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acuerdo con el fmi

El Gobierno en su laberinto

Por un lado, necesita cerrar la negociación para evitar el default. Por otro, esto agita la interna en el FdT.

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“Bombita Fernandez’’ | Pablo Temes

Hace poco menos de un mes el presidente Alberto Fernández se dirigía a la ciudadanía a través de un mensaje grabado anunciando que su gobierno había llegado a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, despejando así el temor a un eventual default con el organismo. Cuando faltan días para que el Presidente se dirija al Congreso en la sesión de apertura de sesiones ordinarias el acuerdo anunciado brilla por su ausencia. Un borrador del mismo, filtrado esta semana a la prensa, muestra que aún hay temas en discusión entre el staff del Fondo y el equipo económico. Si bien hay consenso en torno a las metas sobre la base de las cuales la Argentina será evaluada trimestralmente por el FMI, aún resta definir cómo se logrará cumplir con esas metas. La magnitud de la reducción de subsidios en materia de energía se ha convertido en el eje de las discusiones que mantienen el Gobierno y el Fondo.

Casi un mes después del anuncio del 28 de enero, la soga al cuello y la espada de Damocles mencionados por el presidente en su mensaje siguen ahí. La Argentina no cuenta con recursos para afrontar los próximos vencimientos del FMI. Para cuando Fernández hable ante la Asamblea Legislativa quedarán tan solo 20 días para que: 1) el Gobierno alcance un acuerdo; 2) lo envíe al Congreso (si es que no lo ha hecho entre hoy y el lunes); 3) éste lo apruebe y 4) el Directorio del Fondo ponga el gancho. La Argentina está jugando en tiempo de descuento.

El mensaje del 28 de enero marcó para el oficialismo una divisoria de aguas. Las tensiones en el seno del Frente de Todos, que no son nuevas ni desconocidas, se agudizaron. La renuncia del hijo vicepresidencial a la jefatura del bloque oficialista en diputados no se tradujo en una fractura expuesta del FdT, pero sus secuelas están a la vista. No hay cohesión dentro del oficialismo respecto del acuerdo con el FMI y ello genera incertidumbre respecto de la suerte que el mismo podría correr durante su paso por el Congreso.  

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El fracaso de las sesiones extraordinarias convocadas por el Poder Ejecutivo el 26 de enero pasado es una muestra de las tensiones internas del FdT. El rechazo de los senadores oficialistas a ingresar el programa del FMI por el Senado es otra prueba de ello.

No hay fractura expuesta, es cierto. Las distintas tribus de la gran familia que es el FdT siguen viviendo bajo un mismo techo. Las facciones del oficialismo, y particularmente el presidente y la vicepresidenta, se asemejan a esos matrimonios agrietados en los que el amor se ha agotado, la convivencia es por momentos insoportable, pero a la vez inevitable dado que por una diversidad de circunstancias la separación es imposible, y entonces no queda otra alternativa que armarse de paciencia, apretar los dientes y continuar viviendo bajo el mismo techo. “Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera”, escribió Tolstoi al comienzo de Ana Karenina.

No hay invencibles. Hasta las elecciones de noviembre pasado para algunos era una verdad cuasi-irrefutable la infalibilidad electoral del peronismo unificado. Quienes así pensaban comprobaron amargamente la falibilidad de sus verdades irrefutables. El peronismo unificado no es invencible. Si unido puede ser derrotado, más aún si sus distintas tribus deciden competir por separado en 2023 frente a una oposición unificada.

La unidad no garantiza el triunfo y para peor aún, a los ojos del ala kirchnerista el arreglo con el FMI más bien conduce a una derrota electoral. ¿Qué hacer entonces? Si es tanta la certeza sobre el resultado electoral de 2023 –en opinión de quien escribe es algo temerario hacer pronósticos tan certeros cuando aún restan 20 meses para la elección presidencial– y el oficialismo inevitablemente marcha a una derrota, entonces “mejor preservar las banderas y no arrodillarse ante el Fondo” parecería ser el razonamiento de los díscolos dentro del FdT.

En todo caso que sean otros quienes carguen con el costo político del arreglo con el FMI. Posiblemente este enfoque tenga validez ante los fieles y sirva para evitar fugas de los votantes del núcleo duro. Sin embargo, el grueso del electorado juzgará al oficialismo por su gestión, sin hacer distinciones.  Se compartirán tanto ganancias como pérdidas.

Restan tres semanas para evitar el default con el FMI. A priori parecería que una mayoría de legisladores, independientemente de su color político, prefiere evitar caer en default con el organismo lo cual sugiere que la probabilidad de aprobación a tiempo del arreglo es alta. Frente a este tipo de situaciones es usual suponer que se evitará el peor resultado posible dado que ‘primará la racionalidad’ de los distintos actores.

Semejante optimismo no es aconsejable. En primer lugar, lo que para algunos actores puede resultar irracional (caer en atrasos con el FMI, por las consecuencias que ello acarrearía) para otros puede no serlo tanto. En segundo lugar, porque con tiempos tan cortos y márgenes de maniobra tan estrechos no pueden descartarse errores. Las semanas que quedan hasta el 21 de marzo servirán para evaluar hasta qué punto están acertados quienes confían en que dentro de nuestra clase política “primará la racionalidad”.

¿Y si no se llegase a tiempo al 21 de marzo? ¿Qué ocurrirá si la Argentina entra en default con el Fondo? Desde el punto de vista burocrático pueden pasar algunos meses hasta que el organismo suspenda el acceso a sus recursos y sea necesario recurrir a un tercero para ponerse al día con los vencimientos impagos. El tema es otro. Independientemente de los aspectos más técnicos, el lector puede imaginar las consecuencias inmediatas de caer en default con el Fondo.

Probablemente el escenario tan temido no ocurra. Pero la historia no se acaba el 21 de marzo. ¿Qué pasará el día después? Como solía decir Víctor Sueyro, “esto recién empieza”. Cada tres meses la Argentina enfrentará una evaluación por parte de una misión del Fondo. Las revisiones trimestrales probablemente continuarán agitando las aguas dentro de la agrietada familia oficialista.