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El corazón o la cabeza

16-4-2023-Logo Perfil
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Hace poco me tocó leer un libro antipático, tal vez el más antipático que me tocó leer en la vida, La soledad del lector, de David Markson (La Bestia Equilátera). Tan antipático me resultó que hice una de esas cosas que uno pocas veces hace, que fue escribirle al editor para preguntarle por qué había decidido publicar semejante porquería. Contra lo que suele decirse, Chitarroni no se tomaba las cosas en serio, a mí no menos que a Markson, y respondió entre risas, curioso por saber qué era lo que me había resultado tan antipático en el pobre Markson. Le respondí que, entre otras cosas –la lista era larga– yo no toleraba la falta de precisión: Markson (que murió en 2010) hubiese sido hoy el típico sujeto que firma cualquier teoría conspirativa sin tomarse siquiera el trabajo de cruzar un par de datos en Internet. Su Reader’s Block fue publicado originalmente en 1996, es decir cuando Internet ya existía. Y el autor dispuso de catorce años para corregir algunos errores, pero naturalmente no quiso tomarse ese trabajo, lo que además de antipático nos permite llamarlo vago.

Lo que tanto me había molestado era, entre otras cosas, haber descrito la muerte de Vladirmir Maiakovski tal como podría describirla un taxista, diciendo que se había dado un tiro en la cabeza. En ese momento recordé una célebre página del HP y Giuseppe Bergman de Milo Manara, en donde en un momento, bajo el influjo de una droga muy poderosa, Giuseppe Bergman sufre una serie de alucinaciones encadenadas, y en medio de ellas se le aparece Maiakovski alcanzo el brazo con el que empuña un revólver y se dispara un tiro en la sien, a lo que Giuseppe, en medio del delirio, grita: “¡Maiakovski no se disparó un tiro en la cabeza!”

Bien, yo reaccioné igual, aunque estaba lejos de sufrir alucinaciones, más bien estaba adormecido por el aburrimiento, abúlico y malhumorado por la obligación de tener que leer un libro tan malo.A Luis aquelo le pareció una tontería, y probablemente lo sea, pero mi devoción hacia Maiakovski está tan lejos de la que pudiera sentir por Markson que el equívoco me resultó indignante, inaceptable.

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Maiakovski se disparó en el corazón, y eso es algo que sabe, comprende y predice cualquiera que ame verdaderamente la poesía: no podía haberse disparado en otro lugar. Son conocidas las palabras que escribió antes de dispararse: De mi muerte, no se culpe a nadie, y por favor, sin comentarios. Al difunto le molestaban enormemente. Mamá, hermanas, camaradas, perdónenme, –no es un método, no se lo aconsejo a nadie–, pero no tengo otra salida. Lily, ámame. Camarada Gobierno: mi familia se compone de Lily Brick, mamá, mis hermanas y Verónica Vitóldovna Polónskaia. Si les haces la vida soportable, muchas gracias. Envíen los versos sin terminar a los Brick. Ellos sabrán descifrarlos. Como se dice, el “incidente” ha terminado, “la barca del amor, se estrelló contra la vida cotidiana”. Estoy a mano con la vida, y es inútil recordar, dolores, desgracias, y ofensas recíprocas. Sigan felices.”

Eso fue el 14 de abril de 1930. En la foto se ve claramente la mancha gris en el corazón. Y sin embargo, sesenta y seis años después, no sesenta y seis horas o sesenta y seis días después, sesenta y seis años después, el señor Markson, muy suelto de cuerpo, dice que Maiakovski se pegó un tiro en la cabeza. Cosa que como es fácil imaginar implica y pone en juego una larga serie de apariencias, diferencias y predilecciones que sería largo y tedioso enumerar.

Yo le insistía a Chitarroni que hubiese debido corregir eso. Pero él se reía.