera el año próximo”.

Otra señal: vale también prestar atención al tono de Cristina, que es cada vez menos el de la directora de colegio ofuscada que irritaba a la clase media, para ser cada vez más el de una señora de Barrio Norte risueña y que quiere caer bien.

“Freud gaucho”. Horacio Etchegoyen es el único argentino que presidió la Asociación Psicoanalítica Internacional, que fundaron Freud y Ferenczi en 1910 en Nuremberg. Etchegoyen tiene hoy 91 años, todavía atiende pacientes y se da el lujo de reeditar –ampliado y corregido– su libro Los fundamentos de la técnica psicoanalítica, una obra que desde hace casi un cuarto de siglo viene siendo un manual de psicoanálisis clásico traducido a una decena de lenguas.

Etchegoyen me pregunta, enojado: “¿Cómo alguien se puede creer que Kirchner es de izquierda?”. Y aprovechando a una eminencia del psicoanálisis, traté de provocar su interpretación diciendo: “La mayoría sabe que no es de izquierda. ¿No será que esas personas lo apoyan por eso mismo? ¿Que si se tratara de alguien verdaderamente de izquierda, se asustarían, porque no quieren que Argentina sea Cuba sino un país del Primer Mundo? ¿Que los argentinos sean ‘conscientemente’ de centroizquierda pero ‘inconscientemente’ de centroderecha? Freud decía que uno de los destinos de la pulsión era el trastorno hacia lo contrario, ¿no sucederá eso mismo en la ideología de algunas personas?”

No logré llevarlo en el sentido de mi pregunta, pero Etchegoyen aportó al tema su mirada inteligente: “Lea de mi libro el capítulo ‘Reacción terapéutica negativa’. Creo que los argentinos, cuando sentimos que comenzamos a curarnos, volvemos a sabotear nuestro progreso”. Para Etchegoyen, un eventual triunfo de Kirchner en 2011 sería un retroceso.

En el capítulo que me mandó a leer, Etchegoyen cita a Freud en Las servidumbres del yo, donde se explica que ciertos pacientes no toleran el alivio en el tratamiento. Un sentimiento de culpa se satisfaría en la enfermedad haciendo que se agrave el síntoma cuando está a punto de ser superado. “La necesidad de castigo –escribe Etchegoyen– es justamente una forma de defenderse del sentimiento de culpa: para no asumirlo, se prefiere el autocastigo.”

Claramente, Etchegoyen no es kirchnerista y su visión de la “cura” estaría relacionada con la superación de este ciclo político. En El malestar en la cultura, Freud sostuvo que “la agresión es una disposición instintiva original en el ser humano y constituye el mayor impedimento al desarrollo de la civilización”.

La protesta crónica está relacionada con la envidia. En su libro, Etchegoyen conectó el papel de la envidia con la reacción terapéutica negativa apoyándose en Envidia y gratitud, el libro de Melanie Klein. Estas resistencias a la cura buscan anular cualquier logro obtenido. Serían una forma de masoquismo primario. ¿Seremos así?