Utilizo la metáfora de la niebla para definir el estado de incertidumbre en el que vivimos”. Eso escribe Guilherme Wisnik al comienzo de Dentro de la niebla. Arquitectura, arte y tecnología contemporáneos (Ubu ediciones, Buenos Aires, 2021, traducción del portugués de Brasil de Manuel Rebón, revisión de Cinthia Meijide). Y más abajo agrega: “Una vez instalada, la niebla no permite vistas exteriores. En ella, siempre estamos inmersos, sin distancia perceptiva ni analítica, y con dificultades para ver las cosas”. Efectivamente la metáfora de la niebla tiene gran potencia heurística, cuerda que Wisnik hila con erudición a lo largo de libro. Primero, en la arquitectura reciente, marcada por el “eclipse de la materia”: “Una de las características más llamativas de la arquitectura contemporánea es la nubosidad. Edificios camaleónicos, que parecen cambiar de ropa (…) Si la profusión de las torres de vidrio modernas, con sus esqueletos estructurales en exhibición, tuvo su equivalente semántico en la difusión de los exámenes médicos por rayos X, que volvieron transparentes las pieles y los tejidos humanos, permitiendo aislar en imágenes las estructuras óseas de los cuerpos, los actuales edificios con fachadas traslucidas o semiopacas, en los cuales la osamenta estructural se esfuma, parece dialogar con el sistema de búsqueda en Internet”.
Por supuesto, la nube pasa a ser la figura de esta convergencia entre arquitectura y el depósito de información, carente de jerarquía alguna, en la red. Luego Wisnik da un paso más en este sistema de sincronías: “Es significativo que haya una contigüidad metafórica y operativa entre la nube financiera -imagen del perpetuo y impalpable libre movimiento de capitales por el mundo- y la nube de información en Internet (Clouds), hacia donde va desplazándose todo progresivamente en el ciberespacio. Sistemas complejos de gerenciamiento y control operativo a escala inédita en el planeta, y con nuestro propio consentimiento, ya que todo pasa de forma ajena a nuestra comprensión. Baja definición, en este caso, quiere decir opacidad”. Más adelante Wisnik analiza situaciones que van de los efectos culturales, estéticos y políticos de Chernóbil a las construcciones urbanas y la contaminación en China, pasando por los tornados, el cambio climático, la Berlín de después de la caída del muro, y la humareda del atentado a las Torres Gemelas.
Cada punto, en apariencia distante de los otros, es puesto en relación por Wisnik con maestría, hasta que Dentro de la niebla se convierte él mismo en metáfora. El libro como punto de partida para seguir pensando, para pensar más allá, para ponerlo en relación con otros temas, tal vez impensados por Wisnik. De eso se trata, ese efecto genera -al menos en mí- la lectura de un libro escrito con la inteligencia del de Wisnik. Porque Dentro de la niebla está lejos de ser uno de esos libros que, en verdad, funcionan como un catálogo de ejemplos, un listado de materiales superpuestos, sino que es un texto en el que los estudios de casos (de la arquitectura a la estética y a la política) están soportados por un aparato teórico que recurre a Marx y Benjamin, a Agamben y Rem Koolhaas, a Harvey y Didi-Huberman, entre otros, para desembocar en un pensamiento crítico sobre la imagen-enigma: “un anagrama casi perfecto”.