La solidaridad expresada el domingo pasado en todo el país en la Colecta Anual de Cáritas confirma, una vez más, que es posible transformar las situaciones más adversas, en la medida en que vivamos un verdadero compromiso personal y comunitario. Es posible afianzar en nuestro corazón la “indignación ética” frente al drama de la pobreza y jamás acostumbrarnos a que millones de hermanos carezcan de lo necesario para vivir dignamente. Muchas veces, cuando se habla de los pobres y de la pobreza, se suele pensar en aquellas personas a las que les falta la comida y el vestido. Esa es la pobreza más extrema, la de quien no tiene lo elemental para la subsistencia, para mantener vital el organismo.
Pero en Cáritas, cuando hablamos de pobreza, no nos referimos sólo a eso, porque la vida plena y digna supone no sólo el alimento y el vestido, sino también el acceso a la salud, a la vivienda propia, al trabajo en blanco, a que los hijos reciban educación y puedan desarrollar sus capacidades.
También solemos escuchar que “pobres hay hoy, hubo ayer y habrá siempre”. Creo que esa expresión es una ofensa a la dignidad de quienes padecen la exclusión y una actitud cínica de desconocer las posibilidades que tenemos de construir un país con mayor justicia e igualdad. Por eso, no podemos resignarnos ni acostumbrarnos a convivir con esta escandalosa situación de inequidad que oprime y condiciona la vida de tantas personas.
En medio del contexto actual que vi- vimos, seguramente coincidirán con- migo en que se percibe una sensación fuerte de descontento y de desánimo a causa de varios males que nos aquejan como sociedad; situaciones difíciles de impotencia, de divisiones y enemista- des, de crítica amarga, de aislamientos y encierros que atentan contra nuestro estado de ánimo y la misma conviven- cia social. Frente a esta constatación, el lema que propusimos con la Colecta de Cáritas –“Es posible. Tu solidaridad transforma”– nos invitó a reconocer que hay caminos reales por los cuales avanzar en el logro del bien común.
“Es posible” apunta a romper la barrera de la impotencia, ante la cual corremos el riesgo de quedar para- lizados. Es posible que las personas cambiemos, que las instituciones y la sociedad cambien y mejoren. Ese “Es posible” es como una semilla de esperanza que despierta y afianza algo que siempre está en la entraña de nuestra naturaleza humana, y que el lema refleja en las palabras que siguen: “Tu solidaridad transforma”. La suya. La mía. La de cada uno. La de todos. Es una apelación personal, para que cada uno asuma el compromiso de dar lo mejor de sí para transformar la reali- dad. En consecuencia, de la respuesta personal dependerá la transformación que anhelamos y al asumir y realizar actos de interdependencia, vinculación y fraternidad, la solidaridad se va afianzando siempre más, hasta llegar al grado de verdadera virtud moral y principio social ordenador.
El lema de este año, además, se completó con otra afirmación, “Compartir nos hace bien”, porque fortalece nuestra condición social, porque quien comparte recorre junto al otro un camino de encuentro y crecimiento mutuo. Si verdaderamente compartimos con apertura, disponibilidad y generosidad lo que somos, lo que tenemos y lo que sabemos, ese compartir es transformador tanto para quien da como para quien recibe. En todos los tiempos, pero especialmente en éste, tenemos que afianzar aquellas cosas que hacen bien y nos hacen bien.
El gran cambio que necesitamos como país no es tanto salir permanentemente a curar heridas, sino evitar que las heridas se provoquen. El deseo de un país más justo, más fraterno, no se concreta mágicamente, sino que requiere del compromiso y de la solidaridad de cada uno de nosotros, convencidos de que es posible transformar la realidad y que, en la medida en que vamos discerniendo lo que nos hace bien como sociedad, algo cambia. Salimos de la impotencia y comenzamos a recorrer una senda de construcción colectiva. Si compartimos nuestra obligación para con los pobres, podremos transformar verdaderamente su realidad, que significa mucho más que ayudarlos a abandonar su situación de exclusión.
*Presidente de Cáritas Argentina y obispo de Merlo-Moreno.