Muchas veces se ha recurrido a la teoría de los juegos, y al “dilema del prisionero”, para interpretar situaciones de la política. Pocas veces ese modelo debe haber sido más pertinente que en la Provincia de Buenos Aires este año. Los personajes de la política están actuando como actores “racionales”, que toman decisiones a través de un estricto cálculo, analizando distintos escenarios en función de sus objetivos.
Como en el dilema del prisionero, estos jugadores tienen poca información acerca de lo que harán los otros jugadores, y disponen todos de la misma información acerca del contexto.
Los jugadores son Cristina de Kirchner, Daniel Scioli, Sergio Massa, Francisco De Narváez, la coalición denominada “progresista”, y puede agregarse a la lista a Mauricio Macri. La información disponible acerca del contexto es la posición que ocupa cada uno: Presidenta, gobernador, intendente, el candidato que derrotó a Kirchner en 2009, dirigentes de partidos desorganizados. También se conocen las ambiciones futuras de cada uno. De Cristina todo el mundo piensa que le gustaría ser reelecta, y que eso sería contrario a la ley vigente y, sobre todo, improbable; Scioli no puede volver a ser gobernador y aspira a ser presidente; Massa aspira a ser presidente –no poca gente ve esa ambición algo prematura– o a ser gobernador –lo que suena muy razonable–. De Narváez no nació en la Argentina, aunque le gustaría ser presidente, y aspira a ser gobernador. Macri notoriamente quiere ser presidente. Los dirigentes de la coalición de centroizquierda, por el momento, sólo aspiran a ser legisladores –esto es, juegan las cartas que corresponden a esta elección.
Se sabe bastante, además, acerca de la opinión pública en la Provincia. La Presidenta conserva una alta cuota de imagen y aprobación, mayoritariamente en las capas más pobres y en el Conurbano, pero sus soldados en el territorio están lejos de resultar tan agraciados; por lo tanto, no tiene buenos candidatos para ofrecer. Scioli es muy popular y su gestión es muy bien valorada por una mayoría de bonaerenses, pero el Gobierno Nacional lo trata mal.
Muchos se preguntan por qué el Gobierno lo ataca tanto, y sobre el eje de esa tensión la opinión pública hasta ahora, está más bien del lado del gobernador. Massa es extremadamente popular y su gestión al frente del municipio de Tigre proyecta una imagen muy favorable; pero no tiene partido y carece de una identidad política definida. Tanto él como Scioli son potables para muchos votantes kirchneristas, para muchos votantes opositores y aún más para muchos votantes indefinidos. De Narváez es confiable para mucha gente, pero a la vez incierto; la gente se pregunta por qué no está aliado al PRO, como en 2009, cuando fue un “tapado” que sorprendió al final. Los dirigentes de la coalición de centroizquierda tienen imágenes menos sólidas, su fuerza radica más bien en la unión entre todos, pero ésta es muy reciente y aún deben mostrar sus nuevas cartas. Macri no juega en la Provincia, pero su fuerza en Capital se proyecta en parte sobre ella y gravita sobre el lugar que De Narváez podría ocupar.
Cada uno debe jugar sus cartas. Cristina arriesga perder muchos diputados por no disponer de buenos candidatos; quiere que Scioli vuelque su popularidad avalando su lista, pero le retacea apoyo, aunque suele terminar accediendo a una transacción. Querría que Massa no compita, le teme a su potencial electoral. Scioli necesita legisladores que respalden su gestión y lo acompañen en los próximos dos años; está en juego su capital de imagen en la opinión pública, que podría dañarse tanto si se diluye detrás de la Presidenta como si se convirtiese en un opositor más. Massa es exitoso como intendente de Tigre; si compitiese y ganase, sumaría muchos puntos, pero pasaría a ser diputado, desde donde es difícil proyectarse con alto perfil. De Narváez debe pensar en sus posibilidades de acceder al gobierno provincial en 2015.
Qué cartas le conviene jugar a cada uno está lejos de ser obvio. Las historias cotidianas acerca de cómo procesan la decisión que deben tomar son material de folletín periodístico divertido. Pero lo cierto es que cada uno procura ser tan racional como le resulta posible, y que de ese juego de racionalidades parciales surgirá un resultado que puede influir enormemente en la política argentina de los próximos años. En el momento de escribirse estas líneas estamos en la misma incertidumbre que sufren los jugadores; cuando se publiquen, todos sabremos qué decidieron hacer. Y dentro de tres meses se votará y se levantará el telón del futuro.
*Sociólogo.