Frases de la semana:
“¿Se dio cuenta de cuántos menos autos hay hoy en la calle?”, le preguntaba un taxista a su pasajero que se dirigía, por una poco concurrida avenida Leandro N. Alem, hacia el microcentro porteño en la mañana del miércoles pasado.
“Desde hace una semana tenemos una merma de un 30 a 35% en las ventas y eso nos preocupa mucho”, le comentaba a un proveedor el vendedor de un negocio polirrubro de la calle San Martín entre Lavalle y Tucumán.
“Voy a hacer toda la cola que sea necesaria para cambiar mis ahorros de pesos a dólares. A mí no me agarran más”, se decían unos a otros los clientes de una sucursal bancaria ubicada sobre la avenida Cabildo en el barrio de Belgrano.
“Estamos preocupados por la cantidad de cheques sin fondos que nos han estado llegando en estos días”, confesaba el gerente de una empresa dedicada a la venta de maquinaria agrícola en la provincia de Santa Fe.
Estas frases son un botón de muestra que habla a las claras del enfriamiento brusco y casi brutal de la actividad económica en estos días.
Sobre esto estuvo reflexionando el matrimonio presidencial en las horas previas al acto de asunción de la presidencia del Partido Justicialista por parte del Dr. Néstor Kirchner. Junto con esto, los Kirchner también dedicaron tiempo y malhumor a las encuestas no publicadas que muestran una caída de la imagen positiva de la Presidenta en una zona clave del peronismo como lo es el conurbano bonaerense, ayer menemista, después duhaldista y ahora kirchnerista.
Con todos estos elementos sobre la mesa, el ex presidente en funciones decidió callar su furia contra el campo. Fue una buena decisión. En su lugar, en el acto en la cancha de Almagro, habló su esposa, quien pronunció un discurso deshilvanado –fue su peor discurso desde que asumió la Presidencia– pero de tono conciliador. Resultó ser un cambio de frente tan inesperado como bienvenido.
Este cambio de frente no fue manejado de una manera correcta por la dirigencia rural, que, al decidir la prolongación del paro, cometió un error político.
Para ello confluyeron varios factores.
Uno de ellos fue el Efecto Balcón. “Nos mató el balcón”, reconocía en la noche del jueves un integrante de la dirigencia rural que había vivido la trama intrínseca de la toma de decisiones de la comisión de enlace de las entidades agrarias.
“Hubiera sido imposible decidir otra cosa con diez mil personas ahí en la calle”, confesaba otro de los testigos de esas horas en referencia al acto en la ciudad de Santa Fe en el cual los dirigentes fueron ovacionados por sus bases.
Es cierto que las así llamadas bases –es decir, los chacareros– tienen sobrados motivos para desconfiar de la palabra gubernamental. Esta es una realidad sobre la que el Gobierno nacional va a tener que reflexionar mucho. La credibilidad hace a la esencia del poder.
Es cierto también que el nivel de enojo de las bases limita el poder de maniobra de los dirigentes. “No sean cobardes –en realidad, el adjetivo que utilizan no es precisamente ése, aunque también empieza con ‘c’– y aguanten”, es el mensaje que llega desde las rutas.
Pero dicho todo esto, lo cierto es que el error político está y se lo han hecho sentir a las entidades no sólo el Gobierno sino también otros actores de la vida política, el poder económico y hasta la misma Iglesia.
Por estas horas, en la Casa Rosada se vive un clima en donde se mezclan la tranquilidad y el enojo.
El enojo es el del ex presidente en funciones, que quisiera ver al campo de rodillas.
La tranquilidad proviene, paradójicamente, del mismo fenómeno que provoca la furia de Néstor Kirchner, ya que, al haber decidido el campo la prolongación del paro, el Gobierno ha quedado en una mejor posición. Por ejemplo, los gobernadores que vienen reconociendo el reclamo del campo –Juan Schiaretti en Córdoba y Hermes Binner en Santa Fe– han marcado que la determinación de los ruralistas ha sido equivocada.
“Estamos sorprendidos. Esta decisión de prolongar el paro nos aleja de la posibilidad de diálogo con el Gobierno nacional. Y nosotros estamos muy interesados en participar de ese diálogo, no como mediadores sino como parte interesada, porque las medidas contra el campo perjudican a nuestro Gobierno”, expresaban con preocupación varios ministros de la administración del Dr. Binner.
