Ya era conocida y tenía un flequillo diferente al de hoy. Cuando su esposo asumió como presidente, los encargados de la peluquería pudieron corregir lo que parecía un peinado con partes desprolijas, algo que el tiempo ha demostrado como un logro importante de esos estilistas. Un mejor flequillo y una densidad del pelo mejorados, sus imágenes dibujadas para los actos de militantes, actos del 25 de Mayo con percusionistas de centroizquierda y actores que creen ser ellos también de centroizquierda amontonados en ese escenario mirando de cerca los bailes de Cristina, hasta las presentaciones en Casa Rosada con imágenes de fondo variadas de líderes populares preferidos del revisionismo histórico, son muestras de una estética que comenzará a recorrer el camino de la desaparición. El cambio de gobierno, cuyo primer capítulo comienza hoy, será también un cambio estético.
Al poder le viene muy bien ser decorado, en especial porque necesita representarse ante millones de personas al mismo tiempo. La sobriedad de los países comunistas fue construida con un cuidado estético notable como negación del lujo capitalista. Fidel Castro y Mao pueden ser pensados de memoria, siempre con la misma ropa, como los dibujitos animados que nunca se cambian. Los líderes políticos norteamericanos usan trajes perfectos y sonríen y se ponen serios todas las veces que corresponda uno u otro gesto. Y Cristina ya es impensada sin su iconografía y decoración. Mientras Néstor nunca dejó de usar el traje cruzado como otro detalle estético inviolable, su mujer redecoró el Estado en función de sus propios gustos.
Detrás de Cristina vive un billete de Evita, el edificio con el mural de hierro del rostro también de Evita, y ahora se puede ver de fondo, con la cortina corrida, el monumento a Juana Azurduy. Todo esto representa su “detrás”, mientras que delante de ella se representa el pueblo. Una cámara la toma a ella, otra cámara al pueblo. Quien venga después va a tener que pensar qué hace con todo eso.
Hasta ahora también fue un poder afectivo, y eso también desaparecerá. No se trata sólo de la decoración del salón de “mujeres agentinas”, sino de los gestos emocionados. Cristina saluda al final de sus actos con cara cuyos labios simulan casi un llanto ante el fervor de su pueblo. Toca a las personas, se saca “selfies” con la gente y mueve su mano y aplaude sin parar. Este espectáculo no pertenece a un partido político y por eso la dificultad histórica, para cada uno de estos casos, de encontrar un sucesor. La construcción de esta simbología posee como condición el no poder ser prestada; ese símbolo que representa y la persona que lo centraliza se necesitan mutuamente. Cristina no sólo ha construido su presente de gobierno como una representación de espectáculo, sino que ha consolidado el modo en que podrá ser recordado y analizado su gobierno. La decoración de su poder quedará rodeando el recuerdo para siempre y la fijará en ese pasado, mientras el tiempo seguirá su curso y abrirá la incógnita de cómo la protagonista de este show podrá vivir sin ese maquillaje. Cuando ya no tenía más sentido casi nada de lo que Kiss había representado durante de la década de 1970, el grupo se ofreció finalmente sin maquillaje y revelando hasta ese momento sus desconocidos rostros. Para ninguno de ellos fue tan complejo este cambio de rol como para Gene Simmons, el monstruo con extensa lengua.
Desubicado, perdido en el escenario sin su ropaje con el que había aprendido a ser estrella de rock, vivió la década de 1980 como un ausente con aparente presencia en la banda. En algunos casos, los roles que se representan absorben a la persona misma que los creó, y el “ser” que les pertenecía queda perdido en la oscuridad de una época inalcanzable.
El abandono de este rodeo estético significará para Cristina un desafío mayor que su sucesión. Mientras los que vengan combatirán por construir una iconografía nueva y exitosa, ella misma luchará por descubrir todo lo que ya no está más y tendrá que usar mucho tiempo para adaptarse. Quien venga probablemente saque el billete, mueva el edificio y corra las cortinas para inaugurar un nuevo rol y por supuesto, como siempre, una nueva estética porque el poder también siempre tiene que quedar lindo. Hoy también empieza el primer día de todo lo que Cristina va a extrañar.
*Sociólogo. Director de Ipsos Mora y Araujo.