Bartolomé Mitre fue un personaje polifacético: aunque fue político, militar e historiador, su terreno fértil fue el del periodismo. El suyo fue un periodismo de facción, de opinión, y como tal una suerte de columna vertebral de su proyecto político para el país. No es casual que su diario se llamara La Nación.
Mitre hace periodismo en cuatro países desde los 17 años y hasta su muerte en 1906. Por exilios sucesivos, pasó de Argentina a Uruguay, de allí a Bolivia y luego a Chile, para retornar al país junto al Ejército Grande de Urquiza en 1851. Fue tras la caída de Rosas que funda Los Debates, en abril de 1852, aunque luego debe exiliarse de nuevo. Vuelve más tarde para enfrentar al mismo Urquiza en defensa de la causa de Buenos Aires, lo que lo llevaría a ser el primer presidente de la Argentina unificada en 1862, tras las batallas de Cepeda y Pavón.
El periodismo recorre y marca su vida pública. Todos los nombres de los emprendimientos periodísticos que integró o promovió Mitre tienen que ver con la idea de progreso y de construcción de una Nación. Calificó a su labor como el “trabajo de la pluma y de los tipos” y la puso al servicio de sus ideas políticas.
La Nación Argentina, dirigida por José María Gutiérrez, fue creada en 1862 para defender la Presidencia de Mitre. Una vez en el llano, el ya ex presidente decide volver al periodismo, creando en enero de 1870 La Nación. En un famoso editorial dice que de “puesto de combate” el diario pasará a ser “tribuna de doctrina”.
Sin recursos suficientes, Mitre se ve obligado a vender parte de sus cosas personales para pagar su porcentaje en el diario. A Paunero le anuncia “el remate de mis muebles de lujo y parte de mis libros, con algún cuadro y curiosidad”, para comprar las acciones de la empresa que le correspondían.
Como era habitual en la época, hacer un diario era una tarea artesanal y que requería de personajes multifunción: el mismo Mitre fue editorialista, gráfico y contador a la vez en La Nación. En abril de 1870 la redacción y los talleres se trasladan al hogar del fundador, y durante 15 años coexistirían bajo el mismo techo la imprenta, el gabinete, la biblioteca y la morada privada de Mitre. Vale la pena, en medio de la vorágine del microcentro porteño, darse una vuelta por el Museo Mitre, aquella casa donde Mitre vivía, hacía política y redactaba su diario. La misma casa que en 1869 le regalaron los vecinos de la ciudad, tras realizar una colecta popular, porque el presidente saliente no tenía donde vivir. Aún hoy se puede apreciar la famosa puertita interna por la que pasaba de la casa al diario cada día.
Mitre era el jefe del partido nacionalista porteño, y el diario pasó a ser el soporte propagandístico de una facción partidaria, su puesto escrito de combate. Fue un órgano de partido, un medio de enfrentar a Sarmiento dentro del Partido Liberal y luego el órgano del emergente Partido Nacionalista, tras la fractura con el alsinismo. Su perfil de combate político le valió varias clausuras, entre 1870 y 1901, declaradas por diferentes gobiernos. La primera fue por la iniciativa revolucionaria de Mitre de 1874. Luego Nicolás Avellaneda lo cerraría por la agresividad de sus editoriales. Tras apoyar la revolución del ‘90, recibiría una nueva clausura por el gobierno de Juárez Celman. En 1901 fue Roca el que lo cerró, por la continua crítica a la política económica.
Cinco clausuras en 27 años es un buen indicador de los costos que implicaba hacer periodismo político y de opinión en el siglo XIX, cuando el periodismo y la política iban de la mano. Muchos de nuestros dirigentes políticos del siglo XIX fueron escritores porque, si no escribían, no podían conducir ni aspirar al poder.
*Historiador.