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giro presidencial

El peronismo de siempre; otro país

Los cambios en el Gabinete, salida de Moreno incluida, por ahora son sólo promesa de un equipo más homogéneo. El regreso parcial de Cristina.

CHAQUEÑO PARA EL VECINO Jorge Capitanich.
| Dibujo: Pablo Temes.

¿Qué agregar, al cabo de una semana, a las especulaciones alrededor de la rentrée de Cristina Fernández y el nuevo equipo de gobierno? Sabemos que éste es ahora más homogéneo; que el nuevo jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, trabajó y hasta publicó un libro con el nuevo ministro de Economía, Axel Kicillof. Sabemos que el Gobierno se ha desembarazado del incompetente patán-patotero Guillermo Moreno y que el trato con la prensa será más abierto.

También que en el Chaco, una de las provincias más atrasadas del país, Capitanich ha hecho un pésimo gobierno, ensombrecido por la corrupción. Y podemos colegir, a juzgar por el formato elegido para su reaparición pública, que la presidenta Cristina Fernández podría mantenerse en un discreto segundo plano, reservándose tanto la posibilidad del “aquí mando yo” como la de un paulatino oscurecimiento, sin excluir una dimisión. Ya se ha dicho aquí (“De Isabel Perón a Boudou”, PERFIL, 13-10-13), que “Fernández puede evaluar la conveniencia de una renuncia o licencia por enfermedad (…). Sus problemas de salud son reales y variados, y así como ahora se subraya que no le impiden ejercer el mando, mañana podría subrayarse razonablemente que sí lo hacen. Ocurre que llegar a 2015 sin acudir a la devaluación y el ajuste podría revelarse una tarea imposible. La situación social se agrava, y la violencia (…) ya viene dando signos de tornar a instalarse en el país. En este marco, su salud es para la Presidenta una incuestionable carta en la manga. También para el peronismo, donde los ‘aprietes’ a líderes debilitados y las renuncias melodramáticas son frecuentes”.

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Eso fue dicho antes de la derrota en las legislativas. Ahora, la reaparición de Fernández no fue la de un presidente de la República ante la ciudadanía sino la de una señora burguesa hablando por Skype con sus amigas, con un perrito en brazos y un pingüino de peluche por todo decorado. Se ha puesto en situación de quedarse donde está; de avanzar hacia la platea para agradecer los aplausos si las cosas mejoran o de retirarse parcial o completamente de escena si recrudecen los abucheos.

Un país en desguace.
Así, y según lo que se sabe hasta ahora, tanto es posible que algo cambie como que nada cambie, o que algo cambie para que nada cambie. Cualquiera de esas posibilidades encuentra asidero. De modo que es mejor sugerir un ejercicio de imaginación y suponer que el Gobierno ha tomado debida nota del fracaso electoral y decidido cambiar el rumbo de las cosas. Es decir, afrontar la realidad.

¿Y cuál es esa realidad? ¿Sólo se trata de una crisis económica con sus consecuencias políticas y sociales, inscrita hoy como tantas en la crisis mundial? ¿Es ésta otra de las desastrosas crisis que provoca el peronismo, de la que el “país rico” acabará saliendo mejor o peor? En 1955, los desatinos reaccionarios de “la Libertadora” hicieron casi olvidar que el gobierno peronista llevaba casi cuatro años de crisis económica y era ya una dictadura explícita, con apoyo mayoritario y enfangada en su propia violencia. El rey había quedado desnudo en el escenario farsesco del progresismo populista y el golpe de Estado le echó una manta sobre los hombros. La historia se repitió como tragedia entre 1973 y 1976. Nuevamente, como tragicomedia, entre 1989 y 1999. Y ahora, en su fase esperpéntica, el peronismo torna a encontrarse ante la imperiosa necesidad política de resolver los problemas que él mismo ha creado, o agravado.

Pero esta vez son las mayorías las que lo están desplazando progresivamente del poder político: el peronismo viene perdiendo regularmente elecciones nacionales, provinciales y municipales. Si durante décadas fue mayoría automática aun desunido, hoy es al menos dudoso que vuelva a serlo, incluso reconstruido.

En cualquier caso, tanto para este gobierno como para cualquiera salido de una eventual crisis política (renuncia de Cristina, por ejemplo), o de las elecciones de 2015, el problema es la gravedad y la complejidad de la crisis. No se trata, como siempre, de tapar agujeros.

Echemos una mirada en derredor. Está el problema económico: la inflación, las reservas monetarias, los déficits energético y presupuestario, todo lo que ya se sabe. Pero además, “(…) un Estado hipertrofiado y corrupto; incompetente. La caja de jubilaciones quebrada o casi (…); la producción nacional dislocada; multinacionales sin control y cuasiquiebra de las empresas del Estado. Altos desempleo y niveles de pobreza; un sindicalismo corrupto y fragmentado; mafias policiales y otras; el crimen organizado y la corrupción extendida a buena parte de la sociedad” (“Desafío para la izquierda”, PERFIL, 9-11-13). En octubre pasado, la casa del gobernador de Santa Fe fue tiroteada por “narcopolicías” que además reclutan niños para el comercio de drogas (Diego Rojas, PERFIL, 26-10-13). Lo mismo, esta vez por quién sabe quién, le ocurrió al candidato Sergio Massa en la provincia de Buenos Aires durante la campaña electoral. En lo que va del año, treinta policías fueron asesinados, vaya uno a saber por qué. En el fútbol hay “hinchas impunes, futbolistas desatados, dirigentes extorsionadores” (Gonzalo Bonadeo, PERFIL, 27-10-13). En Temperley, los padres de unos chicos acusados de la violación de una joven tirotearon la casa de la familia denunciante, acompañados de otros vecinos… La lista puede prologarse al infinito.

¿No es hora acaso de asumir que se ha producido un cambio cualitativo en la situación institucional, política y social? Hay evidencias de una peligrosísima desagregación. Argentina está en el camino de México, y lo único que sí se sabe con certeza es que el peronismo ha presentado un proyecto de reforma del Código Civil que, entre otros desatinos ultramontanos –como eliminar el derecho al agua potable–, exime al Estado (es decir, a los funcionarios) de responsabilidades ante la ciudadanía. No vaya a ocurrirle lo de Al Capone, que acabó preso por no pagar impuestos.

El peronismo de siempre, pero otro país.


*Periodista y escritor. Acaba de publicar, junto a Mario Bunge, ¿Tiene porvenir el socialismo? (Eudeba).