El video es absolutamente perfecto, impecable. Su diálogo se mueve en varios planos paralelos, con nosotros, que miramos, y con los que están allí filmando con ella, especialmente su hija. Todo transcurre sin orden, imprevisto, porque su charla no se parece a nada conocido por un presidente a excepción, tal vez, de Hugo Chávez o alguna vieja entrevista a Fidel Castro. Nunca un presidente armó un show de esa naturaleza.
Tengo mi momento preferido, que es cuando se levanta y sale de cámara. Sigo mirando y no lo puedo creer. Corren unos segundos eternos en la mayor espera e incertidumbre hasta que vuelve a aparecer, ahora con un perro. Un perro que además le muerde el pelo tres veces acompañando de ese modo impertinente su supuesta lección de historia latinoamericana.
Después de tanta ausencia visual de su persona, se esperaba una imagen. Ella caminando, ella saludando, ella sonriendo, ella enojada contra alguna corporación, ella hablando del diario La Nación, ella haciendo cualquier cosa que nos permitiera mirarla de nuevo. Pero apareció en formato fílmico, sin dejarnos verla en directo. Allí, encapsulada en su intimidad, nos enviaba un saludo a todos estirando un poco más su ostracismo.
Cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia, jugaba con el bastón presidencial, como sin importar si había un lado derecho o un revés. Cristina habla con los que están detrás de cámara, como Olmedo, sin importar nada las formas. Va y regresa de su mensaje, nos cuenta que el video lo está haciendo su hija, que para eso estudió cine, mientras se ríe a carcajadas; y a ella tampoco le parece relevante el derecho o el revés. La cámara y los planos de la filmación son su bastón presidencial, van y vienen.
Todo esto lo hace una persona que acaba de perder una elección. La lógica indicaría tristeza, pesar y reflexión. Pero eso es como sólo hablarle a la cámara, que es lo que el universo político aprende a hacer. De Narváez sale mucho en la tele, pero siempre bajo el mismo formato, igual que Melconian o Julio Bárbaro, a quien casi nadie se le ocurrió votar. Pierde la elección y aparece con un perro, eso es estupendo. Pierde la elección y sus niveles de imagen y aprobación de gestión crecen por encima del 50%, algo también que despista a todos. Otro dato más que sale de las reglas: derrotada en las urnas con imagen ascendente. Y de nuevo, ¿cuál es el derecho y el revés? ¿No había perdido?
Y la filmación es como el anuncio del comienzo del tour de Cristina, el video promocional de la gira. Al otro día juran los ministros nuevos en un clima de semiformalidad, uno de ellos incluso sin corbata (quién más que Cristina iba a tener un ministro sin corbata y con patillas) y, cuando todo termina, en realidad comienza. Camina hacia un balcón interno y allí su público estalla tal como si fuera una estrella de rock.
No habla sola en ese sitio, aparecen de repente montones de jóvenes que la rodean, la filman y le sacan fotos. Eso ya no era un discurso, era un concierto de Pearl Jam con los fans en el escenario simulando que ella y el público eran lo mismo. Como esto tampoco hay nada hoy en la política argentina. Ni siquiera el Partido Obrero, también lleno de jóvenes, pero todos muy estudiosos y militantes y que no verían con aceptación plena la suma adoración a una persona (sólo a Trotsky).
En toda esta informalidad, en todas estas escenas nuevas informales, en sus salidas de foco, en sus risas, está contenida su estrategia de resistencia. A lo nuevo le impone algo más nuevo aún; a Sergio Massa y su victoria le contesta con su escenario renovado y su ropa fuera de la zona de luto. A la derrota electoral y la felicidad de los opositores les muestra la salida de Moreno junto con el perro Simón. Pareciera como que acabara de asumir un nuevo gobierno, mientras Massa trata desesperadamente de que no se olviden de que él acaba de ganarle por doce puntos. El video es perfecto porque hace que todo navegue en una zona diferente, inesperada, y eso en política recibe muchos beneficios. Al que no le gusta, puede cambiar de canal, para encontrar sólo gente enojada, aburrida y encima sin perritos. Veremos si se quedan mirando.
*Sociólogo. Director de Ipsos-Mora y Araujo.