Si no existiese en la sociedad Argentina la enorme inquietud proveniente de las condiciones inseguras de nuestra vida cotidiana, no hay dudas acerca de que estaría en primer lugar, como hace tiempo no ocurría, la preocupación por la situación de empleo y de ingresos de los hogares.
Quizás es una de las razones por la que no se desarmó la estrategia de disimular la realidad y la construcción de un mundo ideal a través de las estadísticas públicas en el Indec. No se trata, por cierto, sólo de la invención de un índice fantasioso de precios minoristas; el ejercicio del ocultamiento o de la mentira se fue extendiendo como una mancha de aceite. En materia ocupacional, recientemente hubo dos anuncios que, si no fueran tan dramáticos, deberían ser premiados por su dosis de humor.
Uno de ellos, de estos días, refiere a la difusión de las cifras de ingresos salariales de los trabajadores precarios sensiblemente por encima de la que habrían beneficiado a los trabajadores cubiertos por las normas legales. En condiciones de complicaciones en el mercado de trabajo el comportamiento típico se manifiesta en un empeoramiento de la calidad del empleo y en un deterioro de los ingresos. En ese contexto hay pérdida de puestos protegidos, mayor chance de conseguir empleo pero en condiciones precarias y un achatamiento de las remuneraciones. Sin embargo el último informe de INDEC niega eso: en un año el empleo precario habría recibido un alza de más del 40% y el empleo protegido unos 10 puntos porcentuales menos. ¿Será un error u otra cosa?
Otro ejemplo se encuentra en el último informe sobre empleo de la Encuesta de Hogares referido al 2° trimestre de este año. Esos datos dicen que la proporción de personas ocupadas en el total de la población (tasa de empleo) cayó casi dos puntos porcentuales respecto de un año atrás. Sin embargo, los valores absolutos incluidos en ese informe, muestran una cifra de ocupación casi idéntica a la del año anterior.
¿Cómo puede conciliarse una cosa con otra? Muy sencillo: el universo poblacional al que le aplican la tasa actual (41,4% frente al 43,1% de 2013) está agrandado artificialmente, con el argumento de que se ajustaron los valores en base a los resultados del Censo de 2010. En los hechos, en lugar del 1% de aumento de la población (que es el ritmo anual en Argentina desde hace al menos dos décadas) se cuantificó un total que resulta muy superior pues implica una suba del 4% en el año, es decir, cuatro veces mayor. Con ese procedimiento, se oculta la caída del empleo que, sin ese artilugio, debería mostrar una pérdida de casi medio millón de trabajadores. Esa disminución es algo más del 10% de todo el aumento del empleo en la década reciente.
Sabíamos que el aumento del empleo fue un resultado virtuoso de la recuperación económica pos crisis de 2001-2002. Pero que duró pocos años, los que fueron seguidos de un paulatino descenso en el ritmo de creación de puestos de trabajo. A ello se agrega, ahora, un proceso ostensible de destrucción de empleo. El ejemplo ilustra, al mismo tiempo, la seriedad de la situación ocupacional actual y la perduración de la perversidad en el manejo de las estadísticas. Tal coincidencia parece difícil atribuirla a la casualidad.
* Director del CEPED / Investigador del CONICET