“Néstor Kirchner tenía razón, hace un mes nos dijo que esto iba a terminar así. Es un estratega”, es lo que se escuchaba decir el viernes último en boca de muchos de los que pasan horas dentro de los círculos áulicos de Balcarce 50. Y seguían:
“El Gobierno quería arreglar. Hace quince días se tenía todo listo para hacerlo y así se acordó en la reunión del martes 6 de mayo entre Alberto Fernández y los dirigentes del campo. Lo de Eduardo Buzzi, al hablar, arruinó todo. O no tiene manejo político o lo que quería era la continuidad del paro”, concluyen.
(Nota al pie: Lo que Buzzi dijo aquel día fue que el Gobierno había reconocido que las retenciones eran un error. Lo que hay que recordar, como ya lo expresamos en esta columna la semana pasada, es que lo que Buzzi dijo fue cierto y que, tras ello, el ex presidente en funciones lo llamó a Alberto Fernández conminándolo a desmentirlo.)
Así las cosas, hay conciencia de la necesidad imperiosa de solucionar este conflicto.
La solicitada que ayer publicaron los principales diarios del país suscripta por la Asociación de Bancos Privados de Capital Argentino (ADEBA), la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, la Cámara Argentina de Comercio, la Cámara Argentina de la Construcción y la Unión Industrial Argentina, expresa con claridad esa necesidad.
Hay que prestar atención a su texto, en el cual se convoca al campo a participar de los acuerdos con vistas al Bicentenario –algo hasta aquí cargado de frases hechas que nadie sabe cómo se va a instrumentar– que el Gobierno viene promoviendo como trampolín de relanzamiento de una gestión que es consciente de su desgaste para el que, dicho sea de paso, ha hecho demasiado en tan poco tiempo.
En uno de sus párrafos dice, textualmente esa proclama:
“Es por ello que los convocamos (se refiere al campo) para que, sin ningún tipo de especulación –y mucho menos semánticos o de falsas percepciones de derrota– se sienten a negociar. Nadie puede negar a los productores el derecho a continuar con movilizaciones y medidas de fuerza, una vez agotada esta nueva instancia de diálogo que se abrió con la última convocatoria presidencial”.
Fue un mensaje de inusual advertencia hacia el Gobierno, en el sentido de su responsabilidad para manejar este tema con prudencia; el objetivo no debe ser buscar la derrota de alguien, sino encontrar la solución de un problema. Es también un mensaje en el que se reconoce que, si el Gobierno no cumple la palabra empeñada, la protesta es legítima.
En las entidades rurales se viven horas intensas.
Hay conciencia de las tensiones del momento.
En las últimas horas de ayer, sábado, una iniciativa estaba siendo manejada por una de ellas. Las consultas han comenzado a la hora de cerrar esta columna. La idea se resumía así:
“El paro tiene un límite. Pensamos que el miércoles que viene hay que terminarlo. No da para más. En las rutas, junto con el enojo, está el cansancio de la gente. Estamos pensando en lanzar una autoconvocatoria para ir a la Casa de Gobierno el martes que viene. La idea es tocar el timbre y decir aquí estamos y queremos dialogar. Debemos pasar a otra etapa de nuestra lucha. La primera fue de tripa corazón. La que viene tiene que ser con la cabeza. Tenemos que trabajar a nivel institucional. Lo del Congreso la semana pasada fue un primer paso”.
En el curso de estas horas habrá que ver si esto facilita el acuerdo de la totalidad de la dirigencia rural.
Más allá de lo que recoja la anécdota en las próximas horas, hay varias cosas que señalar sobre los hechos de estos últimos días:
El campo, al continuar el paro, ha cometido un error.
A su vez, el ciudadano del campo ha producido un fenómeno de gran fuerza política, cuyo impacto futuro habrá que seguir con atención. Deberán estar muy atentos a no sucumbir ante los intentos de cooptación partidaria que seguramente sobrevendrán.
El Gobierno muestra indicios de comenzar a darse cuenta de que con la confrontación no gana.
La obediencia debida que les han querido imponer a muchos gobernadores e intendentes oficialistas ha mostrado profundas grietas.
El Gobierno sabe de su desgaste.
A propósito de ello. El cuidado de la figura presidencial es de vital importancia para la gestión de un gobierno. Por eso resultó mayúsculo el desatino de exponer a la Presidenta al bochorno de la brutal pelea entre las barras bravas de los camioneros y de la UOCRA en la cancha de Almagro, en la ceremonia de asunción de la presidencia del Partido Justicialista por parte de su esposo. Fue patético escuchar las palabras de Cristina Fernández de Kirchner como trasfondo de esa batalla campal.
Con partidarios así, ¿quien necesita enemigos?
Producción periodística:
Guido Baistrocchi