COLUMNISTAS
el año del futbol femenino

El principio de la revolución

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Epico. La Selección logró su primer punto en el Mundial de Francia. | afp

El 16 de marzo de 2019 fue un antes y un después para el fútbol femenino en la Argentina. Aquel sábado, Claudio Tapia anunció oficialmente la profesionalización de la actividad y se comprometió a otorgarle 120 mil pesos mensuales a cada uno de los 16 clubes que integran la Primera División, garantizando un mínimo de ocho contratos. Una medida totalmente valiosa que no parecía surgir genuinamente del seno de una AFA que durante años hizo oídos sordos a los pedidos de las jugadoras. La explicación tenía nombre y apellido: Macarena Sánchez. La actual delantera de San Lorenzo había encabezado una lucha luego de ser desafectada por la UAI Urquiza en medio de la temporada, intimando a la entidad madre a reconocerla como profesional. Pero a esa altura ya no importaba quién merecía o no colgarse la medalla, el primer paso estaba dado.

Este camino que comenzó a recorrerse todavía está minado de obstáculos. A excepción de Boca, que tiene a todas sus futbolistas contratadas, el resto de los clubes cuenta con jugadoras que no tienen garantizados los mismos derechos. La mayoría tiene que seguir trabajando para poder mantenerse y eso irremediablemente se ve reflejado en lo deportivo. Hay mucha distancia entre el Xeneize, único líder del torneo, y El Porvenir, que todavía no pudo ganar en el campeonato y cuyas futbolistas denunciaron irregularidades en los pagos y falta de elementos básicos para llevar a cabo dignamente la actividad.

La televisación fue fundamental para la visibilización y también expuso otra realidad: la liga está en pleno desarrollo. Sobre las chicas recae la responsabilidad de mantenerse físicamente a la altura de deportistas profesionales, pero solo tienen dos o tres entrenamientos por semana. Se critica el nivel deportivo, pero la mayoría de ellas comenzaron a jugar de grandes y no tienen la formación técnico-táctica con la que sí cuentan los hombres desde pequeños. El trabajo desde inferiores generará sin dudas el gran cambio y permitirá equiparar con los años a hombres y mujeres.

Otra de las cuestiones a mejorar es la federalización. Salvo Rosario Central, que fue invitado a último momento, no hay equipos del interior en Primera División. Se habló de la posibilidad de generar un torneo que involucrara a clubes de distintas provincias en un formato similar al de la Copa Argentina, pero todavía no hay noticias ni certezas sobre su realización.

Uno de los argumentos que enuncian los principales detractores del fútbol femenino expone que no es una actividad redituable. Verónica Miele, jefa de Marketing de la AFA, aportó claridad. “La cantidad de sponsors superó nuestras expectativas. Teníamos un objetivo y pudimos superarlo ampliamente. Las marcas apostaron al femenino: tenemos un sponsor exclusivo del campeonato y varios más que nos acompañan. Somos optimistas de que va a crecer muchísimo más”, le contó al diario PERFIL.

Otro gran impulso en este 2019 revolucionario para el fútbol femenino fue el Mundial de Francia. El buen papel que hicieron las representantes argentinas consiguiendo el primer punto de la historia ante una potencia como Japón, la digna derrota ante Inglaterra y la hazaña de la remontada ante Escocia lograron que los ojos se posaran en las mujeres y en todo lo que son capaces de hacer dentro de una cancha si cuentan con las herramientas y el apoyo necesarios.

Quedan muchos puntos por mejorar. Lo económico y contractual es el gran objetivo, pero también sería valioso que se revisaran los cronogramas de los partidos, muchos en horario laboral. Incluso el clásico de Avellaneda de la novena fecha, uno de los partidos más atractivos del torneo, se disputó a la par de la final de la Copa Libertadores entre River y Flamengo. Y otra cuenta pendiente es que las chicas puedan disputar partidos en los estadios principales de los clubes, algo que ocurrió en contadas ocasiones durante el campeonato.

El crecimiento es notorio y más que valorable, pero hace falta un compromiso mayor que la AFA deberá asumir si pretende realmente que el fútbol femenino crezca.