La gran crisis de 2001 instaló un nuevo consenso social, con eje en el rol central del Estado. El kirchnerismo aprovechó bien esa creencia y desarrolló una serie de políticas que han contribuido a su hegemonía política en estos más de doce años, como las estatizaciones de YPF y Aerolíneas Argentinas, la Asignación Universal por Hijo (AUH) y la televisación gratuita del fútbol profesional.
Desechó, en cambio, otras políticas basadas en el Estado, como, por ejemplo, las obras hidráulicas que habrían impedido, al menos mitigado, las recientes inundaciones. O la capacitación de las legiones de subsidiados que no pueden salir de la pobreza: se calculan en 8 millones los beneficiarios de subsidios sociales; según los números oficiales, 3.7 millones de chicos reciben la AUH, el 30 por ciento del total (es el número del gobierno más indicativo de la pobreza real).
La pregunta es por qué el Estado financia el Fútbol para Todos y no las obras contra las inundaciones, la capacitación laboral o una educación de calidad para todos y todas.
La explicación es relativamente sencilla y desnuda el tipo de política que anima a buena parte de nuestros dirigentes pero que refleja a los votantes que en las urnas premian esa manera de hacer política.
Dado que los recursos son siempre escasos (el dinero es finito, aunque las retenciones a la soja hayan derivado muchísimos recursos al gobierno nacional), los políticos tienen que establecer prioridades, que en nuestra Argentina están guiadas por las encuestas y los votos.
¿Qué es lo que quiere la gente? y ¿qué es lo que me da más votos? son las dos preguntas básicas que se hacen nuestros políticos.
Al menos hasta ahora, las encuestas no han detectado que las inundaciones sean una de las principales preocupaciones de los argentinos. Además, son obras caras y no se ven; en todo caso, sirven para fenómenos que se dan una vez al año, y los políticos calculan que luego sale el sol y el problema desaparece.
En cambio, el fútbol es un evento permanente; una pasión de multitudes que se renueva todos los fines de semanas. Es nuestro circo, del que participamos cómodamente sentados en el living, con el control en la mano. Y es verdaderamente universal: favorece a todos; a pobres, a sectores medios y a ricos.
Tiene otras ventajas: inocula respetables dosis de propaganda oficial en el entretiempo; genera contenidos para canales de TV privados; subordina a la AFA y a los clubes de fútbol; permite contratar (sin ninguna transparencia) a una legión de proveedores, entre ellos numerosos periodistas, etcétera.
Son tantas las ventajas que ningún candidato presidencial postula revisar la prioridad del Fútbol para Todos. Se trata de un hallazgo kirchnerista que, obviamente, Daniel Scioli piensa mantener. Pero, también Mauricio Macri y Sergio Massa, aunque con una aclaración: dicen que será financiado por la publicidad privada y que no será utilizado para la propaganda oficial.
Sin embargo, los números no dan: la publicidad privada en la TV abierta es, en total, de unos 14 mil millones de pesos por año; para Fútbol para Todos se necesitan por lo menos 1.700 millones de pesos, pero con un atractivo restringido a las marcas destinadas al público masculino.
No importa: la cuestión es mantener un programa que, como todos sabemos, seguirá siendo financiado por el presupuesto público. El problema es que el dinero no alcanza para todo.
*Editor ejecutivo de la revista Fortuna, su último libro es “Doce Noches. 2001: el fracaso de la Alianza, el golpe peronista y el origen del kirchnerismo”.