Hacía mucho que no escuchaba ese uso de la palabra “botón”. Y las últimas veces fue siempre en el mismo lugar: en la letra del tango Garúa” (“Garúa/ hasta el botón se piantó de la esquina”). La palabra “botón” parece haber ido perdiendo terreno ante otras como “yuta” (que favorece notoriamente la rima para cantos de ocasión) o como “cana” (que designa a un mismo tiempo a la policía y a la cárcel). Pero “botón”, como sustantivo, habilita además la alternativa de un verbo, cosa que los otros no; se dice “botonear” por vigilar o por delatar. Y desde el verbo, de nuevo los sustantivos: botoneo, botoneada, botonazo.
Vivimos tiempos de botoneo generalizado; tal vez por eso la palabra retrocedió en el uso en su acepción específica de “vigilante” o “policía”. El otro día, sin embargo, la volví a escuchar. Y ya no en el tango Garúa, sino entonada por una multitud en una tribuna de fútbol: “El que no salta es un botón”. La escuché y salté y pensé (pero pensar, pensé después) en ese momento crucial de Hombre de la esquina rosada, de Borges, cuando los hombres de Francisco Real y los hombres de Villa Santa Rita, enfrentados hasta entonces por puras rivalidades de barrio, se unen al advertir que está llegando la policía: “Quien más, quien menos, todos tendrían su razón para no buscar ese trato”.
Es otro mundo, el orillero, de malevos, compadritos. Pero no se deja de captar en el cuento un cierto saber popular de recelo ante la policía, tanto como para deponer las propias hostilidades, las asperezas de las antinomias internas, bajo un sentimiento común de que es mejor estar prevenidos (prevenidos y eventualmente unidos) ante la violencia del Estado.
Que la policía nos cuida nos lo enseñan en la escuela. Hay familias que lo enseñan también. Y se imparte en el espacio urbano, desde las puertas de los patrulleros, mediante la leyenda que reza: “Al servicio de la comunidad” (conviene no confundir este empleo del término con el de Giorgio Agamben o el de Jean-Luc Nancy). Pero a cuidarse de la policía, ese saber complementario de la vida cívica, ¿dónde se aprende? Se aprende a veces en los barrios, a veces en la militancia política, a veces en los recitales de rock, a veces en las canchas de fútbol.