Hay varias maneras de interpretar el sentido de la elección de hoy. Y casi todas se pondrán en juego a partir de mañana, con los números definitivos sobre la mesa:
*Se trata de un plebiscito sobre la gestión del matrimonio Kirchner.
*Marcarán el inicio de la campaña electoral para las presidenciales de 2011.
*Quedarán predefinidos los nuevos liderazgos del oficialismo y la oposición.
*Determinarán un nuevo equilibrio de fuerzas dentro del Congreso.
*Tal vez indiquen el pase a retiro (al menos en su condición de presidenciables) de ciertos dirigentes políticos aún jóvenes pero de matriz tradicional, promoviendo a otros de historias partidarias nulas y planes a futuro desconocidos o al menos gelatinosos.
Juntas o por separado, todas estas interpretaciones tendrán algún nivel de anclaje en la realidad. Pero hasta la más completa y sofisticada de las combinaciones servirá sólo para medir el grado de pequeñez de una dirigencia política demasiado habituada a pensar más en ella que en el resto y a apostar, como si se tratara de una competencia olímpica, más por el oro que por el bronce, ya que la plata siempre la terminan poniendo los mismos. Los que fueron a votar, en fin.
Sin embargo, en política, lo más fácil y pasajero suele ser el oro. Sólo los grandes se postulan al bronce. A un lugarcito en la historia, en cuanto recuerdo y homenaje colectivo.
Habrá que ver desde mañana, cuando la maniquea pelea por el voto haya quedado atrás, cuántos de los candidatos tuvieron en cuenta, por ejemplo, que la de hoy fue la última elección antes del Bicentenerario.
Por más zanguango y billikenesco que pueda parecer este comentario, debería ir llegando la hora de que las dirigencias políticas, sociales y económicas se permitieran pararse sobre sí mismas para analizar cuáles han sido los verdaderos beneficios de andar siempre bailando el baile de la escoba, donde el único éxito depende de que quede una silla vacía a la que aferrarse cuando se logra ocuparla. El oro dura poco. Volver siempre a empezar acaba dañando la autoestima y complicando aún más las cosas.
La paridad de fuerzas dentro del peronismo y la rehabilitación del radicalsimo a nivel nacional que hoy marcarían las urnas podrían redundar en un remedio peor que la enfermedad. El peronismo nunca resistió liderazgos duales. El radicalismo sigue siendo demasiado antiperonista. Los peronistas, cuando huelen sangre, no paran hasta devorarse el último pedacito del contrincante. Los radicales suelen lamentar lo desagradable del festín desde afuera, hasta que, ya al frente de la enfermería, se topan con sus propios desatinos. Así nos fue.
Hemos leído tan infantilmente la historia que instituimos como modelo a seguir a los próceres de Mayo de 1810. Quienes en repentinos actos de historicidio nos llaman a ser dignos herederos de aquellos héroes suelen pasar por alto que, en realidad, no nos hemos dedicado a otra cosa durante ya 199 años. Porque ellos protagonizaron nuestro primer grandísimo fracaso.
Repasemos lo que sucedía un año y medio después de la gloriosa revolución:
*Mariano Moreno ya no estaba: había muerto en extrañas circunstancias mientras viajaba a Londres para comprar armas.
*Los morenistas habían impuesto un Primer Triunvirato, con el siempre reelecto Juan José Paso a la cabeza, al que se acusaba de querer perpetuarse en el poder “esclavizando la suerte y la libertad de sus compatriotas a las ambiciones de sus intereses particulares”.
*Juan José Castelli, el gran orador de la revolución, estaba preso en el Regimiento de Patricios acusado de traidor y de pedófilo.
*Había revueltas militares y populares para que Manuel Belgrano no asumiera el mando de dicho regimiento. También marchó preso.
*Los piqueteros French y Beruti fueron confinados en Patagones.
*Cornelio Saavedra terminó exiliado en San Juan (junto a Miguel de Azcuénaga y Juan Larrea) y luego en Chile durante tres años.
*El comerciante y marino Domingo Matheu aprovechaba las expediciones militares para extender sus negocios al interior, mientras le vendía al aún minúsculo Estado los uniformes y las armas que él mismo fabricaba. Murió de viejo.
Cierto es que hemos madurado un poco. Ya nadie es confinado ni fusilado cuando pierde. A lo sumo, debe prepararse para recorrer juzgados.
Tiene sentido pensar el Bicentenario. Mauricio Macri lo piensa como una serie de mega recitales. Los Kirchner lo pensaron como última gota del jugo de una fruta con cáscara ideológica. Vaya a saber uno cómo lo piensan a partir de este lunes. Deberían pensar en el bronce. En rearmar el diálogo y el consenso frustrados el 26 de mayo de 1810 a la mañana.