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Género

El patriarcado internacional

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Cynthia Enloe. Sostiene que la política internacional abarca y moldea las relaciones íntimas. | cedoc

Al contradecir los pilares neorrealistas que consideran que el sistema internacional se sostiene sobre el triángulo patriarcal basado en El hombre, el Estado y la guerra –título del libro de Kenneth Waltz–, las teorías feministas de las relaciones internacionales parten de otros postulados y llegan a propuestas diferentes en torno a un concepto central: el género.

A partir de sus fundamentos, colocan en tensión los contenidos del debate entre realistas y liberales que plantean un mundo naturalizado basado en la lógica del poder y el mercado. Muchas de estas discusiones fueron publicadas en International Feminist Journal of Politics.

Estas teorías cuestionan la centralidad del Estado en los estudios internacionales y lo consideran como una abstracción de “constructos masculinizados” y proponen una nueva conceptualización del poder internacional en sintonía con el constructivismo y el posmodernismo. El Estado y su contracara, que es el mercado en el marco de la economía política internacional, es una estructuración de relaciones reales de poder que se sustentan en dinámicas antropológicas y culturales más profundas.

La matriz de poder Estado-mercado se basa en la desagregación y separación de lo internacional, lo político y lo personal. Como sostiene Cynthia Enloe, la política internacional abarca y moldea las relaciones íntimas, la vida privada y las identidades personales. Estas dinámicas biopolíticas son invisibilizadas por las relaciones oficiales y estatales y es necesario ponerlas a la luz para comprender todas las contradicciones sistémicas que son la base de las desigualdades.

El excesivo foco en el conflicto y la anarquía, la competencia y el miedo se sostiene en un modelo que construye un mundo bélico y violento, que –como plantea Steurnagel– garantiza que las mujeres estén ausentes de sus definiciones y que las agendas de género estén fuera del corazón de la disciplina.

Desde los años 90, dos iniciativas –Women in International Development (WID) y Gender and Development (GAD)– se concentraron en proyectos de empoderamiento comunitario y erradicación de la pobreza. Estos lineamientos continuaron con trabajos empíricos que demostraron cómo la desigualdad económica entre los géneros potenció lo que se denominó una “feminización de la pobreza”.

Estudios como los de Rosenau y Holsti de 1982 y los de Tessler, Nachtwey y Grant de 1999 se concentraron en analizar cómo la paridad de género en los esquemas de decisión de diversos países llevó a tomar determinaciones enfocadas en la paz y las intervenciones humanitarias. Otras expresiones pacifistas se observan en la Campaign for Nuclear Disarmamen” (CND), las movilizaciones por la violencia contra las mujeres y los grupos femeninos antiterroristas.

Profundizando lo anterior, los estudios de género advierten sobre la construcción social de la supuesta “esencia” de las identidades de lo masculino-femenino y cómo estas se trasladan a los conceptos del realismo en su versión militarista. El extremo lógico es lo que se denomina la “institucionalización de la hegemonía masculina” y los “fundamentos patriarcales del Estado”.

Esta estructura relacional es garantizada por un Estado que cristaliza las inequidades, consolida el “poder del género” –como ha teorizado Raewyn Connell– y reproduce el dominio “androcéntrico”, en las críticas al realismo que hiciera Ann Tickner.

Las teorías feministas concluyen en una propuesta normativa hacia una transformación mundial que coloque la igualdad como centro de los estudios internacionalistas que se están reconfigurando. De esta manera, el feminismo aparece como un paradigma y un movimiento socio-político que cuestiona los basamentos del sistema internacional y su causa original: el patriarcado.

*Politólogo y doctor en Ciencias Sociales. Profesor e investigador de la Universidad de Buenos Aires.

Producción: Silvina Márquez