Todos los diarios han virado abruptamente y en todas sus secciones a un único género literario: el policial. Este se basa en dos relatos imbricados: uno que narra en franco primer plano una serie de acontecimientos enlazados de manera causal; y otro que, entretejido minuciosamente dentro del primer relato, se presenta al final como solución escondida del enigma. Y produce la magia de la revelación.
Dudo mucho de que encuentren huesos humanos en el Botánico. La denuncia de los entierros VIP no es nueva, pero el bombardeo diario ayuda mucho a la amnesia colectiva; hace un tiempo que se hicieron pesquisas policiales y… ¡nada! Si los jueces supieran leer entre líneas en el relato policial, descubrirían una trama igualmente rica pero menos truculenta de traiciones oficinescas y venganzas cuasi mafiosas. Pequeñas manganetas a la hora de los tilos.
El Botánico viene –evidentemente– mal administrado. Una pena, porque mucha gente que trabaja allí se esfuerza por dotarlo de sentido y aunque sea lograr acercar a los niños a un mundo fascinante que las ciudades tienden a borronear. Ojalá se investigue primero de qué son los huesos antes de lanzar semejante denuncia. Quizá se averigüe, además, por qué fue despedido quien recién ahora denuncia estas tumbas. Ojalá no se usara un crimen (alquiler ilegal de paisajes para fotos) para hacer creer en la existencia de otro (cementerio VIP). Ojalá un detective canchero riegue el invernadero clausurado y evite que mueran especies delicadas. Y ojalá no hubiera periodismo en base a oraciones encabezadas por “dicen que”, o expresadas en modo condicional por no poder acceder legalmente al indicativo. “Huesos que serían humanos” suelen ser –en la sosa realidad– de gatos y palomas.