No estoy diciendo ninguna verdad revelada si afirmo que el consumo de alcohol entre los jóvenes está en una preocupante curva ascendente.
El problema está entre nosotros, en San Francisco, como en todo el país. Si deseamos solucionarlo tenemos que empezar a reconocerlo y actuar sobre ello.
Tengo la convicción de que es un problema complejo que debe solucionarse con la participación inexcusable de la familia, instituciones intermedias y por cierto el Estado, con políticas educativas sistemáticas y legislación actualizada sobre la problemática de las adicciones.
Sin embargo, no pienso quedarme sentado a esperar que todos esos factores se conjuguen mientras un número importante de los jóvenes de mi ciudad sufren el flagelo del alcohol y ponen en riesgo sus vidas y las de terceros.
Cuando los docentes me hacen saber que los viernes llegan alumnos con conductas que se asemejan a una borrachera, les ofrezco lo que tengo para ayudarlos, que son los alcoholímetros, para confirmar sus sospechas y acentuar los controles de ingreso de menores a locales (nocturnos).
En modo alguno buscamos criminalizar a los alumnos. Lo que buscamos es darles instrumentos a los docentes para cuantificar el problema y evitar eventuales daños a los compañeros o al colegio por el accionar de personas que actúan bajo los efectos del alcohol, alertando, en diversos casos, a los padres sobre conductas desconocidas por ellos mismos.
Algunos critican esta iniciativa porque es insuficiente.
Eso lo sé yo también y sería ingenuo, por no decir estúpido, pensar que con esos controles se soluciona esta problemática.
Ahora me pregunto, aquellos que me cuestionan, ¿qué hicieron y qué hacen frente al problema, además de “analizarlo profundamente”? Estos teóricos siguen creando comisiones de trabajo y el tiempo nos consume sin soluciones.
Al menos, nuestra propuesta, abrió el debate y espero que genere acciones.
Es unánime la idea de que mucho tienen que ver los padres en esta problemática.
En San Francisco tenemos legislación que nos permite, cuando detectamos la violación a la norma que prohibe el consumo del alcohol, cobrar la multa a los padres o imponerles trabajo comunitario a los menores o sus progenitores.
Esta última opción elimina la crítica liviana que se nos hace en cuanto a que con nuestras acciones sólo perseguimos fines recaudatorios.
La ordenanza madre fue sancionada en 2004. Lo único que hice fue actualizarla en 2008, aplicándola de manera definitiva.
Mi gobierno promueve la discusión en la sociedad, nos reunimos con padres, docentes y propietarios de locales nocturnos en busca de legislación y acciones adecuadas al objetivo de dar batalla a este flagelo social.
Por una parte, aplico las ordenanzas y genero medidas, mientras otros siguen teorizando.
Sé que esta actitud tiene un costo político. Nadie usaba el caso en la ciudad. Los obligamos con sanciones y retención de vehículos. Ya son varias las vidas que se salvaron. Eso vale más que muchos votos.
Con el consumo de alcohol hacemos lo mismo más allá de cualquier consideración política o crítica intelectual.
*Intendente de la ciudad de San Francisco, Córdoba.