Por momentos, Scioli sigue masticando veneno. Ni siquiera la posibilidad de convertirse en presidente electo en dos semanas tranquiliza su alma, mortificada por una Cristina que, ahora sí, ve lo cerca que puede estar el fin de su ciclo.
PERFIL viene contando en las últimas semanas los cortocircuitos no tan evidentes que agrietan un vínculo político (porque personal nunca hubo) complejo. Hoy aportamos nuevos elementos que consolidan los chispazos.
Scioli siente que cada día que pasa Cristina lo necesita más a él que a la inversa. Así también entiende la bendición presidencial por su candidatura única dentro del Frente para la Victoria. Pero toma nota de la rebeldía cristinista a la inexorable mutación, la del dolor de ya no ser.
Como marca el manual peronista, primero se muestran los dientes a través de terceros. Se llamen Bein, Blejer, Urtubey. O Carlotto, Kicillof, Bonafini. Ya llegará el cara a cara.
No es conflictivo, Scioli, está claro. Pero a no confiarse. No sólo Kirchner decía en las rondas de whisky en Olivos que el actual gobernador era un HDP: lo mismo repite hoy en privado un dirigente clave que trabajó desde Duhalde para acá con todos los inquilinos de la Rosada, y aspira a continuar progresando.
El sciolismo jura que no habrá doble comando. Pensar eso es no conocerlo a Daniel, dicen. Y disfrutan la mudanza de lealtades que detectan, tan típicas del peronismo. ¿Y si Ella saca los pies del plato? Responden que no lo hará, más por necesidad que por convencimiento. Porque además se quedará sola. Y sabe que estará la carta de Comodoro Py a mano. Se verá.