“Maldito sea de día y maldito sea de noche; maldito al acostarse y maldito al levantarse; maldito sea al entrar y al salir; no quiera el Altísimo perdonarle, hasta que su furor abrace a este hombre, lance sobre él todas las maldiciones y borre su nombre de bajo los cielos.”
Acta de excomunión de Baruch Spinoza (1632-1677); Amsterdam, 27 de julio de 1656.
El mismo día en el que un negro asumía la presidencia de Estados Unidos, nuestro primer mandatario, una mujer, andaba a los abrazos con Raúl Castro, en Cuba. ¡Wow! Y eso no es nada, muchachos. Lanata empezó su segunda temporada en el Maipo, Moria jura que Luciano Garbellano es más bueno que el padre Farinello; Maradona sobreactúa y ya habla como Morales Solá, Ruggeri la juega ¡Santo Buñuel! de Ese oscuro objeto de deseo; Racing busca jugadores en las Páginas Amarillas, Independiente ahorra para terminarse la casita, Fabbiani y Pavone son las chicas del verano, a River lo cambian por equipos de Segunda y Boca, en un exceso de circularidad, contrata a un mánager para generar recursos que permitan pagar, entre otras cosas, el costo de su contrato. Uf.
Uno se acostumbra de a poco a vivir en un mundo extraño; pero, ¿no es demasiado loco todo?
Hablando de rarezas, ahí lo tienen a Mauricio Caranta, tratado como un infiel sin hoguera. ¿Cuál fue su innombrable pecado? ¿Qué tanto hizo como para ser marginado de manera tan poco elegante? ¿Qué puede ser tan terrible en un ambiente donde los odiados se abrazan con sus odiadores con tal de alcanzar la gloria fugaz y premios en moneda fuerte?
Baruch Spinoza, si me permiten la audacia de la comparación, fue ferozmente perseguido, agredido, prohibido y maldecido, antes y después de muerto. Pero su problema fue nacer en el siglo XVII, ser un genio y andar diciendo cosas inapropiadas para la época, como por ejemplo Deus sirve natura, Dios o la natulareza, frase que puso nervioso a más de un santo varón con pocas pulgas. No es el caso del pobre Caranta, obvio.
Nuestro arquero maldito, al menos, no cometió la imprudencia de perder. Quiero decir, salió campeón; lo que al menos lo salva frente una de las estupideces con mejor prensa de la historia: sólo sirve ganar; nadie se acuerda del segundo. Permítanme un segundo para refutar esta pequeña idea. Ni siquiera recurriré a la Holanda de Cruyff, tan fantástica y virgen de copas. Me valdré del arte, como buen snob. Allá voy.
¿Recuerdan el tango Hasta el último tren? ¿Ah, no? ¿Ni idea? OK. ¿Y Balada para un loco? Esa sí, ¿verdad? Bueh, resulta que en el Festival Buenos Aires de la Canción 1969, transmitido en directo por la tele, ganó la del tren y la balada terminó segunda. ¡Piazzolla, no existís! Lo mismo con El ciudadano, que perdió el Oscar de 1941 con ¡Qué verde era mi valle! ¡Orson Wells, tú no has ganado nada! Listo. Gracias.
Sigamos con Caranta. Ganador, buen profesional, seguro en el arco y para nada mediático. Fue siempre así, hasta el extraño día de octubre en el que pidió no jugar contra Estudiantes. Glup.
Primer acto del sainete: Ischia lo anuncia, incómodo. Caranta, al rato, la embarra al interpretar un hit del repertorio futbolero: “No sé, hablen con el técnico; no pido explicaciones cuando juego ni cuando salgo”. Para colmo, lo mandan a hablar y, antes de cualquier pregunta, ¡le cortan el micrófono! Increíble. Boca igual sale campeón con chicos en el arco, mientras melonea a Abbondanzieri. El ex presiona tanto para volver al nido que, oh paradoja,repite el pecado original de Caranta y le pide al técnico de Getafe no jugar. Apasionante. ¿No es un guión divertidísimo?
Menos que mató a Rucci, de Caranta se dijo de todo. A ver, probemos con una dialéctica de morondanga para analizar cada rumor.
Tesis 1: se odia con Riquelme. Antítesis: ¿y?, si fuera por eso, el equipo se concentraría en un taxi. Después del caso Cáceres, hasta podría quedarse a cebarle mate. Síntesis: no parece motivo suficiente, salvo que la pelea incluya algún elemento más denso, o inconfesable.
Tesis 2: problemas familiares. Se dijo que su hija tuvo una crisis anímica por las críticas que recibía. Antítesis: mm... Hablamos de un jugador con rodaje; es impensable que lo quiebre algo así. Síntesis: difícil. Ischia no lo habría tomado tan mal. A menos que... Uy.
Tesis 3: venganza. Le pidió un favor a Ischia y después lo mandó al frente. Antítesis: nadie arma semejante escándalo legal con más escribanos que arqueros por tan poca cosa. Fea actitud, pero desmesurada la condena. Síntesis: si esto es así, Ischia se fue de mambo. Y Bianchi... ¿Y Bianchi?
Tesis 4: cuestiones sexuales. Antítesis: un clásico. Fantasía favorita del imaginario popular desde la caída del Muro, el affaire Ameli-Tuzzio y el boom Flor de la V. Síntesis: bla bla. En esos casos se negocia en voz baja, se arreglan salidas elegantes o se acepta hasta a Marylin Manson en celo si sirve para ganar. Se evita el papelón. O... no.
Hay que ser inteligente, dicen en el fútbol para disimular la idea madre: si trampeamos, hagámoslo bien. En ese amable ámbito de corruptela barata es, justamente, donde se humilla sin piedad a Caranta, sin respetar derechos ni dar explicaciones. Lo hacen, y ya. A otro arquero.
No es intención de estas líneas defender a nadie, aclaro. Entre otras cosas, porque ni idea tengo de cuál fue su espantoso delito. Algo así le pasaba al señor K. de Kafka, en El proceso. Pero mejor no sigo, porque a mí se me da por asociar y la mente suele ser traviesa y traicionera, colegas de diván.