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macri y scioli

Dos que miran desde afuera

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Cordiales saludos. Tras los resultados, serán parte del show, aunque con participación secundaria. | cedoc

Dos que miran. Ambos observadores en platea preferencial, invitados por obligación, ausentes de la contienda, a pesar de que subirán al escenario una vez que concluya el escrutinio de esta noche. En escenarios distintos, claro. Parte del show, de exhibir elencos, como estos dos famosos con participación secundaria. Curiosamente, este dúo fue amigo de parrandas y deporte en otros tiempos, aunque luego les tocó enfrentarse en la política sin que pensaran diferente. Sin que pensaran demasiado, por otra parte. Ahora asisten y aguardan los resultados, hasta se imaginan rivalizando de nuevo en el 2023. Depende de la tómbola que gira hoy y el 14 de noviembre, que la fortuna les sonría es el sueño de Mauricio Macri por un lado y de Daniel Scioli por el otro. Dos que miran.

Las dudas del ex presidente sobre su destino son tantas que no sabe si, en el futuro, se irá a vivir a Madrid (tiene un departamento), se alojará en un country cordobés donde alguna vez intentó comprar una casa o pernoctará en la provincia de Buenos Aires. Cambia de idea a menudo, aunque la tentación de la vuelta al ruedo político empezó a fascinarlo bajo la excusa de no cambiar de colegio a su hija Antonia. Además, al revés de Cristina, como no está demasiado agobiado por las causas judiciales (solo dos, Correo y la vinculada a Isolux parecen complicarlo en esta etapa), se le han disipado ciertos temores. Más de un amigo, sin embargo, le aconseja desviarse de cualquier propósito presidencial, le sugieren un retiro pacífico, distraerse, no excitar a los que lo odian. Pero él replica con el ejemplo de la viuda de Kirchner, quien atravesó una vasta opinión contraria y, luego de revertirla y fusionarla, volvió al poder desde las cenizas. Casi risueño el ejemplo que utiliza Macri, podría inclusive citar a Perón: no fuimos buenos, pero han sido peores los que me sucedieron. Incorpora otro dato en la justificación de su intento: las críticas y denuestos le han permitido  recuperar un volumen perdido, una figuración que estaba desteñida. Como a ella en su momento: el jardín de los caminos que se encuentran.

Las dudas de Macri sobre su futuro son tantas que ni siquiera sabe donde va a vivir

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Otro factor que lo endulza al regreso es el desquite interno: postergado por meses en el PRO, casi una mancha venenosa, soportó deserciones de Elisa Carrió y otros adláteres, lo que más le dolió fue una lapidaria frase de Horacio Rodríguez Larreta. Un día, luego de estar al servicio de Macri durante más de ocho años, el jefe porteño profirió: “No soy amigo de Mauricio”. Dicen ahora que esas heridas se han reparado, le acomodaron en las listas a su cuestionado secretario Nieto y a Lombardi. Pero la desconfianza persiste, como los reproches de María Eugenia Vidal, quien en una reunión le recordó amargada que otra sería la historia si él no hubiera insistido con la reelección y la hubiese dejado a ella de candidata a la Casa Rosada. Le colgó ese sanbenito cuando él trataba de convencerla de que no le convenía a ella ni al partido mudarse de la Provincia a la Capital. Se mantiene esa obvia tirantez mientras el liderazgo de Rodríguez Larreta aparece menguado. Habrá que ver los números del día, serán un indicio futuro. Igual Macri, junto a la Bullrich y Pichetto, por ahora ya piensa en dar batalla en el 2023.

Algo semejante ocurre con Scioli, resurgido esta semana en el cierre proselitista de Tecnópolis sin haber hecho la cuarentena, dispuesto a pujar por su propia postulación en el 2023. Como Macri, luego de algún traspié, se ha ordenado con su nueva pareja y vive con ella y la niña de ambos en Brasilia. Pero quiere que la nena vaya al colegio en La Ñata o en Palermo. De Menem, Scioli aprendió la persistencia, casi la tozudez, y ha renovado su añosa quimera presidencial a partir de horadar el tablero de Cristina: entiende, como mucha gente, que la vice no revalidará a Alberto Fernández  para el 2023, descontenta con la gestión, los excesos orales y una forma de vida privada que ella siempre se cuidó de respetar.

También descubrió que el peso del apellido le otorgó ventajas a su hijo Máximo, pero conspira contra esas aspiraciones presidenciales imaginadas en la dinastía: es como ella, un núcleo robusto pero insuficiente, ni siquiera con su mística. Menos la seduce la voluntad manifiesta de Sergio Massa por la candidatura del 2023, capaz de abandonar la tranquilidad de la Cámara de Diputados para arriesgarse en el Ejecutivo, en un súper cargo, que lo ayude a Fernández para salir del pantano. Le otorga crédito para ese intento, pero no avala otros propósitos ni ciertas amistades económicas de Massa: piensa, por ejemplo, que detrás de los emprendimientos de un hombre de su cercanía, el llamado “Rey del Cloro” (Mauricio Filiberti), se dibuja otro poderoso grupo empresarial (Covelia) de histórica relación con Hugo Moyano. Un juego de escondidas. No es de los únicos que incluye en el entorno de Massa, si hurga en Covelia por esa participación en los últimos negocios y rencillas con el grupo Manzano-Vila o con el laboratorio Richmond. Todos son de su amistad, también de su hijo. Esas reticencias con Massa se asimilan, en otro plano más institucional, a las que guarda con quien había anunciado públicamente como su delfín: Axel Kicillof. Lo protege y defiende, pero observa que no supera la caparazón de economista y su estilo universitario, asambleísta, resta mas de lo que suma en la provincia de Buenos Aires. Ni hablar de otros circuitos. Más presidenciales no figuran en el Instituto Patria ni en su departamento de Recoleta, al menos con la envergadura suficiente.

Scioli se ofrece como el hombre de confianza que siempre fue, y nunca le creyeron

Por descarte, entonces, Scioli se ofrece como el hombre de confianza que siempre fue y no le creyeron, hoy embajador predilecto ante Bolsonaro (se afirma que lo recibe con habitualidad, como no hace con otros diplomáticos) y simultáneamente dispuesto su corazón en su amigo Lula, aquel mandatario que empezó a frecuentar cuando Néstor Kirchner despreciaba las reuniones de presidentes de la región y lo enviaba a Scioli para sacárselo de encima. Desde entonces, hizo una amistad que hoy conserva y cultiva. Para Scioli, esa delicadeza dual de llevarse bien con la izquierda y la derecha será apreciada por Cristina en el 2023, ya es hora de que acepte que él no es ningún talento extraordinario, pero sí alguien que al menos se fue del gobierno bonaerense y nadie lo denuncia en la Justicia. Al revés de ella. Una característica de la que debiera haber aprendido. Si esto “recién empieza hoy”, como dijo Cristina, a los dos que miran hay que inscribirlos.