Iba a ser un toque de queda. Eso era hasta el miércoles por la noche. El jueves al mediodía, desde la Jefatura de Gabinete se encargaron de señalar con insistencia que no iba a ser un toque de queda, sino una restricción nocturna a la circulación de la gente y a la actividad de bares, cafés, restaurantes, cines, teatros y lugares de diversión y entretenimiento. Finalmente, lo que en síntesis expresa el Decreto 4/2021 es que deja al libre albedrío de cada gobernador, gobernadora y el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires la adopción de medidas de restricción.
La entrelínea del texto es fácil de deducir: la mayoría de los gobernadores le advirtieron al Presidente que la medida de una restricción estricta es de imposible cumplimiento en la Argentina. Una cantidad enorme de la población no está dispuesta a acatar esas disposiciones y un número progresivo de mandatarios provinciales no tienen voluntad de embarcarse en un intento que de antemano saben fracasará y les generará un riesgoso costo político en este año electoral. “Jamás en la conducción política hay que obligar a nadie, hay que persuadir a todo el que se pueda” es una frase acuñada por el general Perón. El Gobierno ha perdido el poder de persuasión, pero no solo sobre los mandatarios provinciales o de CABA, sino –principalmente–sobre un porcentaje creciente de la ciudadanía. Nadie quiere, pues, exponerse al ridículo de tomar una medida que, a la vista de todos, sea incumplida con actitud desafiante por mucha gente.
Es indudable que las aglomeraciones y las reuniones sociales en las que se incumplen las normas de forma obscena representan un peligro epidemiológico y sanitario. Hay gran confusión en estos días que lleva a muchos a no diferenciar entre las necesidades de cuidado que impone inexorablemente la pandemia y las decisiones y actitudes del Gobierno. Anida en muchos la idea de que obedecer las tres exigencias fundamentales de esta cuarentena –uso de barbijo, higiene de las manos y distanciamiento social– representa una concesión al Gobierno. Esto es un sinsentido. El cumplimiento de las normas no tiene como objetivo satisfacer a las autoridades, sino el de protegernos. Lamentablemente, todos los días el Gobierno hace cosas que dañan su credibilidad y autoridad.
La confusa conferencia de prensa que en la mañana del viernes dieron el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero; el ministro de Turismo, Matías Lammens; y la viceministra de Salud, Carla Vizzotti, hizo de la confusión un monumento. “Estoy tratando de descifrar qué quisieron decir. Estas declaraciones son contraproducentes porque no las entiende nadie y queda todo librado a las interpretaciones propias. Lo de Vizzotti fue la marcha de San Lorenzo. No termina de quedar claro qué nivel de obligatoriedad pretenden”, señaló uno de los destacados infectólogos que suelen ser consultados por el Presidente.
Vacunas, vacunatorios y vacunados. Un cable de la agencia de noticias ANSA del 18 de diciembre cita a una fuente del Fondo de Investigación para el Desarrollo de Rusia, en el que se anuncia que se presentó el pedido de autorización para la administración de la Sputnik V en toda Europa. La noticia es muy importante. Nótese que ya han pasado tres semanas y la autorización aún no llegó. No significa eso que no vaya a lograrlo. Lo que representa es una significativa diferencia con los presurosos tiempos que aquí se tomó la Anmat para recomendar su uso.
El tema de la distribución de la vacuna en la provincia de Buenos Aires también generó quejas. En el Conurbano, el reparto fue equitativo y completado en tiempo y forma. No ocurrió lo mismo en el interior. Se cumplió con la cantidad, pero hubo demoras de diferente índole.
El episodio acaecido en Olavarría muestra cómo la pequeñez política enturbia todo.
El gobierno provincial priorizó almacenar y vacunar en centros médicos gestionados por la provincia. A pesar de que Olavarría cuenta con freezers y cámaras de frío de probada efectividad en su banco municipal de leche, las Sputnik V fueron al Hospital Provincial Oncológico de esa localidad.
Ahora la Justicia está investigando qué originó la pérdida de la cadena de frío. Desde el Ministerio de Salud bonaerense se habla de sabotaje, hecho de por sí grave que está investigando el fiscal general del Departamento Judicial de Azul, Marcelo Sobrino. Una fuente calificada que conoce el hospital de Olavarría sostiene que la falla eléctrica es una hipótesis probable ya que se instalaron allí los nuevos equipos de frío para conservar las dosis que debieron haberse probado una y otra vez para verificar que las viejas conexiones eléctricas y los circuitos soporten la nueva carga dinámica. Esto no fue así.
Para colmo de males y, por capricho de la gestión provincial de Salud, el viernes último llegaron a Olavarría las 450 dosis nuevas de refuerzo y fueron a parar nuevamente al Hospital Provincial Oncológico de Olavarría. Todo una pintura de los berrinches de la gestión Kicillof.
Internas en el Frente. “Es cierto, el Presidente está cansado. Pero está cansado porque mientras sus funcionarios administran, él mismo se encarga de mantener el equilibrio de la coalición gobernante. No es fácil sostener el humor de los propios cuando una señora los golpea y les dice que se vayan a su casa”. Quien habla, un importante dirigente del peronismo bonaerense, agrega: “Además los funcionarios cuestionados son honestos. Del otro lado de la coalición, ¿pueden decir lo mismo?”.
El gobierno de Alberto Fernández tiene un problema de gestión y de comunicación. CFK no hablaba con nadie. Detestaba –y detesta– a los periodistas, con excepción de aquellos que la elogian. AF habla con casi todos. Eso es bueno. Lo malo es que muchas veces –cada vez más – lo que dice es contradictorio, confuso y con mala información. La comunicación política no es un juego.
El problema de gestión es insolucionable por el loteo de los ministerios, la decisiva participación de CFK y la dependencia psicológica del Presidente.
El Frente de Todos atraviesa un momento de fuerte tensión interna. Los mantiene unidos la necesidad de ganar las elecciones de octubre próximo. Paradojalmente se aplica también para el oficialismo la inmortal frase del poema Buenos Aires de Jorge Luis Borges: “No nos une el amor, sino el espanto”.
*Producción periodística: Santiago Serra.