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El Joyce olvidado

El mundo, que desperdicia talentos constantemente o que sólo puede celebrar de a un prestigio por vez, ha olvidado a un Joyce, Cary, a favor de otro Joyce, James.

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El mundo, que desperdicia talentos constantemente o que sólo puede celebrar de a un prestigio por vez, ha olvidado a un Joyce, Cary, a favor de otro Joyce, James. Pero a mí el segundo, autor de esa voluminosa comedia sobre el narcisismo literario que se llama Ulysses no me ha hecho olvidar la extraordinaria novela que produjo el primero, titulada La boca del caballo. (Hay también, una adaptación al cine simpáticamente titulada Un genio anda suelto, actuada por Alec Guinnes). Libro y film –que voy a resumir– cuentan las peripecias de Gulley Jimson, un pintor que supo conocer la fama en su juventud, cuando pintaba las desnudeces rotundas de su amante de entonces en un estilo nítidamente vívido e impresionista, y cuyo prestigio y respetabilidad artística se fue al tacho cuando su protagonista se ve infectado por el virus del arte moderno. La novela comienza con un Jimson ya viejo y enfermo, deseoso de pintar y esculpir su obra en apariencia extravagante, perseguido por acreedores, en la calle y semimuerto de hambre. Para salir de su situación espantosa, Jimson no hace otra cosa que perseguir al único coleccionista que le compró obra en su juventud, un millonario tan viejo como él y afectado por las miserias de la riqueza (gota, artritis, etc), al que le reclama que le pague una deuda imaginaria.

Un paréntesis: la novela es bellísima y hace un par de años aún se conseguía en saldos por Corrientes. Más que escrita, está pintada en estilo fauvista, en coloridas oraciones en general unimembres, como si Joyce Cary hubiera decidido ser Vlaminck y no Soriano. Cierro paréntesis.

Finalmente, el millonario, harto de la persecución, le propone a Jimson que solucione sus problemas económicos vendiéndole otro lienzo de la serie de gordas desnudas en el baño que lo hicieron famoso. Jimson aparenta aceptar, pero miente. Ya no tiene ninguno y, lo peor, sabe que no puede pintarlo de nuevo, como cuando era joven. El virus de la modernidad es destructivo para las viejas almas nuevas. ¿Qué hace Jimson? Va a la galería donde se expone el más clásico de sus cuadros impresionistas, y, como si fuera un aprendiz, se copia a sí mismo, cincuenta años más tarde.


*Periodista y escritor.