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LAS REACCIONES POR LOS DICHOS DE MARADONA

Elijo a Diego, aunque se equivoque mil veces más

La saga de Diego Maradona continuó esta semana. A diferencia de lo que ocurrió cuando Argentina perdió con Bolivia, Brasil y Paraguay, Diego salió a hablar.

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La saga de Diego Maradona continuó esta semana. A diferencia de lo que ocurrió cuando Argentina perdió con Bolivia, Brasil y Paraguay, Diego salió a hablar. Lo hizo con sus periodistas amigos (Gol de medianoche, TyC Sports), con los periodistas que respeta (Víctor Hugo Morales) y, el último miércoles, en el programa Seis, siete, 8:00 que emite diariamente Canal 7. Analizar nuevamente sus palabras podría llevar un tiempo precioso. No tendría sentido. Diciendo cosas como que “Bilardo y Vila (N de R: dueño del Grupo Uno de Medios, uno de los dueños de América 2) querían voltear a Grondona”, “Si Bilardo le dijo algo a Lemme (sobre los cambios en el partido con Uruguay), tenemos un problema”, “Bilardo tiene que estar de saco y corbata con Grondona, allá arriba. Del equipo me encargo yo”. O sea: admitió que su relación con Bilardo pende de un hilo. Reitero que estoy harto de este matrimonio, a veces por conveniencia, a veces sincero, pero siempre problemático y cansador. Y ratifico que ya no hay lugar para los dos en el cuerpo técnico. Para ser más claros: si Bilardo no puede ser mánager “porque le sale el técnico de adentro”, y quiere ser el técnico alterno, pues que lo sea. O que se vaya. Pero esta historia de meter la idea de que “te querían limpiar” con que arengó a un Maradona irracional ya es antigua, además de inútil, y ante todo, falsa. Lo mismo que Lemme. ¿Por qué periodistas que trabajan honestamente tienen que bancarse a un tipo como Lemme, de quien se tendría que buscar muy a fondo algún antecedente que le permita, al menos, discutir con un periodista?

Nada de esto libra a Diego de responsabilidad. Su carácter, sus pocas pulgas y sus eternos chispazos generan reacciones como las que tuvo en Montevideo. Maradona, por su condición de “villero que llegó a ganar una fortuna”, sigue generando odios en la pendular clase media argentina. Y los medios que responden a ese estrato social –Clarín, La Nación, Ámbito Financiero– lo castigaron durísimo. Es más, Ambito anticipó, en su edición del jueves, que “Maradona podría quedarse sin Mundial”. Y en la volanta del título principal, se leía una frase con el pedido de la clase media cacerolera: “Lejos de callarse, etc.”.

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¿Por qué la clase media argentina –sobre todo la porteña– pretende que Maradona no hable, si le asiste todo el derecho? ¿Por qué se insiste con la historia de que “tomaba droga y tiene las neuronas destruidas”, si no es así? En todos los medios más vinculados a la derecha, se lo atacó de manera despiadada con cuestiones que lejos estaban de su actuación como técnico. En esas publicaciones, por ejemplo, Carlos Reutemann –un genial piloto de F1, un político de ideología y actuación híbrida– dijo una grosería “porque estaba enojado”. Increíble.

Después sí, los noticieros explicaron que “Diego le habló al mundo” y que a Reutemann y a De Narváez –otro que se refirió a un adversario político sin respeto– los “sacaron de contexto”.

Que se entienda: los periodistas que nos especializamos en fútbol tenemos muchas fallas. Los de esta generación, tal vez tengan demasiadas. Cuando Juan Carlos Pasman, enviado de América 2 a Montevideo, le dijo a Diego en la conferencia de prensa: “Verón dijo que está todo mal”, cometió un serio error profesional. No se puede citar a alguien si no es textualmente. Verón había dicho, en realidad: “Hay que revisar todo, desde Grondona hasta el último jugador”. Pero no son todos iguales.

Y los periodistas que se dedican a “interés general” son aún peores. Porque hoy hablan de Maradona, mañana de un incendio en Sarandí y pasado de un choque de trenes en Seattle. Y en ninguno de los casos son precisos, porque picotean y no profundizan.

Estamos en manos de ellos, sin embargo. Los periodistas especializados en fútbol conocemos la interna, podemos ver un partido de fútbol, analizarlo y entregarlo para que lo lean tipos que pretenden que uno les mienta a favor; tipos irracionales que proliferan desde que se habilitaron los malditos “foros de Internet”. Estos lugares deberían ser sitios de reflexión y de aporte de ideas. En cambio, jamás leí una sola opinión con un fundamento real, sólo agresiones y fracasos individuales no asumidos. Pero nosotros tenemos un público bien definido, más acotado.

En esos “foros de Internet”, uno puede leer una consigna a favor de Hitler, por ejemplo. Y también es en donde más se utiliza la adicción a las drogas de Maradona para castigarlo. No sirve. El problema es que algunos medios de comunicación reales, verdaderos, importantes, tomaron el mismo camino.

El reportaje que Maradona le concedió al programa Seis, siete, 8:00 puso el conflicto en otro lado. Lo politizó, porque tiene una definida línea que simpatiza con el Gobierno nacional; entonces, Diego quedó del lado “K”. Por eso vimos en los últimos días cómo los diarios opositores castigaron a Maradona sin piedad, al punto de pedir que no vaya al Mundial. Todo se empezó a mezclar: los Kirchner, la oposición, la Ley de Medios, el fútbol televisado por el canal público, Maradona. Todo.

Lo único claro es que los años van a pasar y Maradona –aunque se equivoque, como en Uruguay– seguirá representando al sector más humilde de la sociedad. Así será, aunque sea millonario, aunque fume habanos carísimos, aunque maneje autos lujosos. Diego jugó al fútbol como nadie y representó a la patria deportiva como nadie. Es un ser especial. Desde los 15 años, es acosado por la prensa. Desde los 15 años, las chusmas quieren que sea rubio y de ojos celestes, como un Reutemann. Desde los 15 años, la derecha de este país quiere que Maradona haga con su dinero lo mismo que hace De Narváez.

Prefiero a Diego un millón de veces antes que Reutemann “enojado” o De Narváez “fuera de contexto”. Maradona de vez en cuando le entrega una alegría a la gente.

De Reutemann y De Narváez lo que más se conoce es el pelaje ideológico de la gente que los sigue. Y eso es lo que más me preocupa.

Por eso elijo a Diego, aunque se equivoque mil veces más.