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Lo que me desagrada de Messi en Miami

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Show. Messi, Miami y las razones estético-ideológicas. | NA

Hay algo desagradable en la llegada de Messi a Miami. No, no debería haberlo dicho así, como un dato inapelable, casi objetivo, que me deja afuera, como si la frase no tuviera sujeto. Pues, empiezo de vuelta: hay algo que me desagrada en la llegada de Messi a Miami. ¿Será que los propietarios de club (la franquicia, como le dicen…ay, esa jerga del marketing empresarial aplicada al fútbol también me desagrada) tienen un pasado de fondos oscuros y toda clase de actividades sospechosas y sospechadas? No lo creo. ¿Acaso Qatar, propietario del PSG, tiene un prontuario más limpio? ¿Y los clubes esponsoreados por empresas de juegos online? Mmmm…. Tarde o temprano se deberá hablar de la guita negra, de origen dudoso, lavados y demás asuntos turbios que circulan por el fútbol (como por tantos otros lados).

Pero no, no es eso lo que me incomoda de Messi en Miami. Creo que son las razones por las que juega allá. Claramente no es por razones futbolísticas, un fútbol muy menor, que juega a un ritmo casi de jubilados, en un campeonato que ni descensos tiene. Tampoco creo que haya ido por temas económicos. Cualquier petromonarquía dictatorial de Medio Oriente le hubiera ofrecido más. Es, para mí, por otra razón. Una causa difícil de definir, sobre la que tengo intuiciones casi balbuceantes, no logro elaborar una teoría, ni al menos una hipótesis bien argumentada. Pero incluso con todas esas carencias (mías) creo que las razones por las que se fue a Miami son de orden ideológico.

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O, en todo caso, estético-ideológicas. Con esa decisión, Messi expresa, casi como símbolo, el lugar central que ocupa Miami en el imaginario de las clases medias y altas (y altísimas) de los centros urbanos de Argentina, como Buenos Aires, pero también Rosario. Durante décadas, esas clases soñaban con Europa, con París. Pero desde la dictadura del 76, y luego el menemismo, el modelo viró a Miami. Miami es una forma de estar en el mundo que ya está instalada entre nosotros, incluso en términos urbanísticos. ¿Acaso Nordelta no es Miami? Y Puerto Madero, ¿qué es? Miami es el modelo a imitar, un aspiracional para esos sectores. La decadencia cultural de las clases altas, el orgullo en su ignorancia –de la que Macri es un emblema–, se expresa en la aspiración al mundo Miami. Al shopping y al consumo frívolo, a los goles que se festejan con fuegos artificiales que salen detrás de los arcos, al show mediático ante todo, al público que se retira del estadio cuando sacan a Messi, a los condominios de lujo hechos con mal gusto, a los edificios con amenities, gimnasios, y nuevos ricos. Miami es Susana Giménez y Tinelli. Ahora también es Messi.

Se dirá: es una decisión de vida privada (su familia, etc.), sobre la que no se puede opinar. Es que no estoy opinando sobre un asunto privado, jamás lo haría, sino que estoy intentando pensar más allá, y ver qué se expresa en términos socioculturales, en términos ideológico-estéticos o, dicho de otro modo, de qué manera Messi en Miami expresa algo de nuestro clima de época.