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El disparate de escribir sobre Messi y Miami

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Messi. No para de hacer goles en el paraíso neoliberal. | AFP

El otro día me acordaba de una anécdota con mi abuela Clara. La primera vez que publiqué un artículo la llamé y le dije que había salido en el diario. Me contestó: “¿En la sección policiales…?”. No fue el caso esta semana… ¡Pero sí salí en las redes! Recibiendo insultos, por supuesto –incluso de escritores macristas– que vendría a ser bastante parecido a la sección policiales… ¿Cuál fue mi delito? Intentar pensar un poco. No tengo redes, pero no parece ser ese el lugar ideal para proponer ideas, pensamientos, incluso debates. ¿Serán los diarios ese lugar? Cada vez lo creo menos. No obstante, aquí estoy, fin de semana a fin de semana, tipeando rápido con la ilusión de que alguna idea llegue a los lectores y compartamos una comunidad de modesta reflexión.

La columna de la semana pasada versaba sobre el lugar que ocupa Miami en el imaginario de las clases medias y altas argentinas, y cómo la llegada de Messi al Inter de esa ciudad hace sistema con ese imaginario. Vayamos para atrás: desde el siglo XIX hasta mediados del XX, el imaginario, en especial el porteño, soñaba con Europa, sobre todo con París. Esa era la referencia cultural, estética, ideológica, el modelo de vida al que se deseaba imitar. A partir del 76, con la llegada de eso que habitualmente se llama “neoliberalismo” –que es mucho más que un plan económico: es un modo de estar en el mundo, un conjunto de creencias sobre cómo vivir– esa centralidad europea fue mutando, y ya en el menemismo Miami se convirtió en una referencia clave para esas clases medias y altas. Un modo de vida, de eso hablaba la otra vez. La estética urbana de Miami se replica en Buenos Aires en los shoppings, en Nordelta, en Puerto Madero, entre otras zonas y sitios. Miami como modo de vida encarna el clima de época de la Buenos Aires desde el 76 a la fecha. Y aquí va mi delito: dije (ay, tengo miedo de volver a decirlo…) que la presencia de Messi en Miami (con todo lo que genera, lean si no, las notas casi diarias en Clarín sobre el tema) se imbrica con ese imaginario social, con ese modo de vida que Miami propone, y que las clases medias y altas argentinas imitan con inmensa fruición.

Por Messi, más argentinos quieren viajar a Miami

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2.141. 2.141 caracteres de una columna de 3 mil acabo de gastar en explicar algo tan obvio como el sol sale por el este, o que el agua, en el llano, hierve a cien grados. No importa, al fin y al cabo eso también es el periodismo: repetir lo viejo como si fuera nuevo. Entre tanto, me quedé casi sin espacio para hablar del partidazo de Argentinos Juniors el otro día contra Fluminense, que creo que se lo empataron por falta de experiencia (el arquero haciéndose expulsar tontamente, los centrales casi chocándose entre ellos en el gol del Flu), ni de este Boca que no juega a nada y pone todas las fichas a Cavani, que fue crack –y tal vez lo siga siendo, habrá que ver– pero que no es Messi (¡Ay, reculé! ¡Ahora hablo bien de Messi como megacrak histórico!), ni de River que gana incluso cuando no juega bien. Los octavos de la Copa empezaron mucho mejor de lo que esperaba.