COLUMNISTAS
bromas

El lado del otro

default
default | Cedoc

La vida en la frontera es imprecisa. No hablo de fronteras extremas, como el Río Grande o el Muro de Berlín: toda frontera está hecha de una materia plegada sobre sí misma, y esa arruga determina un terreno hecho de dos superposiciones contrarias y simbióticas. Lo que divide también une. Las fronteras son también puertos, puertas y membranas, de allí su eterna fascinación.

El roce entre Formosa y Paraguay, que observo desde hace días, es bastante incontrolable. Se puede cruzar hasta Alberdi oficialmente, inspeccionado por la AFIP a través de una oficinucha que más parece una panchería, pero también se puede cruzar en barcaza como si nada.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

La frontera es apenas paseo, y la mercancía paraguaya es intrigante. La piratería musical ofrece estilos jamás vistos. Un mismo celular tiene un precio indefinido: puede costar 1.500 pesos o 4 mil sin que se entienda si se trata de un clon, de una ligereza impositiva, de un robo o de un milagro. Los formoseños se lamentan de que los barcos que suben a Asunción carguen todo el combustible en puertos paraguayos; allí apenas hay impuestos, y entonces YPF no puede competir. En fin, esto es inocuo; que un negocio perdido no es tan grave. En cambio sí lo son las historias de trata y comercio de personas, con un trasfondo cultural insospechado. Según me cuentan quienes investigan con coraje el tema en la región, la reinserción de las mujeres recuperadas aquí no es nada fácil, por motivos familiares y culturales.

Pareciera que ninguno de los lados de la frontera es más o menos responsable que el otro: flexibilidad, indeterminación y corrupción son marcas de frontera en todas partes. Así como es imposible ponerle precio a un celular cuando es tan estrecha la cercanía del mismo producto liberado, la determinación de los límites legales es obtusa: ¿por qué es crimen aquí lo que es práctica habitual a veinte metros? Entonces sí que la frontera se torna una broma inabarcable, mientras que el paisaje permanece el mismo, indiferente.