Lo mejor de la mordida de Suárez es su extrañez. En los partidos de fútbol hay un set de opciones de ocurrencia, pero una mordedura no ingresa dentro de ellas.
Tiende a llamarnos mucho la atención lo que no esperamos que suceda. En el fútbol se permite pegarle a la pelota con todo menos con la mano (excepto los arqueros), incluso con los dientes, pero no creo que en el reglamento ni en el curso de árbitros exista algún apartado singular para actos de mordedura. Lo que Suárez hizo, ya por tercera vez, no ingresa en nada conocido.
Todos vivimos rodeados, en más o en menos, por expectativas que en general se cumplen. Toda nuestra vida es repetitiva con un margen de variabilidad esperada sobre ciertos bordes. Vamos a trabajar y esperamos que todo funcione bajo las expectativas conocidas, y tendremos en el día desafíos que tratar sobre posibles problemas. Podemos llamar a un problema como uno de esos márgenes esperados de no cumplimiento de expectativas. Se tratan como tales y se resuelven.
El asunto aquí es la aventura de acomodar algo extraordinario a lo conocido. Suárez no ofrece al juzgado universal de la FIFA el análisis de una falta con una mano o un dudoso offside; Suárez produce el acto extrañísimo de morder a un rival. No hay parámetro para esto.
Su unicidad ni siquiera se compara con la de Tyson mordiendo la oreja de Holyfield. Si bien ese episodio recorrió el mundo, puede comprenderse el mismo en medio de la alienación de una pelea de puños. Pero Suárez corre, en medio de un partido de fútbol hacia el italiano y devora un pedazo de él.
La política sabe mucho de tomar ventaja, cada vez que lo puede hacer, de eventos extraños para acompañar el carisma de algún dirigente. El hacer política no tiene reglamento, su juego cotidiano no tiene normas estrictas como pueden ser los límites de un terreno de juego, un tiempo para lograr algo o un juez que pueda sancionar. El reglamento lo pone el sistema del derecho para los casos que acceden a cargos y esas reglas están orientadas a cuidar que en realidad la actividad política no afecte al funcionamiento del Estado. Pero la política se juega con o sin cargo, como lo dejaron claro Néstor Kirchner o Raúl Alfonsín toda su vida. Los ejemplos son infinitos.
Cuando Cristina Kirchner resurgió, salió de cámara por unos segundos para ir en búsqueda y posterior presentación de su perro Simón. ¿Qué presidente abandona la pantalla en medio de la filmación para volver con un perrito? Néstor asumió la presidencia y movía en el Congreso, para arriba y para abajo, el bastón presidencial. ¿Quién más se comportó de ese modo sin importar reglas supuestas de comportamiento?
El debate sobre penalizar a Suárez y su cantidad ingresa en el territorio de la discusión porque la falta como tal no tiene referencia. Cada dos amarillas hay una cantidad conocida de fechas de suspensión, por actitud temeraria contra un rival puede venir una roja, ¿pero qué cantidad de partidos equivalen a un mordisco?
Al momento siguiente de conocida la sanción se debe recurrir desesperadamente a darle sentido. Es una venganza de Inglaterra, un complot mediático o una aberración de la FIFA. La sanción, posiblemente desmedida, está en línea con lo desmedido de morder a un rival. Todo el episodio es desmedido, porque esto que ocurrió no tiene medida de nada que se le compare.
Hay una obsesión por lograr tenerlo todo controlado y una ilusión de que eso es posible. La política limita con nuevas reglas los abusos de poder, el uso de propaganda oficial para uso partidario, pero siempre aparece la posibilidad de dar un mordisco inesperado en campaña o en funciones.
Lo interesante de esto es que la mordedura no la hace un jugador desconocido o suplente de alguien. El acto lo efectiviza la estrella máxima uruguaya de este Mundial. Entiendo que ser eso mismo en estos días, implica una carga importante para alguien. En un mundo aburrido y repetitivo, los personajes que rompen la escena se atienen a las consecuencias feroces de una sociedad preparada para repetir más que para innovar. Los que van en contra de eso muerden, vomitan o se mueren. Esperemos que Messi siga solo vomitando, lo que está haciendo por estos días es bastante extraordinario y la verdad que podría pasar cualquier cosa.
*Sociólogo. Director de Ipsos-Mora y Araujo.