Karl Marx decía que el capitalismo lleva en sus entrañas la semilla de su propia destrucción. Salvando todas las distancias podríamos decir lo mismo del kirchnerismo. No parece haber enemigo externo capaz de derrotarlo. Ni la inflación, ni la corrupción que no es un cuento de jaimito, ni la fragmentada oposición son obstáculos de grandes dimensiones. Su antagonista más letal está en su interior, lo lleva en su corazón. El kirchnerismo es portador sano de sus propias contradicciones y fantasmas. Sus actitudes autistas y tozudas, muchas veces, les hace potenciar a sus enemigos y pagar mucho más caro de lo que deberían derrotas circunstanciales. Pasó con Néstor Kirchner en vida con la 125 y el campo, pasó con Cristina y los estallidos sociales acotados de Lugano, Soldati y Constitución. Será el gran desafío de Cristina para este año 2011. Nadie le hizo tanto daño a ese hijo llamado kirchnerismo como el mismísimo matrimonio que lo parió.
Las urnas que se abrirán al cumplirse el primer año de la muerte de “él” serán las encargadas de dar el veredicto. Cristina se convertirá en una leyenda si logra ganar un tercer período consecutivo de un mismo apellido y proyecto (algo que no lograron ni Perón ni Menem) y Néstor en una suerte de Cid Campeador que sigue ganando batallas después de muerto. Llegado el caso, la historia se encargará de colocar en su verdadero lugar a los Kirchner. Menem quedó en el casillero que la gran mayoría desprecia (aunque el oficialismo suele usarlo para completar su quórum en el Senado sin que se le caiga la cara de vergüenza) y Perón en el eje que divide gran parte de los debates sobre nuestras miserias y grandezas.
¿Qué pasará, en cambio, si Cristina es derrotada electoralmente o resuelve no participar? En poco tiempo estaremos buscando las esquirlas de una corriente política que estallará en mil pedazos por carecer de herederos de envergadura o de una argamasa llamada “la organización vence al tiempo” que vaya más allá del calorcito que produce la caja del poder.
Es la consecuencia lógica de un proyecto tan personalista y tan atendido por sus propios dueños que jamás se interesó en potenciar cuadros que estuvieran a la altura de las circunstancias. Todo lo contrario, una de las medicinas más venenosas que el kirchnerismo lleva en su ADN es la mezquindad hacia los que no acatan la obediencia debida y el castigo feroz para los que intentan volar con sus propias alas y autonomía. Hay una infinidad de sólidos dirigentes políticos que secaron sus raíces a la sombra de los Kirchner. Una vez que les pusieron la etiqueta de “traidores” dejaron de reconocerles los excelentes servicios que supieron prestarle a la corona con anterioridad. En esa actitud rencorosa, más Cristina que Néstor, son y fueron implacables.
Por eso, aunque parezca mentira, el heredero natural no tiene casi nada que ver ni en sus modales ni en su ideología con los Kirchner. Las encuestas, el sentido común y, sobre todo, el justicialismo ortodoxo que se hizo K sólo para recibir los beneficios contantes y sonantes apuesta con esperanza a Daniel Scioli. Es el único candidato del PJ si Cristina no se presenta. Y si Cristina pierde la elección, y Scioli gana en la provincia, donde es más probable porque no hay segunda vuelta, queda como patrón absoluto. Sería una victoria del peronismo náutico, cuya verdad número 21 es flotar mientras los demás se van ahogando.
Rara travesura del destino. Por un motivo o por otro, todos los caminos conducen a Scioli, quien encarna el lugar de la derecha corporativa que el proclamado progresismo kirchnerista detesta. Tácticamente, no le sirve a nadie decirlo, por ahora. ¿Pero qué será del kirchernismo si es Scioli el que queda en pie? Un archipiélago de ideas y ambiciones. Muchos caciques y pocos indios. Un voluntarismo suicida como el que grabó a fuego Héctor Timerman para siempre. En su afán por negar la realidad que muchos periodistas alertaban, sobre todo Nelson Castro en su condición de médico y de investigador del tema, un día fatídico el canciller twitteó: “Hay Néstor para rato”. Como si el bovarismo de creerse sus propias mentiras los encerrara en la convicción hermenéutica de que “Néstor vive”.
En esa hipotética situación, Scioli quedaría como el único con posibilidades concretas de gobernar, que es la actividad que más excita a los peronistas de libro.
La carencia de alguien del palo para tomar la posta, no es el único gran problema que golpea desde su interior el kirchnerismo. Hay una crisis de identidad ideológica que hoy está en plena ebullición. Se ha expresado de varias maneras. Esa forma tan de caudillo peronista provincial de construir que tenía Kirchner está en cuestión. Lo hacía con las dos manos. Con la izquierda para hipnotizar a los dirigentes de los derechos humanos y a los artistas populares bien remunerados o con la rebeldía que entusiasmó a los jóvenes. Con la derecha estrechaba a lo más rancio del salvajismo pejotista clientelar. El no le hacía asco a nada. Ni a los pactos en la mesa de las negociaciones ni a los negocios por debajo de la mesa. Hoy esas actitudes tienen nombre y apellido en expedientes judiciales: Ricardo Jaime y Hugo Moyano. Esa doble edificación falsamente progresista o falsamente justicialista genera convivencias por conveniencia que amenazan con duros cruces entre Amado Boudou y Daniel Filmus, por ejemplo. O entre Daniel Scioli y Martín Sabbatella. O entre Pablo Bruera y Guido Carlotto. O entre Luis D’Elía y Sergio Szpolski. Todos tienen la cuota al día del carnet kirchnerista. Todos reclaman acuerdos políticos y económicos que cerraron con Néstor, donde no había papeles inconvenientes a la vista. Se van acumulando facturas y tensiones.
La gran pregunta es si la centroizquierda esperanzada del oficialismo va a considerar revolucionario ir debajo de una boleta encabezada por Cristina-Capitanich que lleve a Boudou en la boleta porteña, a José Manuel de la Sota en Córdoba, a Scioli en Buenos Aires y, tal vez, a Reutemann en Santa Fe. El clímax llegaría con Gildo Insfrán en Formosa.
Todas las acciones concretas dirigidas a solucionar problemas le salen cada vez mejor al Gobierno, pero las operaciones de prensa para inventar enemigos y conspiraciones le suelen explotar en la cara. ¿Qué camino tomará la Presidenta?
Si Cristina logra conducir esos potros, a veces desbocados, concretará el sueño de los cuentos infantiles y se convertirá en reina. De lo contrario, perderá su zapatito de cristal y después de las elecciones las carrozas volverán a ser calabazas. Es su gran desafío histórico.