No. No es un error de tipeo en el título. Veremos. Salón de los Pasos Perdidos se llamó a aquellos grandes espacios por los que, obligadamente, se debía atravesar para llegar a otras habitaciones de reunión.
Una suerte de gran sala de espera previa al ingreso a un salón final.
Varios Parlamentos de diversos países llaman así al salón que precede la entrada al espacio legislativo.
En nuestro Congreso Nacional, el Salón de los Pasos Perdidos es la antesala del recinto de los diputados. Por allí han caminado y caminan los legisladores con sus ideas, atienden a la prensa y elaboran el remate final de sus discursos.
Imaginemos ahora la antesala del lugar de reunión de la CGT, el sitio donde han discutido los detalles de la movilización pasada y el plan de acción a seguir.
Muchos secretarios generales habrán pensado “el movimiento obrero es peronista –yo soy peronista– pero peronista ¿de quién? –peronista de Perón–”.
Lo que hoy resulta doloroso para algunos es admitir que no basta decirse de Perón para lograr la unidad. No alcanza con juntar a todas las religiones en un mismo espacio para que crean en el mismo Dios. Tendrán valiosos puntos de contacto pero prácticas y convicciones diferentes.
La pretendida unidad de la CGT es un enunciado con más entusiasmo que razones.
El peronismo, en sus distintas variantes, salvo el kirchnerismo, especula, por estas horas, que si todos hubiesen permanecido juntos en las PASO hubieran ganado y se acusan unos a otros de separarse y desencadenar la derrota.
Esta argumentación es tan descabellada como que los radicales sostuvieran que juntando los votos de Carrió o Stolbizer (ambas de origen radical) tendrían más poder.
El peronismo es, por ahora, no un barco sin timón sino varios barcos a la deriva cuyos puntos de encuentro son, al menos, dudosos.
El sindicalismo argentino sufre esta pérdida de rumbo y se equivocaría si pretendiera preservar una identidad partidaria por encima de la reivindicación de los derechos y los intereses de los trabajadores.
Ya lo dijimos en otro momento, la situación económico-laboral de la Argentina da base a cualquier reclamo. La pobreza, el empleo en negro y la escasez laboral, por citar algunos, son motivos para la genuina demanda gremial.
Pero los sustentos de una economía débil y sinuosa no alcanzan para justificar planes de lucha si no hay sustentos políticos (desconocen el resultado favorable de Cambiemos en las PASO) ni sociales (la sociedad cuestiona al peronismo y a los movimientos gremiales y barriales en sus tradicionales formas de acción).
Los dirigentes sindicales argentinos son reconocidos por sus pares de otros Estados y tienen, en general, una sólida identificación dentro de sus gremios. Saben de marchas y contramarchas, de persecuciones y negociaciones. Tienen la piel curtida.
Confiemos en que, con estos atributos, transiten el “salón de los paros perdidos”, regresando al concepto básico de que la prioridad son los trabajadores, los jubilados y la creación de nuevos empleos antes que las disputas de intereses partidarios fragmentados. Perderse en estas fracturas desorienta a quienes se debe representar.
Pueden, los gremialistas, estar separados en las ideas pero unidos en la acción, para que a la hora de dar un paso sea para encontrar el rumbo.
*Secretario adjunto de la Asociación del Personal de los Organismos de Control (APOC) y secretario general de la Organización de Trabajadores Radicales (OTR-CABA).