Daniel Scioli quedó a las puertas de la victoria en la elección presidencial de octubre venidero. Match point es la expresión utilizada por varios colegas y analistas en estos días que mejor grafica el estado de situación de la competencia electoral que ha quedado planteado tras las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) del domingo pasado. Sólo la puesta en práctica de una ingeniería electoral hasta ahora ausente de parte de la oposición podría modificar este resultado. En efecto, como lo marcan las cifras del escrutinio, los candidatos opositores en su conjunto totalizaron el 61% de los votos. El problema matemático de raíz política que enfrentan es que, divididos como están hasta aquí, todos quedan lejos no sólo de alcanzar ese número sino también de superar al candidato del oficialismo. Esa realidad quedó expuesta en un reportaje de El Cronista a Beatriz Sarlo en el que planteó, sin tapujos, la que tal vez sea la única posibilidad de acuerdo entre Mauricio Macri y Sergio Massa, los contendores que, unidos, podrían superar a Scioli. “Si se baja Massa y les sacan a Vidal, no les gana nadie”, señaló Sarlo, con lo que pergeñó la salida a una encrucijada en la que quedaron atrapados tanto el jefe de Gobierno porteño como el ex intendente de Tigre.
Ni Scioli ni Macri hicieron la elección que esperaban. Al candidato del Frente para la Victoria (FpV) lo complicó paradojalmente gran parte de la provincia de Buenos Aires. En ese territorio fue el PRO el que hizo una elección mejor que la esperada, con la gran sorpresa que representó la postulante a la gobernación, María Eugenia Vidal. La gran batalla en ese distrito habrá de darse en la tercera sección electoral. Si el PRO no mejora allí su performance, sus chances de victoria en suelo bonaerense se verán reducidas a la nada. No es sólo allí donde Macri tendrá que mejorar su elección si es que pretende mantener la ilusión de un triunfo que hoy se ve lejano. Deberá trabajar mucho en Santa Fe y Córdoba, donde las cosas no le fueron como le auguraban sus encuestas, y tendrá también que hacer una mejor elección en las provincias del norte, donde Scioli venció en forma contundente con diferencias notables.
El tercer lugar de Sergio Massa mostró que su candidatura recuperó parte del terreno que había perdido desde diciembre del año pasado. Lo curioso es que tanto Scioli como Macri ven en Una Nueva Alternativa (UNA) – el espacio que el ex intendente de Tigre comparte con José Manuel de la Sota– la fuente de votos que necesitan para ganar. En concreto, van por los votos del gobernador de Córdoba. A él pareció dirigirse Scioli, en su pobre y sobreactuado discurso del domingo a la noche, cuando se refirió a la necesidad de buscar la unidad del peronismo. En esos mismos votos pensó Elisa Carrió al hablar de la polarización con que se ilusionan en Cambiemos.
Todo este análisis y todas estas conjeturas son válidos en tanto y en cuanto no se produzca algún hecho que quede comprendido dentro de lo que se conoce como la Teoría del Cisne Negro. La Teoría del Cisne Negro hace alusión a la aparición de hechos repentinos, de gran magnitud, que han tenido grandes consecuencias en la historia.
De esta teoría seguramente se habrá acordado Scioli en esta semana decididamente mala para él. El bochorno que representó su viaje a Italia en el medio de las inundaciones que afectaron a miles de ciudadanos que viven en la provincia de Buenos Aires lo dejó en una situación desairada y débil frente a su gobierno, sus oponentes y, principalmente, la gente. Cuando abordó el avión que lo llevó a Roma, las aguas de los ríos de las zonas comprometidas crecían sin parar y los pronósticos meteorológicos anunciaban fuertes tormentas que presagiaban un empeoramiento de la situación en las 48 horas subsiguientes. Sin embargo, nada de ello le importó. Por eso, la Presidenta, que también estuvo ausente de la escena, tuvo palabras duras para el candidato del Frente para la Victoria, a quien nunca podrá digerir. Otros funcionarios no le fueron en zaga. “Yo no tengo por qué defenderlo”, lo fulminó Aníbal Fernández el miércoles en su conferencia de prensa. No fueron éstos los únicos males con los que se encontró el gobernador. Pesan sobre su gestión también la subejecución de los presupuestos asignados a las obras que requiere el plan hídrico de la provincia de Buenos Aires. Sobre algunas de esas obras se expidió en su momento en forma crítica la Auditoría General de la Nación.
Dolor. “El estrés de la campaña me llevó a dolores físicos que me obligaron a consultas médicas”, dijo Scioli como argumento para explicar su ausencia en lo peor del drama. Valga aquí una anécdota. En medio de la Segunda Guerra Mundial, Sir Winston Churchill debió viajar a Washington para entrevistarse con el presidente de los Estados Unidos, Franklin Delano Rooseevelt, con el objetivo de conformar una gran alianza para enfrentar a las fuerzas del Eje. Fue entonces que sufrió un infarto agudo de miocardio, por lo que su médico, Lord Moran, le indicó un descanso de al menos cinco días. “De ninguna manera podría tomarme un descanso sabiendo el drama que está viviendo el Reino Unido”, respondió el primer ministro.
Surgen, de la comparación, tres conclusiones: la primera es que es verdad que Scioli venía sufriendo dolores en su hombro, motivo por el cual ya había agendado una visita de control a sus médicos tratantes en Europa. Así y todo, con lo molesto que es, el problema de salud que aqueja al gobernador de la provincia de Buenos Aires lejos está de representar el riesgo que significó el infarto que padeció en aquel momento Churchill. La segunda es que el estrés que produce el drama de una guerra en nada es comparable con el que existe en una campaña electoral. Y la tercera es obvia: Scioli no es Churchill.
Producción periodística: Guido Baistrocchi.