Las opiniones en contra de la improvisación en política son moneda corriente. Casi un lugar común. Pero la no improvisación no implica de por sí algo positivo ni serio. Muchas veces no improvisar significa no tener ideas propias, no tener autoridad, vocación de poder ni liderazgo. Confianza en sí mismo. Es muy fácil no improvisar cuando no se tienen ideas. Pero a veces hay que “improvisar”, hay que romper el protocolo, hay que romper con las “formas.”
Cuando Rafael Correa salió a la calle con el megáfono en persona a enfrentar en Quito una sublevación policial, demostró liderazgo y coraje político y personal. No es poco en países como los nuestros: todos queremos presidentes que no retrocedan. Que no cedan a las presiones constantes. No queremos presidentes arrumbados en un escritorio, títeres encerrados y encadenados en una habitación, con miedo a salir a la calle. No queremos eso. Es bueno que cada tanto se “salga la cadena.” No queremos funcionarios con miedo a la multitud.
Leopoldo Marechal, en ese texto célebre que fue Megafón o la guerra, escribe: “Esos fantasmas reencarnados constituyen ahora la exterioridad del país. Juran hoy en la Casa Rosada, luego dibujan su pirueta en el aire bajo los reflectores, caen al fin reventados como títeres en el suelo para ceder su lugar a otros fantasmas igualmente ilusorios que juegan al destino del país en un ajedrez tan espectral como ellos”. La política no puede ser ese juego ilusorio.
Marechal es un buen ejemplo de escritor que renunció a la comodidad de las “formas”. Otro que “agarró el megáfono” ante la multitud y se comprometió con los de abajo. Que no se quedó mirando desde el balcón a la historia desde lejos. Por eso Marechal no goza del reconocimiento “intelectual” de que sí gozan otros, mucho menos comprometidos y más “formales”. Marechal era un gran poeta. Y un gran tipo. “Poéticamente, sos lo más grande que tenemos”, le dijo Arlt. Estuvo bien el presidente cuando agarró el megáfono. El pueblo no traiciona.
*Director nacional de la Escuela del Cuerpo de Abogados del Estado Argentino.