COLUMNISTAS
SEMANA 12 DE 2011

El arma o la vida

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Si usted es violento, tiene un chumbo, quiere blanquearse y conseguir 600 pesos sin pegar un tiro, no lo dude: entregue el arma. Este pacto le propone el Plan de Desarme Voluntario que ya sacó de circulación 107.761 armas y 774.679 municiones. Todo un acto reparador que bien mirado debe considerarse un acto cultural. El incentivo va de los 200 a los 600 pesos. Si usted oye que Caín le habla al oído y tiene un mosquete en casa que puede cargárselo el diablo, ya sabe como puede salvarse. Pásese al equipo de Abel y recibirá unos pesos. Le bastará llamar al 0800-333-72763. 

En el planeta existen unas 700 millones de armas pequeñas o livianas. Van de la modesta “viborita” (débil, ante un plano  óseo rebota y zigzaguea por el cuerpo) a la 45 o Mágnum 357. Estas dos perforan, como también el fusil automático AK-47 (el más grosso de los livianos del mundo). La venta legal de armas ronda una cifra inasible de dólares año y las del mercado negro un tercio de este varias veces milmillonario número. La suma de armas de fuego registradas en nuestro país en manos de civiles es de 1.240.000. Y según estimación, el arsenal "golondrina" ronda los 2 millones. Son chumbos arribados de países vecinos y otros que desaparecieron de arsenales militares y policiales. No es para sorprenderse: 1/ el 80 por ciento de las armas confiscadas a delincuentes no están registradas. 2/ los crímenes cometidos con armas legales es solo del 0,05 por ciento. 3/en el gran Buenos Aires existen armerías truchas que las alquilan según gustos, objetivos y "prontuario" de las mismas. “Sucias” (ya usadas en golpes “grandes”) o “limpias” (digamos, sin antecedentes). Y hasta sofisticadas: con rayo laser aplicado al caño del rifle o de la pistola para fijar el sitio en el que entrará el proyectil. Este periférico lo coloca el mismo armero, al igual que el silenciador. Un rifle 22 para liebres cuesta la mitad de una 9 mm para humanos. El colmo de este mortífero asunto es que las armas son longevas pues gozan de buena salud: el calibre corto 32 que mató a José Luis Cabezas correspondía a un modelo de 1925. 

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Como bien sostienen los pacíficos, una armería no es un santuario o un salón de música. De lo que se trata en ella, es de afilar los dientes para andar a los tiros. Ninguna liebre o perdiz libran al cazador del hecho cierto de que los moviliza el morbo de capturar con el ojo y destripar con el gatillo. Es para satisfacer tan arriesgado hobby que están las armerías. También allí,"por unos pesos", un hombre puede adquirir la máquina de matar a otro hombre. Es un acto normal y legal. Formulario triple, una de cuyas copias la conserva el armero, otra el comprador y la tercera el RENAR. Este trámite oficializa la tenencia no su portación, trámite que requiere pasar por la policía y justificarse. Entre tanto, el modo inmediato de no estar en transgresión se resuelve llevando el arma en un bolsillo y las balas en otro. Es el procedimiento Pilatos que impuso la Ley. 

Se sabe como viene la cosa. El violento se arma por miedo. El ladrón para imponerlo. El mercader porque el miedo vende. Medio siglo atrás, el adolescente que portase una honda (o gomera) recibía, por lo menos, el cachetazo de una tía, y en el colegio, una amonestación. Hoy, la policía le requisa armas de calibres que hacen dar una vuelta de campana al cuerpo de un hombre. Entre un adolescente de 1930 y uno del 2011 no hay diferencia biológica. Solo moral. Aquella sociedad vivía dentro de normas que las familias procuraban (y aún podían) mantener. A la de hoy solo le queda anular televisores y demás vías de (in)comunicación, tapiar las ventanas con colchones e intentar una civilización incontaminada en el subsuelo, lo cual tampoco es fácil.

El problema está arriba, en la superficie. Y en quienes deberán votar cómo convivir en la superficie. En el país hay tantas armas que bastarían para matarnos entre nosotros varias veces. Aunque esta ordalía balística es improbable no está de más alertar sobre la violencia visible e invisible que nos rodea. Personajes más "sacados" que de costumbre que tensan la trama, juegan con fuego y pregonan como salida social el vivir fuera de la ley. ¿Algún temor? Sí, pues aquí en un tiempo era casi delito matar a un pájaro y hoy no lo es matar a un hombre.

(*) Especial para Perfil.com