ué tienen que ver el agua potable y un grupo de ingenieros –además, militares– con la consolidación de la paz en el mundo? Pues depende. Poco y nada, si por seguridad en el mundo se entiende un orden estático y amenazante sostenido por el poderío de las armas. Mucho, en cambio, más bien todo, si nuestra idea de sociedades democráticas vinculan de manera indivisible la paz y la seguridad con el desarrollo, como cimientos de cualquier bienestar colectivo apoyado en el respeto de los derechos humanos.
Argentina y Perú desarrollan actualmente un proyecto conjunto para establecer una compañía combinada de ingenieros militares para la Misión de las Naciones Unidas en Haití, destinada a brindar al pueblo haitiano un mayor acceso al agua potable así como a la ejecución de obras viales.
Es que los esfuerzos de mantenimiento de la paz y de consolidación de la paz deben ser implementados en paralelo, y no de manera secuencial. Este concepto, junto con el de planificación integrada de las operaciones de paz, puede ayudar tanto a reducir la duración de la eventual presencia de tropas en el terreno como a mitigar el riesgo de resurgimiento del conflicto por cuestiones vinculadas a la falta de desarrollo.
Muchos promovieron esta línea de pensamiento hace tiempo y sabios como Gandhi lo pusieron en palabras que llevaron valientemente a la acción: “La pobreza es la peor forma de la violencia”, dijo el líder pacifista, evocado ahora por el canciller indio S.M. Krishna, en la vuelta de ese país al Consejo de Seguridad de la ONU, como miembro no permanente, después de 19 años.
Otra gran nación emergente y nuestro principal socio político y económico, Brasil, ha presidido –recientemente– el Consejo de Seguridad de la ONU, y convocado como tal un debate sobre “Paz y Seguridad – Interrelación entre Seguridad y Desarrollo”, con la participación del secretario general, Ban-Ki Moon, y de cancilleres de varios países.
El mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales es una condición indispensable para el desarrollo económico y social de los pueblos, y es el objetivo esencial que debe guiar el accionar de las Naciones Unidas.
De allí se deduce, enseguida, la necesidad de contar con un sistema de seguridad colectiva transparente y democrático, con instituciones multilaterales consolidadas que sirvan al cumplimiento del derecho internacional y que estimulen el desarrollo.
En determinadas condiciones el escaso nivel de desarrollo relativo de uno o más países puede propiciar o influir negativamente en una situación de conflicto interno o internacional, o bien conceder un marco propicio a las amenazas no tradicionales a la paz y la seguridad como el terrorismo, el tráfico ilícito de armas, el tráfico de drogas, la delincuencia organizada trasnacional, los delitos cibernéticos y la piratería.
Esta idea de una sensible interdependencia entre seguridad y desarrollo no es nueva y por eso es claro para todos que no es tarea del Consejo de Seguridad de la ONU asumir responsabilidades de otros órganos del sistema tales como la Asamblea General, el Consejo Económico y Social (Ecosoc), la Comisión de Consolidación de la Paz o el Banco Mundial.
En otras palabras, el Consejo debe tener en cuenta las cuestiones de desarrollo en sus decisiones relativas a la paz y la seguridad, para que éstas sean más efectivas, escuchar a las agencias y considerar sus puntos de vista, antes que imponerle sus prioridades.
Tendría así más elementos para evaluar cuándo mantener, retirar o reconfigurar una misión de paz. En casos como el de Haití, el solo cumplimiento de las condiciones mínimas de paz y estabilidad, sin una evolución correlativa en materia de desarrollo institucional, económico y social, es una condición necesaria pero no suficiente para considerar el retiro de la misión. Un retiro apresurado podría ser peor como remedio que la propia enfermedad.
La consolidación de la paz es mediadora entre el mantenimiento de la paz y el desarrollo sostenible después de un conflicto, por lo que requiere ser abordada con un enfoque integrado que refuerce la coherencia entre las actividades de seguridad y el desarrollo mediante la promoción de los derechos humanos y el estado de derecho.
Estas y otras conclusiones se apoyarán siempre en los principios que inspiraron el nacimiento de la ONU según los cuales, como dijo el canciller de Brasil, Antonio de Aguiar Patriota, sin paz el desarrollo sufre, pero también la falta de progreso social sólo termina siendo un campo fértil para la violencia y la inestabilidad que queremos evitar.
*Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.