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Liquidez que va y viene

El dilema de una mala política macro

La economía está inmersa en una dinámica que busca garantizar niveles de producción a costa de emisión, sin que se fuguen dólares del sistema, y a veces se enreda.

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default | Cedoc

Como le vengo contando desde hace rato, la macroeconomía argentina presenta un problema central: sobran pesos y faltan dólares. Sobran pesos, siempre en sentido macroeconómico, porque parte del gasto público se financia con emisión del Banco Central, que además tiene que emitir para comprar los dólares del balance comercial y no retira demasiados pesos del sistema para mantener negativa a la tasa de interés, por debajo de la tasa de inflación, y poder subsidiar el escaso crédito disponible, mientras desalienta el ahorro y estimula el consumo.
Y faltan dólares porque, entre la pérdida de competitividad que afecta exportaciones e importaciones, la pésima política de precios del petróleo y el gas, y las restricciones al movimiento de capitales que frenaron la salida pero también el ingreso de fondos al sector privado, sumadas al cepo y la desconfianza que hizo que los dólares depositados en los bancos huyeran hacia las cajas de seguridad, los colchones o las cuentas en el exterior, el BCRA no para de perder reservas.

Ahora bien, el Gobierno necesita que sigan sobrando pesos para sostener el nivel de actividad y financiar el gasto preelectoral, y a su vez necesita recuperar reservas para seguir administrando el precio del dólar y no entrar en un mayor desorden inflacionario. Pero se trata de objetivos contrapuestos.

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El “sobrante” de pesos se transforma en parte en aumentos de precios, en parte en demanda de dólares “libres”, presionando sobre su precio y la brecha, y en parte en demanda de bienes y servicios. Pero la demanda de bienes requiere más importaciones de insumos, materias primas o bienes finales, y el aumento de la brecha induce a una mayor “importación” de servicios. Es decir, turismo al exterior, sobre y subfacturaciones, etcétera. Por lo tanto, al final del día, más pesos terminan en menos dólares.

Como el Gobierno no quiere rendirse ante este dilema de hierro de la macroeconomía, inventa parches todos los días.
Cada vez que pone más pesos tiene que buscar alguna forma de evitar que se vayan más dólares. Pero sabe que si lo hace restringiendo las importaciones de bienes se le cae el nivel de actividad, y eso afecta sus aspiraciones electorales. Entonces, ataca por el lado de las tarjetas de crédito en el exterior, el turismo, etcétera. O busca por el lado del blanqueo. Pero más restricciones en el mercado oficial de dólares presionan sobre el mercado libre, dado que esos pesos querían dólares de cualquier manera. Esa presión sube la brecha. Entonces, para evitar que la brecha desestabilice aun más la economía, sale a vender bonos en dólares de la Anses o la banca oficial. Pero esa maniobra tiene patas cortas: cuando logra bajar el precio del dólar en el mercado informal, aparecen nuevos compradores deseosos de desprenderse de sus pesos a ese precio, percibido como más barato.

Mientras , como el resto de los pesos sobrantes se vuelca a bienes y servicios, eso da lugar, como decíamos, a más importaciones o más inflación.

Para evitar más inflación se congelan los precios de algunos productos de la canasta básica y se trata de “vigilar” el aumento del resto, procurando evitar que los incrementos de salarios nominales de las paritarias se derritan. Pero esto afecta, por un lado, la rentabilidad de las empresas, y además, como el tipo de cambio oficial tiene que evolucionar por debajo de la inflación y los ajustes salariales para servir de “ancla”, entonces el costo laboral en dólares aumenta.
Ambos factores frenan la expansión de la oferta y la creación de empleo privado. Y, por lo tanto, hay que poner más pesos públicos para mantener “viva” a la economía, al menos hasta las elecciones. Y meter más pesos, bueno... relea los párrafos anteriores.

Y ésta es la absurda macro en la que estamos metidos. Luego vendrán los parches para intentar mejorar la competitividad de algunos sectores sin modificar el tipo de cambio, como pasó con el trigo. O, eventualmente, algún programa de “Cedines” para incentivar exportaciones o pagar importaciones. O la baja, de prepo, del precio de algunos insumos básicos. O algún otro invento.
Sólo un “milagro” en el sector externo, que modifique la oferta de dólares, podría impedir que tarde o temprano haya que hacer macro en serio. Cuanto más tarde, peor.