Se lesionó Oscar Ahumada. Una ruptura fibrilar en el muslo izquierdo lo dejará fuera de las canchas por diez o quince días. Lo cual demuestra, una vez más, que existe eso que se denomina saber del cuerpo. Hay ocasiones en las que el cuerpo, como si dispusiese por milagro de una inteligencia propia y de su propia voluntad, toma por sí mismo decisiones: las decisiones que debería tomar su portador y que, por alguna razón, no puede tomar y no toma.
Ahumada faltará obligadamente a los próximos partidos de River Plate, el team donde revista. Es lo mejor para él, si se tiene en cuenta el maltrato que le dispensó su propia tribuna durante el último match contra Independiente de Avellaneda. Así descansará y se preservará; su muslo lo cuida. Qué hizo Ahumada: dijo lo que no debía. ¿Una mentira? No, todo lo contrario: una verdad. Dijo lo que no debía porque dijo una verdad. Un poco como Barrionuevo cuando dijo que en la Argentina nadie hizo la plata trabajando, o como Macri cuando dijo que cada vez que llueva mucho en Buenos Aires se inundará.
Ahumada qué dijo: que mientras la hinchada de Boca Juniors alienta a sus jugadores durante los noventa minutos del partido, la de River enmudece pasmada si le convierten un gol y le complican el juego. O sea nada que no se supiera desde antes, pero que en todo caso no había que decir. Adivino, pese a todo, qué fue lo que impulsó a Ahumada al suicidio de su declaración. De pronto vio el linaje al que pertenece, el destino de sus predecesores en el puesto, su pasado y su futuro: Mostaza Merlo, Tolo Gallego, Leo Astrada. Campeones en River, como jugadores y/o como directores técnicos, y aun así suprimidos impiadosamente de la institución por alguna de sus muchas puertas traseras. Ahumada vio su sino, un sino del que nada lo salvará, ni siquiera ser campeón del mundo. Pensó en Rattín, pensó en Suñé, pensó en Blas Giunta. Pensó en el amor incondicional y en la miel de la idolatría eterna. Quiso ser otro: quiso ser el otro. Entendió que en la traición habita la única esperanza de su heroísmo. Pronunció esa verdad. Reveló lo intolerable.
Algún otro jugará en su puesto, hasta que se reponga.