COLUMNISTAS

El asunto no es la derecha, sino el volante

Estos Fernández son tremendos.

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Estos Fernández son tremendos.

Uno, Aníbal, el inefable ministro del Interior y futuro de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos, dice que Mauricio Macri no trabaja, que “siempre vivió de Franco, con mayúscula y con minúscula”. Lo trata de vago. De nene de papá.

El otro, Alberto, el superpoderoso Jefe de Gabinete y futuro ídem, dice que Macri “no entiende” el tema del traspaso de la Policía sin fondos, “no de mala persona, sino porque le cuesta sentarse a estudiar este país, que no es unitario sino federal”. Y le aconseja “estudiar un poco más”. Lo trata de burro. De tarambana.

Falta apenas una semana para empezar a comprobar si Aníbal Fernández se equivoca o no. Pero parece que Alberto Fernández habla sin saber. Porque parece que Macri lee.

Se dice que no hace mucho ha leído La silla del águila, la última novela del mexicano Carlos Fuentes, que habla de un presidente bonachón pero muy aburrido; de un consejero político bastante cruel e inútil, y de un jefe de policía que no tiene amigos porque los ha matado a todos.

“La fortuna política es un largo orgasmo, querido. El éxito tiene que ser mediato y lento en llegar para ser duradero. Un largo orgasmo, querido”, sentencia un personaje de la novela de Fuentes.

También se dice que Macri pudo terminar La rebelión de Atlas, de la anticomunista rusa Ayn Rand, seudónimo de Alissa Zinovievna Rosenbaum.

“El hombre (cada hombre) es un fin en sí mismo, no el medio para los fines de otros. Debe existir por su propio esfuerzo, sin sacrificarse a otros ni sacrificar a otros para sí mismo. La búsqueda de su propio interés racional y de su propia felicidad es el más alto propósito moral de su vida”, escribió en dicha obra Rand, campeona del “egoísmo racional” y creadora de la filosofía objetivista.

Y juran que el casi jefe de Gobierno porteño también pudo con “una biografía de Juan Bautista Alberdi”, acaso el personaje más institucionalizante de la biblioteca macrista.

“Con todos los cambios de personas el país no cambiará de suerte mientras no cambie el orden vicioso en que se encuentran colocados los intereses económicos de que dependen su vida, su bienestar y su progreso.” ¿Figurará esta cita de Alberdi en esa biografía?

No importa demasiado. La suerte de Macri (y la de sus 3 millones de casi gobernados) dependerá poco y nada del aprovechamiento que el ex presidente de Boca haya logrado de tales lecturas presuntas. Es más: se desconoce de qué va a depender exactamente.

El domingo 9 debutará la primera gestión en la historia de un hombre sin partido ni alianza de partidos.

El PRO, hasta ahora, se ha manifestado más bien como una especie de club house donde un grupo de gerentes escucha a Sui Generis y celebra los consejos motivadores de Macri y Gabriela Michetti, verdaderos factótums del triunfo de junio.

La selección del gabinete (que será presentado en público mañana, lunes) dio muestras bastante patentes de ello. Y de que Mauricio Macri podrá haber leído a Carlos Fuentes, a Ayn Rand y a Juan Bautista Alberdi (dicen que hasta ha leído a Toni Negri y Michel Foucault), pero pasó por alto la letra chica de ciertos currículums.

Ahí están los casos de Luis Rodríguez Felder (no llegó a asumir en Cultura por improvisado), Federico Young (Control Comunal, bastante pro-dictadura el hombre), Juan Pablo Piccardo (Espacio Público y Medio Ambiente, acusado por Isenbeck de administración fraudulenta) y Héctor Lostri (Planeamiento Urbano, procesado por negociaciones incompatibles con la función pública).

¿Torpeza? ¿Marketing negativo? Macri asegura que nada de eso, que son todas calumnias, puras agresiones de gente autoritaria, arteros palos en la rueda.

Habrá que ver, ante tan magra estructura, cómo funciona la mayoría macrista en la Legislatura porteña. Y qué sorpresas deparan los mini-superpoderes de Macri. Habrá que ver qué frutos le da el acuerdo parlamentario nacional con los Rodríguez Saá y Francisco De Narváez.

Por lo pronto, esa manera heterodoxa de construir entornos en los cuales viene pesando más la confianza personal que la confiabilidad pública genera, además, temblores internos en el PRO, aunque por ahora son leves.

El martes pasado, durante el cumpleaños de un amigo, un macrista que se jacta de haber sido factor clave del triunfo electoral se declaraba “en vías de arrepentimiento”. Como muestra de la “pobre generosidad política de Mauricio”, destacaba un dato personal que podría definir un estilo de liderazgo:

—¿Y qué querés? Si el tipo convoca reuniones a la una del mediodía y se hace traer una ensaladita para que todos lo veamos comer solo.

Macri llega a donde estará desde el próximo domingo gracias al desprestigio suicida del partidismo tradicional.

¿Quiénes son sus modelos? Macri dixit, de archivo:

- “El mejor intendente que tuvo la ciudad fue Osvaldo Cacciatore.”

- “Carlos Menem fue el reconstructor del país.”

- “Nuestro equipo será mejor que el de Arturo Frondizi.”

Flor de mezcla.

Algunos la explican desde un facilismo alarmante: “Macri es de derecha”, simplifican.

Sin embargo, su principal problema a futuro no provendría de la ideología. Sino de que el tiempo termine dándoles la razón a los Fernández.

De Blumberg a Bloomberg

Estuvo a punto de ser la gran novedad de las últimas elecciones nacionales, pero apenas se supo que Juan Carlos Blumberg nunca fue ingeniero todo cambió. De gladiador ineludible en la lucha contra la inseguridad, el papá de Axel pasó a ser una compañía inconveniente. Y Macri le dio la espalda.

Esta semana, mientras PERFIL y otros medios nacionales se ocupaban de los macristas seleccionados para integrar el gabinete porteño pese a estar “flojos de papeles”, el jefe del PRO se fue a Nueva York a entrevistarse con el alcalde Michael Bloomberg, quien sí es ingeniero (la electricidad es su fuerte) y, además, obtuvo un master en la Escuela de Negocios de Harvard.

La visita a Bloomberg, un magnate mediático que este año renunció al Partido Republicano y acaso se postule a la presidencia de los Estados Unidos, se concretó el miércoles. Fue en la sala de la Alcaldía donde Don Mike suele compartir momentos de distensión con sus empleados. Macri le propuso crear un foro que siga de cerca las problemáticas de cuatro grandes ciudades de continente: NY, Buenos Aires, San Pablo y México DF. Quedó en pansarlo, mientras servía él mismo el café negro y hablaba de su agenda cargadísima.

De Blumberg a Bloomberg, Macri vivió una transición demasiado larga e innecesariamente desgastante.