Al final y sorpresivamente, los médicos de la Corte Suprema le diagnosticaron al principal grupo de medios del país un mal que –si bien no es mortal– requiere tratamiento crónico. El paciente deberá bajar el estrés para afrontar lo que viene y camina por despachos de abogados y de jueces amigos para ver si puede tomar algo de aire, al menos hasta 2015.
No deja de resultar curioso cómo la Presidenta logró contagiar a Clarín sus dolencias, metafóricamente hablando, claro. Hace apenas una semana, a Ella la daban por terminada y a Ellos por triunfantes. Con velocidad, los destinos se intercambiaron. Pero así como aquel primer análisis no debía ser tan tajante, tampoco debería serlo el nuevo: en la política y en el poder conviene no dar por muerto a nadie.
En nombre de ello, todo se puede acomodar. Por caso, el parte médico de la Favaloro del viernes estaba listo el jueves. Pero el Gobierno no quiso sacarle el protagonismo estelar ese día a Martín Sabbatella, que condujo una ruidosa ambulancia hacia el corazón de Clarín. Y no precisamente para salvarlo