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ECONOMISTA DE LA SEMANA

El desafío de una mayor competitividad sectorial

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El mundo está dando señales de que la etapa de alta expansión de la década pasada, tanto de las economías emergentes como desarrolladas, no seguirá vigente en los próximos años. La economía global volverá a tasas de crecimiento más moderadas, con volatilidades en el ciclo económico de muchos países gravitantes, incertidumbre en torno al proceso de transición de la economía china y lo que pueda suceder con la tasa de interés en Estados Unidos. Lo que es claro es que, si bien el mundo seguirá creciendo, presentará mayores desafíos a la inserción internacional de los distintos sectores de la actividad y los precios de las commodities, que, sin ser bajos, se sostendrán en niveles que estarán lejos de los récords que supieron alcanzar.

En este escenario, Argentina tendrá el desafío de agregar mayor valor a la producción de alimentos y consolidar la de los sectores industriales más dinámicos, estratégicos y con mayor potencialidad a través de la inserción en las cadenas de valor regionales y globales. Para ello, y considerando que un escenario global más productivo será la regla hacia el futuro, mejorar la competitividad sectorial deberá adoptarse como un objetivo fundamental. Es decir, por un lado, alentar la productividad de las empresas en cuanto a las formas de producción y gestión de negocios, y por otro, adecuar todos los factores sistémicos para aproximar los sectores competitivos a los mercados deseados.

El cambio de ciclo que se inicia en diciembre ofrece a nuestro país una oportunidad inmejorable para avanzar en este sentido: la configuración de un entramado productivo que, en un marco de mayor integración a las cadenas globales de valor, pueda aprovechar nuestras potencialidades.
El caso paradigmático es el agroindustrial, sector en el que nuestro país posee grandes ventajas comparativas y un amplio margen para avanzar. Con una diversidad de ecosistemas que pocos países tienen y una abundante producción primaria, Argentina cuenta con todos los recursos necesarios para hacer el upgrade industrial a través de la incorporación de tecnología e innovación en los procesos productivos, lo que le permitiría especializarse en actividades de mayor valor agregado generando productos diferenciados y de alta calidad para abastecer a los mercados mundiales, que seguirán creciendo y se están volviendo cada día más exigentes.
Además del sector agroindustrial, nuestro país posee ventajas comparativas en áreas relacionadas con el petróleo y la minería, entre otras, donde a partir de la innovación y las inversiones requeridas, así como el eslabonamiento con otros sectores, el potencial de desarrollo es significativo.

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Pero también es relevante para cualquier país, y el nuestro en particular, crear nuevas ventajas comparativas en sectores con alto potencial de desarrollo. Argentina tiene una estructura productiva diversificada, elevada calificación de la mano de obra y un incipiente desarrollo en sectores de alta tecnología. Estos factores tienen que ser aprovechados optimizando la competitividad para aumentar el dinamismo de los sectores que tienen potencialidad de inserción regional y mundial. En particular, aquellos que generan valor agregado, elevados ingresos y utilizan altas proporciones de empleo calificado. Los laboratorios, la biotecnología y el software, entre otros, son algunos de estos nichos de alto dinamismo y creciente impacto en la estructura económica.

Es responsabilidad conjunta del sector público y privado coadyuvar a la creación de estas ventajas comparativas que permitan la inserción en las cadenas de valor. Por el lado de las empresas, a través de la incorporación de tecnologías, la constante capacitación de la mano de obra y la recepción de un mayor flujo de inversiones. La innovación, en particular, se vuelve un factor crítico en el desarrollo, dado que –más allá de la evolución técnica– es la herramienta que permite reaccionar ante los cambios que impone un mercado cada vez más dinámico y global.

Por el lado público, estas decisiones privadas deben ser alentadas mediante una política industrial adecuada, que priorice un enfoque sectorial además de transversal que impulse el crecimiento de aquellas áreas que más se ajustan a los objetivos de desarrollo nacional, y que deberían identificarse como estratégicas.
Sin embargo, la política industrial es necesaria pero no suficiente. Es tarea del Estado promover además un contexto propicio para que las capacidades productivas no resulten perjudicadas por los factores sistémicos. Así, es fundamental promover un ambiente macroeconómico saludable, un marco regulatorio e institucional claro y estable, infraestructura adecuada, el sistema de educación y capacitación, salud, innovación, y el desarrollo del mercado financiero y la posibilidad de financiar proyectos productivos de largo plazo. Es clave asimismo definir una estrategia de inserción externa, estableciendo complementariedades comerciales, productivas y económicas con el resto de Latinoamérica y de acercamiento a los países avanzados y los grandes emergentes.

Todos los esfuerzos que las empresas destinen en términos de inversión e innovación, y que se traducen en mejoras de competitividad empresarial, serán vanos si la política pública no acompaña. De esta manera, la articulación público-privada se vuelve elemental para potenciar la competitividad que permita a las empresas locales insertarse en las cadenas regionales y globales de valor.

Lo positivo para nuestro país es que no se parte de cero. Argentina dispone de una estructura industrial diversificada, con mucha historia y acumulación de capital y know-how, compuesta por una gran cantidad de empresas, muchas de ellas líderes en su segmento, con importante inserción internacional.
La gran pregunta que subyace es si en un contexto como el actual, en el cual nuestro país deberá destinar esfuerzos a reforzar sus lazos de integración con el mundo para facilitar la inserción de sus empresas en las cadenas globales, estos sectores tienen la capacidad de adquirir la competitividad suficiente para enfrentar la rivalidad internacional y prevalecer en un mundo de alto dinamismo, o si por sus condiciones deberán focalizarse en el entramado regional. Quizás la respuesta sea una cuestión de tiempo y exija la reconversión gradual y la asistencia temporal de aquellos sectores que no estén acordes a las características estructurales y la potencialidad de la Argentina.
En cualquier caso, lo que sí queda claro es que no tomar las medidas necesarias para perseguir el objetivo de mejorar la competitividad tendrá un costo muy alto: el desarrollo.

*Director de Abeceb. Ex secretariode Industria y Minería de la Nación.