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El mar embravecido

Vivimos en muchos mundos a la vez. Rara vez esos mundos se tocan; hay una membrana que los separa profilácticamente, una pátina de lenguajes y categorías que filtra la información de un mundo sobre otro para tornarla –con suerte– mera anécdota. No obstante, a veces escribimos sobre esas anécdotas.

Rafaelspregelburd150
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Vivimos en muchos mundos a la vez. Rara vez esos mundos se tocan; hay una membrana que los separa profilácticamente, una pátina de lenguajes y categorías que filtra la información de un mundo sobre otro para tornarla –con suerte– mera anécdota. No obstante, a veces escribimos sobre esas anécdotas.

Estoy en Mar del Plata, actuando en una película que me tiene muy ocupado en cosas –hasta ayer– bastante absurdas: contra toda ley de casting, interpreto a un pescador, así que mi mundo de preocupaciones últimamente tiene que ver con aprender a hacer unos nudos formidables que sirven para todo, o distinguir un mero de una corvina, o saltar ileso adentro de nuestro barco cuando la cubierta se distancia peligrosamente del muelle. En teatro, si uno hace de pescador, más bien se viste de pescador y dice los textos que le han escrito. En cine, en cambio, el privilegio es muy otro: nos hemos mezclado con los pescadores, para aprender cómo se agarra un cabo, cómo se palea el hielo en la oscilante bodega, o para qué sirve un compás. Me aprendo como puedo los nombres de las máquinas. Tengo una escena allí adentro, y se supone que mi personaje sabe para qué es cada aparato. Finalmente, optamos por recostar a mi magullado Biguá contra el aparato más cromado que hay en la sala de máquinas, porque, después de todo, es el que mejor da en cámara. Sí: todo es mentira, salvo esta extraña solidaridad marinera y este mareo de tierra que nos asalta a todos al llegar al hotel, tieso e inmóvil.

El conflicto de los pescadores era para mí información previsible de un mundo tangencial, pero ahora me encuentro leyendo las alternativas del quilombo en el diario local. Esta profesión, tan romántica en nuestra aventura fílmica, es una de las más duras. Doy fe, ahora. Me pregunto cuánto tardará en politizarse el reclamo y en qué momento los huelguistas (nuestros nuevos amigos) pasarán a ser considerados criminales y se repita en Mar del Plata la tragedia petrolera de Las Heras, con sus muertos y mentiras. Mientras tanto, gozo del privilegio de tomar prestada la vida de otro, eludiendo sus costados pesadillescos.

¿Sabían que los pescadores no comen pescado? “Donde se trabaja no se jode”, explican. Y preparan la parrilla instalada en popa para asarse un buen vacío, como primos hermanos de obreros de la UOCRA. La semana que viene nos han prometido un temido bautismo. Nos lo hemos ganado. Ya lograron que la directora de arte meara el piso de la cubierta, ya que –en este mundo sempiterno y paralelo– así se bendice a los marinos antes de entregárselos al furioso mar.