Es fundamental que la sociedad argentina comprenda –comprendamos– que necesitamos reunirnos, juntarnos, encontrarnos, porque es evidente que en este momento somos un país muy fragmentado, dividido. Todo es una eterna división, que se puede apreciar en los más diversos ámbitos.
Creo que el muro que pretende dividir Villa Jardín, en San Fernando, de La Horqueta, en San Isidro, simplemente hizo visible, dio luz e imagen, a algo que ya se está sintiendo en nuestra sociedad. En ese sentido, el muro no fue más que la corporización de esta sensación.
Debo confesar que tengo una relativa alegría al ver el rechazo casi unánime de la sociedad y de los miembros de los dos barrios a ambos lados del muro.
Estamos acostumbrados a la dureza de la imagen de un adolescente apuntando con un arma, que suelen mostrar los medios de comunicación, pero también es muy dura y muy violenta la imagen de un muro como el que nos ocupa.
Para mí, cuando se levanta un muro, habría que preguntarse de qué lado están los violentos. No es una pregunta menor.
Reflexionemos lo siguiente: una cosa es que yo tenga miedos y como particular levante un muro o una pared para protegerme y otra muy distinta es que, como sucede ahora, sea el Estado quien divida a la sociedad.
Pienso que esta decisión va a ser revisada por quienes la impulsaron. Conozco muchos funcionarios sensibles y dispuestos al diálogo en la gestión comunal de San Isidro.
La forma de solucionar la inseguridad es el trabajo y la educación, ésta es la única receta.
Para millones de personas, la realidad de hoy tiene que ver con el hambre, el dengue, el Chagas, la desnutrición, la soledad, las familias rotas.
Los pobres, como la mayoría de los vecinos que habitan en el barrio de San Fernando, han sido siempre postergados y en la actualidad siguen sin ocupar un lugar. El muro los haría aún más invisibles.
*Titular de Red Solidaria.