Dicen que el tiempo es muy lento para los que esperan y muy rápido para los que tienen miedo.
Quizá por eso, el kirchnerismo no para de producir acontecimientos, a una velocidad que los deja
viejos a poco de nacer. Qué lejos quedó el terremoto político producido por el sorpresivo anuncio
del adelantamiento de las elecciones del viernes de la semana pasada, con los posteriores impactos
de la marcha contra la inseguridad el miércoles, el anuncio de coparticipar el 30% de las
retenciones el jueves y los cortes de rutas de los ruralistas ayer, viernes. El tiempo objetivo
indica que pasó una semana; el tiempo subjetivo nos induce a pensar que pasó mucho más.
Adelantar las elecciones al 28 de junio implica adelantar crisis y soluciones de octubre a
junio. Por ejemplo, la fuga de capitales de mayo y junio podría ser mayor que la que hubiera sido
si se votaba en octubre. Pero después de resistir por debajo de $ 4 hasta las elecciones , el día
“29 J” (exagerada connotación del “11 S”) el dólar comenzaría su rápida
carrera hacia los $ 4,50. Opositores y oficialistas coinciden en ese valor para el dólar porque al
mismo ritmo devaluatorio de los últimos seis meses el dólar hubiera pasado los $ 4 a mediados de
mayo.
También la Argentina podría volver a pedirle dinero a un Fondo Monetario Internacional
reformado sin el costo político que tendría para el Gobierno hacerlo antes de las elecciones: se
habla de 10 mil millones de dólares, más o menos lo mismo que se canceló anticipadamente hace dos
años.
Si tras las elecciones el oficialismo mantuviera la mayoría en ambas cámaras del Congreso,
además podría producirse una segunda ola estatizadora (el mercado de comercialización de granos y
el Banco Hipotecario, entre los más pronosticables), y la posibilidad de hacer realidad la tantas
veces anunciada reforma de la Ley de Radiodifusión (ver página 18), lo que sería difícil
instrumentar si como resultado de las elecciones del 29 de junio el oficialismo perdiera su mayoría
parlamentaria, escenario que muchos descuentan.
¿Cobos, presidente? Hasta aquí, hipótesis razonablemente predecibles, pero lo que
deja perplejos a muchos es qué sucedería con la economía si el kirchnerismo hiciera realidad su
amenaza de dejar el poder en el caso de perder las elecciones de junio próximo.
Para asignar posibilidades a esa hipótesis es importante tener en cuenta que el kirchnerismo
prefiere casi siempre la sorpresa y rara vez anuncia con anticipación lo que hará. Cuando se
difundieron adelantadamente planes del Gobierno, generalmente terminaron no siendo implementados y
la filtración pudo perseguir el objetivo opuesto: amenazar con esa posibilidad para obligar a
adversarios o neutrales a negociar o conceder al Gobierno algo para que no sucediera lo que se
filtró.
Pero habiendo tantas fuentes del Gobierno (varias en on y decenas en off ) que repiten lo
mismo que dijo públicamente el luego arrepentido secretario de Organizaciones Sociales del PJ,
Emilio Pérsico (“Le entregaremos el Gobierno al vicepresidente Julio Cobos para que se haga
cargo del país”), no se puede descartar ese eventual escenario que por otra parte ha sido
bastante habitual en varios países vecinos, aun con vices de una coalición integrada por partidos
diferentes, comenzando por Brasil, donde Sarney, el presidente que fundó el Mercosur, era el
vicepresidente de Tancredo Neves; e Itamar Franco, quien tuvo como ministro de Economía al creador
del real como nueva moneda brasileña y luego presidente, Fernando Henrique Cardozo, era
vicepresidente de Collor de Mello.
¿Qué pasaría con la economía en un país donde el vicepresidente Cobos asumiera la
presidencia?
¿Lavagna, jefe de Gabinete? En ese caso, sería probable que existiera un ministro
de Economía fuerte o un jefe de Gabinete, a cargo de la economía, fuerte. Lavagna, por ejemplo, con
el apoyo de una eventual coalición parlamentaria que diera sustento político a Cobos, integrada por
el radicalismo y el peronismo disidente de la provincia de Buenos Aires, con De Narváez y Solá más
la intermediación de Duhalde ante Raúl Alfonsín a través de su hijo Ricardo Alfonsín, y de éste
junto a Solá con Margarita Stolbizer.
Elisa Carrió es la más difícil de convencer para unir a toda la oposición en una
megacoalición a nivel nacional pero, al mismo tiempo, es ella la que intenta lograr lo mismo en la
Ciudad de Buenos Aires sumándose al PRO en un acuerdo con Gabriela Michetti para encabezar juntas
la misma lista: ella a diputados nacionales y Michetti a legisladores porteños.
Si el adelantamiento de las elecciones alcanzó para generar acercamientos y atenuaciones del
ego entre algunos opositores, una eventual renuncia del kirchnerismo a la presidencia también
podría producir –por lo menos inicialmente– una unión de múltiples sectores.
Respecto de la economía en particular, hay dos visiones sobre cómo será la situación en el
invierno. Están los que piensan que la crisis mundial se profundizará con los meses, EE.UU. no
logrará el rebote esperado y, agotados todos los diques de contención, sus efectos se sentirán muy
crudamente en el día a día de los argentinos. Lavagna, por ejemplo, no es de los optimistas.
Y están quienes sostienen que la Argentina está financieramente muy sólida porque los bancos
podrían devolver el 100% de los plazos fijos, el 50% de las cajas de ahorro y el 30% de los
depósitos en cuenta corriente, o sea el doble de lo que salió de los bancos en la crisis 2001/2002,
y todavía tener algo de liquidez, y que si gran parte de ese dinero se fuera a comprar dólares, el
Banco Central tendría reservas suficientes para que todos cambiaran sus pesos por dólares, algo que
en 2001 era imposible. Obviamente, estos cálculos matemáticos y sólo financieros no miden otros
efectos políticos y económicos en la vida real de las personas pero sirven para comparar en el
plano teórico lo diferentes que son las situaciones de 2002 y la actual.
Piensan también que la Argentina no tiene un problema económico sino uno político, y el
ejemplo que ponen es con una empresa que tiene un muy buen producto pero un mal gerente: el
problema es fácil de resolver, se cambia el gerente. Desde esta perspectiva, está claro que nadie
hoy en la Argentina puede lograr que se exporten tubos de acero, por ejemplo, o determinados
productos industrializados, porque la crisis global hizo que en el mundo no queden compradores de
nada que no sea imprescindible. Pero muy fácilmente se podrían duplicar las exportaciones de
cereales, carnes y otros alimentos, que el mundo sí demanda aún hoy con la crisis global, cambiando
drásticamente la política de retenciones. Ese shock de confianza en el campo lo podría generar más
fácilmente Cobos que Kirchner, por ejemplo.
Por último, los optimistas piensan que Obama está haciendo muy bien su trabajo en EE.UU. y ya
en el tercer trimestre de 2009 la economía de ese país volverá a crecer, produciendo un cambio en
las expectativas mundiales, y 2010 sería un año de pleno crecimiento mundial. Si en un contexto
económico favorable De la Rúa hubiera sido un presidente exitoso, en ese escenario Cobos podría
tener un cierto margen de gobernabilidad.
En lo pasado está la historia del futuro. Víctor Hugo decía que el futuro tiene muchos
nombres: “Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los
valientes es la oportunidad”. No puede negársele a Néstor Kirchner valentía y recordar que el
futuro está oculto detrás de los hombres que lo hacen.