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aullidos

El novio de la luna

06-11-2021-logo-perfil
. | Cedoc Perfil

No hay objeto ni ser que deje de presentarse cuando es convocado, como no hay amor sin remisión. Los cielos se abren, pero es siempre para nada, salvo una vez, y eso ya pasó. Sin embargo la historia vale la pena (sufrir lo vale) cuando no es un yo el que habla, sino un planeta.  ¿Para qué contar la historia de una vida si el Universo ama las formas de la narración?  Arden en calma las cenizas del crucificado. Cuando sople el viento, las arrastrará hasta el agujero negro, y la fuerza gravitacional, una vez que aquel polvo haya atravesado el horizonte de eventos, la irá llevando hasta su interior, de donde la veremos salir por otra parte, inimaginable,  transfigurada. Asi operó siempre el ideal de Dios, por magia pura. Nuestro polvo, esa nadería, fue la materia de la creación, porque primero fue el hombre y luego el resto, incluso la palabra. Solo que este universo es uno solo de los tantos donde podríamos estar, si la muerte no nos limitara. He sido dios, yo también, pero lo olvidé, y ahora floto como un resto. La ventaja de esa levedad es el desamparo. ¿Cuándo no fui dichoso a la intemperie?

Lo único que no le perdono al padecer es esta lenta metamorfosis de gusano.

 Yo no busqué  a la luna ni pedí ascender. Ella me llamó. Cierto que no era la luna sino algo aún mas extraño. Tenía la apariencia de la diosa blanca, pero abjuraba de su terco esplendor. Era el matiz opaco lo que me atraía. Al carecer de los encantos de superficie, fui presa de su virtud más honda.  Ingresé en ella envuelto en llamas. No hay virginidad mayor que la de los abismos interestelares, y aquello fue una deliciosa profanación. Los cielos se abrieron, ya lo dije, pero su materia también y yo viajé por su interior oscuro. Es cierto que no había carne ahí, pero ¿a qué pedir lo que falta cuando ha dejado de ser necesario? Me perdí en su aroma a metal y a sangre, eran rocas elementales. No tiene el menor interés averiguar el modo en que una cosa entra en nuestro mundo y se apodera de él, la pasión es que entremos en las cosas para cambiarlas o volvernos como ellas. Transfiguración y Dios, dije, porque una y otro son dos nombres de la misma operación, el nombre de lo que nos pierde, porque cuando queremos encontrar uno encontramos lo otro. Pero yo entré en ella, en esa luna, y dije que quería lamerla hasta gastarme y ella me dijo sí, quiero, sí. 

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Claro que nunca habló. Por eso algo en mi sigue aullando y yo sigo aquí, perdido, pero de pie y en la explanada.