Horacio Rodríguez Larreta concretó esta semana algo que venía insinuando desde que reveló sus deseos presidenciales: si quiere coronar su carrera política con un ingreso a la Casa Rosada está forzado a enfrentar a Mauricio Macri. A fuerza de encuestas y de focus group, el jefe de Gobierno entendió que para alcanzar su objetivo debe demostrarle al electorado que su posible mandato no será una versión aggiornada del desafío a la autoridad presidencial que se verificó durante estos últimos cuatro años.
El supuesto empoderamiento del alcalde procura sobreactuar un mensaje que es, a su vez, su mayor desafío político: Rodríguez Larreta busca instalar en la opinión pública la idea de que no se convertirá en una reedición de Alberto Fernández y, lo que es aún más importante, intenta anticipar que un triunfo del larretismo en octubre no permitirá ver a Macri convertirse en una nueva Cristina Kirchner, marcando los lineamientos de un gobierno que pretendería ser de coalición, pero que en los hechos sería de subordinación.
De esta forma, en tan solo un par de días, Larreta desandó dos decisiones que llevaban la firma de Macri. Con pocas horas de diferencia, advirtió que la votación de las PASO en CABA será desdoblada, con las ya célebres “elecciones concurrentes” que permitirán elegir candidatos presidenciales, por un lado, y candidatos a jefes porteños, por el otro. A la vez que sostuvo que la justicia de la Ciudad de Buenos Aires debería confirmar la postulación de Jorge Macri. Larreta 2, Macri 0.
Con ambas resoluciones, Larreta logró ubicarse en un novedoso lugar dentro del PRO. Es ahora el líder de una línea interna que, aunque no lo reconozca abiertamente, inicia el antimacrismo desde el macrismo. De esa forma, Larreta terminó asociando aún más a Macri con Patricia Bullrich y con María Eugenia Vidal para quedar, automáticamente, en la vereda opuesta. Es un movimiento todavía prematuro para analizar, pero se trata de una maniobra política que le permitiría al dirigente que está terminando su segundo mandato en la Ciudad seducir a un voto que rechaza tanto al kirchnerismo como al macrismo. Un voto que hasta este momento se encuentra en orfandad de ofertas presidenciales.
Larreta busca seducir al votante que rechaza al kirchnerismo y al macrismo.
A diferencia de lo que ocurre en las elecciones internas de los Estados Unidos, en las que solo votan los afiliados al Partido Demócrata y al Partido Republicano, en un proceso que se realiza en distintas etapas a lo largo de todo un año y en el que no hay posibilidad de intervención de independientes y de apartidarios, en la Argentina, tal como su nombre lo indica, las PASO son las elecciones “primarias” de una serie de futuras instancias para definir candidaturas, que se realizan en campañas “abiertas” a todos los votantes, de manera “simultánea” para todos los partidos y de forma “obligatoria” para todos los electores. Se trata de un escenario desconocido en la Argentina y que aún no ha sido explorado en su total complejidad.
Es que en agosto se realizarán, por primera vez en la historia, unas primarias en las que las dos principales coaliciones políticas definirán a sus binomios presidenciales. Significa un panorama sin antecedentes para la política local y que presenta opciones que todavía no se han examinado en su real dimensión. Larreta puede haber entendido, por lo tanto, que es posible vislumbrar a las PASO no sólo como una competencia interna para dirimir su disputa con Bullrich, sino también como una campaña electoral ampliada en la que está habilitado a convocar apoyos de los que no están involucrados ni con el PRO ni con Juntos por el Cambio: un votante que podría terminar respaldando a Larreta no porque aprecie su propuesta, sino porque rechace la de Bullrich.
Y no se trata solo de electores independientes que podrían estar optando por el repentino antimacrismo de Larreta o, para decirlo de forma menos traumática, su imprevisto macrismo de bajas calorías. También es posible imaginar un gran porcentaje de voto radical al que el alcalde porteño puede ilusionar gracias a este singular, repentino y calculado distanciamiento de Macri. Un alejamiento que Larreta protagoniza, hay que decirlo, sin dejar de mostrarse como un feroz opositor al Frente de Todos. Curiosa pirueta de resultados inciertos.
En “Reglas electorales y dinámicas políticas en la selección de candidatos. Cambios y continuidades de Alfonsín a los Kirchner”, los politólogos Miguel de Luca y María Inés Tula demostraron que desde el regreso de la democracia los partidos políticos de Argentina tuvieron plena autonomía para designar a sus candidatos, de acuerdo al monopolio institucional (cartas orgánicas) y a la hegemonía política (liderazgos internos). Este proceso de autarquía se modificó diametralmente en 2009, con la sanción de las PASO. Se trata de un fenómeno de reforma institucional que fue promovido también en las democracias regionales para impulsar la participación ciudadana y transformar las vetustas estructuras políticas que habían quedado fosilizadas.
En Chile, por caso, las últimas primarias dieron ganadores a Gabriel Boric, de la coalición de izquierda Apruebo Dignidad, y a Sebastián Sichel, de la derechista Chile Vamos. Ambos casos fueron inesperados porque quedaron por encima de los candidatos de los partidos tradicionales. Mientras que en Brasil y en Uruguay las primarias también han exigido a los políticos a discutir cuidadosamente sus propuestas para obtener la candidatura presidencial hablándole a la base política pero sopesando el peso del electorado independiente. Son elecciones internas que premian la moderación antes de pensar en la primera vuelta y mucho antes de diseñar un plan para el ballotage.
El revés a Macri debe ser entendido en este contexto como una sopresiva arma secreta de Larreta: una estrategia política que permite repensar esta elección primaria como si se tratase de una elección general. Una suerte de primera-primera vuelta electoral. En los hechos, un particular fenómeno que obliga a reparar en un potente caudal de voto que aún no se está midiendo en las encuestas. Es un volumen electoral impredecible. Y muy valioso.