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El llamado del barquero

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Arthur Cave murió el 15 de julio. Era el hijo de Nick Cave y tenía 15 años. La sombra de la noticia me ronda hace días. Arthur cayó por un acantilado, en Brighton, cerca de su casa. Murió a consecuencia de las heridas. Estaba solo e iba a lo de un amigo. Se sacó una foto con su celular. Una foto en la que sonríe para siempre. Luego se murió, así, sin más. Lo encontraron agonizando en el fondo del acantilado. No puedo imaginar el dolor de sus padres, de su hermano mellizo, de sus otros hermanos, de todos ellos llegando al hospital cuando ya era tarde.

Por alguna brumosa coincidencia, el BAMA dará esta semana, sólo por cinco noches, 20.000 días en la Tierra, el documental ficcionado sobre Cave que espero desde hace un año. Creemos conocer a los artistas por la enorme influencia que su obra tiene en nosotros. ¿Cuántos días de mi vida me encontré tarareando, aullando, alguna canción de Nick Cave? No averigüé nunca cuántos hijos tenía, confundí siempre los datos de su paradero y vida privada, probablemente no supe nada de sus alegrías, pero es fácil e inevitable enterarse de su desgracia. La alegría de los artistas nunca es noticia.

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Las sombrías, hermosas, complejas canciones de Nick Cave son parte de mi paso por el mundo. Lo serán siempre. Sus letras son poesía y muchas veces me he abismado ante alguna canción tristísima y osada. ¿No tiene miedo, el poeta, de imaginar cosas tan fatales?

Hay partes de Where do we go now but nowhere (del disco The Boatman’s Call) que jamás me hubiera atrevido a escribir en una obra sin temblar de miedo. Las veces que he imaginado tales atrocidades –por el vano ejercicio de exorcizarlas– me he preguntado: ¿y si la vida, que hace rimas horribles, quiere vengarse? En esa canción desgarradora, una pareja que se ha amado como pocas ahora parece odiarse, y en la suma de angustias que los lleva a la ruptura se dice: “De un banco de clínica al otro sin nada de que hablar/ respirando té y galletas y la oración de la serenidad/ mientras los huesos de este hijo nuestro se desmoronan como tiza./ ¿A dónde vamos ahora sino a ningún lugar?”. ¿Podrá Cave alguna vez volver a cantar esta estrofa? ¿Qué significa la canción ahora, la canción que era pura fantasía? ¿Lo era? ¿Deben los artistas defenderse a priori de su propia intuición para el horror y escribir con cuidado, con compasión?

Supongo que nadie tiene estas respuestas. Y me aventuro a pensar que la canción está bien; lo que es absurdo es la vida.